Estoy agradecido por haber llevado una exitosa carrera, pero sobre todo porque me ha dado la oportunidad de entablar amistades entrañables y construir valiosas relaciones interpersonales. Por supuesto que toda relación, ya sea personal, profesional, o aquellas que existen en ambas esferas (como es el caso de la empresa familiar), tienen dinámicas complejas: no todo es miel sobre hojuelas, somos humanos y hay buenos y malos días. Por tanto, construir relaciones saludables con los demás es un trabajo, lo digo sin exagerar, de todos los días. 

Ahora bien: en la empresa familiar, el entablar relaciones laborales con miembros de la familia que no son de nuestro agrado es introducir un nuevo factor de compeljidad al ya de por sí complejo escenario terreno de las relaciones interpersonales.

Afortunadamente, los años me han demostrado que, incluso a través de la dificultad, familiares en conflicto logran apartar sus diferencias y aprenden a trabajar como un equipo. ¿Cómo lo han logrado? He aquí algunos tips que he ido aprendiendo a lo largo del tiempo: 

Al tener que trabajar con alguien que no nos agrada, empecemos por ver hacia nuestro interior. Es claro que la conducta y forma de ser del otro no depende de nosotros; el único control se encuentra en nuestro interior y en cómo decidimos reaccionar ante ella.  ¿Estamos dispuestos a invertir nuestra energía en aprender a manejar esta situación o a hacerla escalar fuera de proporción?

Al definir si estamos dispuestos a realizar el trabajo necesario, quizás podamos encontrar conductas o actitudes propias que afecten negativamente a la otra persona, a su relación o al equipo en el que se desenvuelven. Al final, es posible que el trabajo por realizar ocurra de forma interna y no con aquella persona. “Todos vivimos con el objetivo de ser felices. Nuestras vidas son diferentes, pero en el fondo, iguales”. Ana Frank.

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Apertura para conversar y, sobre todo, a escuchar. Cuando nuestro cerebro, consciente o inconscientemente, ha decidido que una persona no le agrada, es muy difícil cambiar esa realidad, pero no imposible Una de las mejores formas de hacerlo es conversar y escuchar activamente. Practicar la empatía, comprender por qué una persona es como es, cuáles son sus aspiraciones, sus pasiones, etc., humaniza al otro y nos permite encontrar puntos en común con los cuales podemos identificarnos. 

Conduce la comunicación hacia el trabajo y proyectos en común. Encontrar puntos claves sobre el trabajo en común y focalizar toda la interacción a la misma puede ser la solución. Un entendimiento común de las metas puede ser un motivante tan fuerte que distraiga de las diferencias e incomodidad de la interacción indeseada.

Define límites y actúa con madurez. No importa lo incómda que nos resulte la otra persona, el disgusto es menor importante que el bien de la empresa. Ahora, por supuesto, hay de disgustos a disgustos: no es lo mismo alquien que no nos parece simpático a una persona tóxica que destruye el clima laboral. Pero para poder apreciar la diferencia es necesario aprender a establecer límites saludables, cosa que no toda empresa domina, y para la que peude ser necesario solicitar el apoyo de un asesor externo.

Las personas tenemos una tendencia natural a ser empáticas, es decir, a reconocer nuestras similitudes con los demás, como el deseo de bienestar y de no sufrir; lo cual nos facilita ponernos en su lugar para comprenderlos mejor. Gracias a la empatía, no sólo reducimos nuestros prejuicios con imparcialidad, sino que apreciamos la diversidad que nos une. 

La buena noticia, es que la empatía se puede desarrollar con la práctica a través de estar conscientes, de forma constante, de aquello que compartimos con los demás. Con base en la empatía podemos generar una sensación de cercanía, calidez e interés hacia los demás, y así incluirlos en nuestras vidas, respetarlos y valorarlos.

Actuar con madurez, establecer límites saludables, praticar la empatía y cultivar la comunicación nos ayudan a encauzar nuestras emociones hacia actitudes productivas, dándonos la capacidad de trabajar en equipo con personalidades que se nos dificultan. Como dice el popular refrán, “nadie es monedita de oro”, pero todos tenemos valor que aportar a la empresa. ¡Hagámoslo valer!

“Juntarse es el inicio, mantenerse juntos es el progreso y trabajar juntos es el éxito”. Henry Ford

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