Una oportunidad de trabajo llevó a Armando Martínez, Jerónimo Pérez y Alfredo Gómez a remodelar lujosas residencias en Hungría por seis meses y de ahí se los llevaron a Kiev, Ucrania, donde les tocó vivir de primera mano la invasión del Ejército ruso. De hecho, su familia no les creían estaban en la guerra.

Los trabajadores de la construcción, por medio del traductor de Google, lograron comunicarse en inglés, ucraniano, húngaro y rumano, y lograron sobrevivir y huir de los ataques rusos sobre Kiev. El wifi gratis era oro molido. 

Sus teléfonos inteligentes fueron la voz que les llevó a un albergue en Hungría, donde fueron apoyados por un cura y estudiantes de origen ecuatoriano.

La ayuda ecuatoriana evitó un desembolso de unos mil 500 dólares de sus boletos de autobús, que los llevó desde Budapest, la capital de Hungría, hasta Bucarest, la ciudad rumana usada como puente aéreo para recoger a los mexicanos rescatados por la invasión de Rusia a Ucrania.

Lee: Le canté y bailé a mi hija para que no repitiera el sonido de las bombas: Silvia Mercado

Salir de Ucrania les costó unos mil euros. Toda esa travesía y aventura no estaba en el plan de estos albañiles, quienes salieron de México a mediados de 2021 con la promesa de un trabajo bien remunerado en euros en la capital húngara.

Un amigo les platicó que su patrón estaba en Hungría y les dijo: “Hay un patrón aquí que quiere mexicanos para trabajar”.

“Le digo ‘yo no quiero ir’. Y (el amigo) dijo ‘va a pagar muy bien’. Entonces ya nos animamos, y ya fue él quien nos invitó a trabajar a Europa”, cuenta uno de los trabajadores a Forbes México.

El salario cobrado por Armando Martínez, Jerónimo Pérez y Alfredo Gómez era de unos 8 mil pesos por semana, un sueldo que no se alcanzaba ni trabajando los 30 días al mes. En la Ciudad de México, hay empresas que pagan 4 mil 251 pesos como salario mínimo. 

“El salario fue lo que nos animó a venir a Europa, pero luego pasan cosas, como que nos dicen tanto, pero luego baja y gracias a Dios estamos bien”.

Les gustó la labor, estuvieron contentos y trabajaban todos los días hasta 15 horas, algo que levantó interés entre los contratistas y los terminaron contratando para irse con un pasaje directo a Kiev.

Vieron paz, tranquilidad y frío, que era tolerado porque trabajan dentro de las viviendas remodeladas con acabados de lujo. Su plan era seguir trabajando en Ucrania, pero Vladimir Putin terminó con sus planes cuando el 24 de febrero de 2022 ordenó una invasión.

Las bombas, como cohetones de la feria

“Estoy un poco triste, aterrorizado por lo que está pasando con los colegas de Ucrania y vivirlo es muy fuerte”, cuenta Armando Martínez, quien hizo muchos años de su vida en un barrio popular de Tlalnepantla, Estado de México. 

Don Armando —de  ojos claros— usaba un cubrebocas negro para frenar cualquier variante de Covid-19; así, con chamarra negra y gorro negro con gris soportó las temperaturas de menos cero grados del invierno en Europa del Este. Con esa ropa y una pequeña mochila, pasaporte y teléfono logró salir de Ucrania. 

“Lo que nos aterrorizó fueron las alarmas, no sabíamos bien qué iba a pasar, pero cuando oímos las alarmas fue muy horrible”, agrega el mexiquense, quien fue uno de los 62 ciudadanos con nacionalidad mexicana, ucraniana y peruana rescatados por las embajadas de México en Rumania y Ucrania para regresar a México en un avión de la Fuerza Aérea. 

En un primer vuelo, el Ejército mexicano logró evacuar a 80 mexicanos a principios de marzo de 2022, cuando por la frontera de Siret, Rumania, no había activistas ni voluntarios.

“Al principio (de los ataques) se escucharon como si fueran los cohetes de la feria, pero muy fuerte”, recuerda. Esa escena les duró muy pocos días, porque uno de sus colegas de Hungría los ayudó.

“Nos sacó en un carro para que no nos fuera a pasar algo, por seguridad dijo ‘vámonos’. Y ya, me sacó él”.

Te recomendamos: Mis amigos fueron enlistados en el Ejército de Ucrania: músico veracruzano

—¿Qué va a ser lo primero que haga cuando baje del avión?

—Voy a ver a mi familia, abrazarla, y a ver a nuestra Madre Santa, la Virgen de Guadalupe, en la Basílica— dice Armando Martínez, quien irá a la colonia San Felipe de Jesús, en la alcaldía Gustavo A Madero, a comer sus carnitas favoritas y le dirá a su esposa que prepare los tacos dorados que tanto extrañó por su aventura en Europa.

‘Nadie nos creía’

“Yo le comentaba a mi familia que estaba en la guerra y no me creyeron al principio y luego se alteraron, pero ya aquí estamos”, suelta Jerónimo Pérez, quien junto con sus compañeros hicieron un vuelo de 18 horas desde el Aeropuerto Internacional de Bucarest hasta la Ciudad de México. 

“Fueron rápidos los tronidos que se escuchaban, no hicimos caso, salimos de la casa en la que estábamos trabajando y vimos cómo estaba cayendo todo eso y nos echamos a correr, mucha gente corrió. Eso fue lo que hicimos, huir de todo eso”, dice el mexicano, quien se dedica a la remodelación y pintura.

“Ya sabe cómo somos los mexicanos, nos aferramos a algo que queremos y lo logramos. Pero esa vez que nos sacaron de aquí de este lado no hubo problemas con la frontera de Ucrania, no hubo nada porque toda la gente salía y salía, ahora que venimos a Rumania sí fue un poco más tardado por los sellos en la frontera, pero nada más y por eso doy muchísimas gracias a Dios”, agregó Jerónimo, quien no le tenía miedo a las cámaras ni a los flashes.  

Un mes en Ucrania

“Llegamos a trabajar a Hungría y ahí nos invitaron a trabajar en Kiev”, narró Alfredo Gómez. Esa invitación fue hecha por un contratista, a quien le gustó su trabajo y se llevó a los albañiles mexicanos a la capital ucraniana en donde estuvieron 30 días, conocieron la paz y luego vieron cómo el Ejército ruso los invadía.

Era su primera vez en Europa instalando tablaroca, pasta y pintura primero en los lujosos barrios de Hungría y después en Ucrania.

“Unos amigos llegaron con una agencia, ellos habían venido hace varios años y yo llegué a Europa solo y por mis medios, me recomendaron con un contratista que tiene a otros mexicanos”, dice.

Alfredo Gómez afirma que un contratista se hacía cargo de ellos, mientras trabajan todos los días en Kiev: “No entramos como ilegales, porque todo se puede hacer en Europa del Este. Y por ejemplo en Hungría había ucranianos ilegales”.

El mexicano señala que Kiev era una ciudad muy tranquila, la cual conocía muy de madrugada: “Salía a las cinco de la mañana y regresaba 10 u 11 de la noche a dormir”.

“A mí me contagió el pánico de la gente, cuando se movía por las calles el Ejército de Ucrania”, agrega Alfredo Gómez, quien hoy ya está en la Ciudad de México descansando junto a su familia.

En México, Armando Martínez, Jerónimo Pérez y Alfredo Gómez seguirán trabajando en lo que más les gusta: la construcción. Y en el corto plazo no piensan volver a Europa, a menos de que algún productor de televisión los lleve a la pantalla chica, bromean.

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

 

Siguientes artículos

agua virus arn
OMS registra en nueva variante ‘Deltacron’ bajo nivel de circulación
Por

La variante que se está nombrando de forma no oficial Deltacron se ha detectado en Francia, Países Bajos y Dinamarca.