Seamos prácticos y no hablemos por ahora de religión alguna para comprender el contenido, alcances y efectos del concepto fundamental: “Bien Común”. Sabedores que éste es hoy el menos común de los bienes. Y recordemos que su existencia es necesaria para la convivencia y supervivencia de las personas, las sociedades y la humanidad. El Bien Común es indudablemente un elemento teleológico del Estado. Es -o debería ser- uno de sus fines prioritarios. Dicho concepto fue acuñado, entre otros, por Santo Tomás y, como lo usamos en la actualidad, fue retomado por la Doctrina Social de la Iglesia a través de diversas encíclicas. No obstante, va mucho más allá que cualquier iglesia o pensamiento.

¿CONCEPTO VIVENCIAL O LETRA MUERTA?

El Bien Común en realidad ha venido adoptando diversos significados. Históricamente parece que para los socialistas europeos o moderados ha sido la justa distribución de la riqueza o la producción. En México la tecnocracia y el actual régimen lo han querido interpretar como el añorado o utópico “bienestar” esencialmente económico de la colectividad. Sin embargo, la Doctrina Social de la Iglesia lo ha mostrado como antecedente de un concepto doctrinal representado en el orden y la paz. 

NECESIDAD DE ORDEN Y PAZ

Sea como sea, lo cierto es que el Bien Común debería ser elemento legítimo y fin efectivo de los Estados Modernos, incluido el Estado Mexicano. Pero hoy políticamente es más rentable hablar solo del ambiguo o supuesto “bien del pueblo” o “bien de la gente”. Parece que se refieren al bien de todos y de nadie a la vez… Aquí radica una de las infinitas trampas demagógicas del populismo al utilizar y abusar de la palabra pueblo frente a otras muchas palabras como gente, colectividad, nación, patria, país, población, vecindario, barrio, colonia, sociedad, ciudadanía, comunidad, estado, municipio, villa, aldea, raza, clan, tribu, familia, etcétera.

Hay coincidencia generalizada en que “orden” en su concepción básica es la sana subordinación de las partes al todo. Y que “orden social” implica que los individuos deben subordinarse al todo, entendiendo a éste como Colectividad o Comunidad políticamente organizada y asentada en un Estado. Pero este tipo de conceptualizaciones dependerán de las leyes antropológicas que aceptemos; de la esencia y del significado que le demos a la persona humana y de la comprensión de sociedad misma.

En este contexto se dice que la persona humana debe subordinarse, sanamente. Sí, pero asumiendo que toda persona humana va a ser más importante que la sociedad, entendiendo que ésta no puede desligarse de todas y cada una de las personas humanas que la integran. Es esencialmente una necesidad de legítimos intereses recíprocos. Cierto, la persona humana es sociable por naturaleza. Y debe convivir y sobrevivir en la bilateralidad en sociedad para logro y mantenimiento del Bien Común dentro de una misma relación deseada entre Estados.

La “paz”, atendiendo a San Agustín, es la tranquilidad de la persona humana en el orden en sociedad. Tranquilidad es concordia. Pero no solo física, sino considerando a las personas como seres compuestos de unidad e indivisibilidad de cuerpo y mente (para algunos también de espíritu o alma). Por lo tanto, la persona humana debe someter congruentemente su materia o cuerpo a la mente. Sin embargo, su debilidad le provoca que siempre y en todo momento sea más placentero concentrarse únicamente en la parte física o material. Este descontrol sin control es característico y una de las tareas o propósitos más incumplidos que causan el abandono de la mente, padeciendo o sufriendo sus consecuencias emocionales o sentimentales. 

 Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

¿RAZONES O PASIONES POLÍTICAS?

Las inmaduras, inhumanas y descontroladas pasiones políticas deben -o deberían- subordinarse a las “razones” políticas dentro de un sano marco de Derecho. Precisamente por ello, además de “orden” y de “orden social”, debe existir el “orden social justo” como insumo o tierra fértil para el surgimiento del Bien Común. De ahí que la justicia como componente finalístico del Derecho debe estar siempre presente o con una marcada tendencia vivencial. La razón es instrumento para la Paz Social, y el derecho para el Orden Social Justo, respectivamente.

Por ejemplo, recordemos que Aristóteles justificó la esclavitud como una subordinación de los tontos a los filósofos. Esto actual y evidentemente detona errores de percepción e interpretación. Por su parte, Santo Tomás puso las bases del “Estado de Derecho” con la facultad para que el pueblo, presa de la injusticia, actuara de ser necesario en contra del Tirano y en contra de las corruptelas políticas que solo dejan división, odio y ruptura social. 

Por ello la evolución del pensamiento desarrolló la idea de que en una organización política debe prevalecer la “razón de Estado” con la finalidad de llegar a un “Estado de razón”. A manera de afirmar que la razón o racionalidad política debe -o debería- estar siempre por encima de cualquier pasión o individualismo político.

En una clase política-gobernante irracional se mimetizan o se observa a una sociedad políticamente irracional, incapaz de vivir, convivir y sobrevivir. En este terrible entorno polarizante no hay cabida para el Bien Común. Por el contrario, solo para el bien individual-egoísta propicio para todo tipo de desorden, intranquilidad y caos.

¿ESTADO JUSTO O ESTADO DEL BIENESTAR?

Antes del “bien-estar” existencialmente debemos lograr el “bien-ser”. Pero esto es muy difícil de alcanzar pues se requiere mucho trabajo y esfuerzo personal esencialmente ejercitando en forma sana a la mente. En esta condición humana es necesario cuestionar cuál es el deber o límites de la rectoría del Estado sobre la población que rige. Nótese que la esencia y la naturaleza de las cosas se deforma, pues los gobernantes deberían ser empleados o trabajadores del Estado para dotarlo de Bien Común. Sin embargo, la realidad sigue demostrando histórica y fácticamente que ellos se erigen y asumen indebidamente como patrones o empleadores todo poderosos del pueblo o de la gente. Este es uno de los tantos problemas del poder y del poder político. Luego entonces, ¿sería correcto afirmar que “mi bien” termina donde comienza el bien del otro? 

Cuando no tenemos respuesta para algo solemos decir que es complejo, Así, le resulta muy complejo al Estado crear data o información, infraestructura, procesos y subprocesos y un sistema integral que promueva sanamente al Bien Común. De seguir así este concepto estará condenado a la muerte y solo seguirá subsistiendo como letra muerte. ¿Haz tú experimentado cómo se actúa, qué se siente, qué se piensa y cómo se convive en un entorno real y vivencial de Bien Común?

Cierto, cada persona humana es un ser único, irrepetible e indivisible, con inherente dignidad humana. Y aunque toda sociedad ontológicamente es igual, no es posible aceptar un igualitarismo radical. Entonces, la diferencia desigualitaria no puede ni debe ser tan amplia que provoque polarización decadente.

ENSOÑACIÓN IRRACIONAL

De seguir la clase política o gobernante negando o dando la espalda al verdadero Bien Común o, peor aún, aniquilándolo, solo lograrán trastocarse y torcer todo sentido humano, así como el sentido del tiempo y del espacio. Vivirán en un entorno sin sana convivencia; en una especie de esquizofrénica ensoñación. Llenarán su mente y pensamientos con problemas no resueltos y sin resolución. Viajarán sin apenas ser conscientes de su Yo ni del mundo que les rodea.

De ahí la atenta invitación y convocatoria para que, de una vez y para siempre, los gobernantes, tomadores de decisiones e influenciadores asuman acciones en favor del Bien Común de las personas en sociedad. Los niveles polarizantes son insostenibles. Al tiempo…, no permitamos que irreparables cuestiones de violencia y aniquilación social se repitan.

Suscríbete a Forbes México

Contacto:

Twitter: @requena_cr

Facebook: Carlos Requena

Página personal: Carlos Requena

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Cultivemos la empatía cuando no hay simpatía para sumar y no restar en la empresa
Por

Sabemos que siempre es complicado mantener en armonía las relaciones familiares, más si son también laborales. ¿Y qué ta...