Buscar dominar o regular varias dimensiones es parte de la naturaleza de gobernantes y gobiernos, ya que también amplía su poder y capacidad de control. Desde el inicio del Internet, diversos estados han buscado formas de ‘territorializar’ la web, y últimamente también, han buscado reafirmar su autoridad y reclamar una especie de ‘soberanía digital’.

Lo anterior coincide con una época en la que el Internet es una base esencial de las actividades de la sociedad y los gobiernos imprimen políticas desde nacionalistas hasta autoritarias, lo cual ha cambiado la naturaleza original del Internet.

En estas políticas a veces hay un patrón común: El gobierno pone bajo reflectores alguna situación que pudiera ser de coyuntura o de preocupación para una parte de la población (protección de datos, combate a las fake news, neutralidad de red), luego establece políticas y acciones al respecto —más amplias que las debatidas, que tienden a acotar el margen de maniobra de ese recurso de Internet— y luego trata de minimizar su alcance o vender las medidas como una decisión fuerte, pero necesaria.

Acciones más comunes de Nacionalismo Digital

Localización de Datos

Al menos 60 países del mundo tienen restricciones generales sobre envío de datos a otras geografías o requieren la localización de datos dentro del territorio en el que se opera. Contrario a pensar que medidas similares se darían solo en países poco democráticos, países con este tipo de regulaciones incluyen Arabia Saudita, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, India, Nueva Zelanda, Rusia y Suiza. En el caso de México, existen regulaciones parciales dirigidas hacia industrias específicas como la médica y financiera.

Los fines pueden ser diversos, tales como protección de datos personales, seguridad nacional, supervisión regulatoria y cumplimiento legal o proteccionismo económico, pero la acción es prácticamente la misma. Por ejemplo, el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de la Unión Europea, que busca proteger datos estandarizados y facilitar que los ciudadanos comprendan y administren cómo se utilizan sus datos, impone obligaciones tan estrictas para conseguir sus fines que prácticamente se convierte en un requerimiento de localización de datos.

En general, un efecto de estas leyes es el encarecimiento de los procesos de cumplimiento, restricción de algunas funcionalidades y una intensa fragmentación de jurisdicciones para organizaciones y empresas multinacionales, quienes a su vez tienen más presupuesto para cumplimiento que las empresas pequeñas, las que destinarían un porcentaje más alto de ingresos para cumplir estas obligaciones.

Restricción Geográfica de Uso de Servicios y Operaciones

Históricamente se ha dado el caso de que ciertas empresas no pueden tener actividades en otro país. Son recordadas las restricciones de China a sitios como Google, Youtube, Facebook, Wikipedia, Twitter e Instagram, y docenas de otras páginas de diferentes latitudes. Sin embargo, el inverso también está sucediendo. Recientemente, Donald Trump firmó una orden ejecutiva donde le ordenó a las compañías de EE.UU. dejar de hacer negocios con TikTok y WeChat.

En junio pasado, luego de una afrenta entre China e India que dejó 20 soldados indios muertos y algunos chinos, el nacionalista gobierno de India prohibió el uso de apps como WeChat, TikTok, UC Browser, Baidu Map y otro medio centenar de compañías chinas por razones de “seguridad nacional” y como represalia por el incidente.

Sabotaje de Empresas Tecnológicas

En los últimos años han aumentado exponencialmente los esfuerzos directos o encubiertos para boicotear a empresas tecnológicas. Un primer mecanismo es explotar la infección de equipos, la filtración de bases de datos y el almacenamiento en la nube para aumentar el daño a empresas y gobiernos. Ahora ha derivado en formas más estructuradas de ataques, incluyendo grupos de hackers en países como China, Irán, Rusia, Corea del Norte y Venezuela, algunos de los cuales podrían estar patrocinados por agencias de sus gobiernos nacionales.

Desde hace un par de años, Donald Trump inauguró una nueva faceta: el activismo encaminado a que tecnológicas se retiren de ciertos territorios o fracasen. En el caso de la china Huawei y la red 5G, Trump ha intentado maniobras como impedir que haga negocios con el gobierno de EE.UU., ha torpedeado iniciativas de la empresa dentro del país, e inclusive ha llamado a socios comerciales y aliados de EU para que no hagan negocio con la empresa. Recientemente, Trump ha estado presionando a TikTok para que suspenda operaciones en EE.UU., o bien, sus operaciones en el territorio sean adquiridas por una tecnológica y/o fondo de inversión estadounidenses.

Apagado de Servicios de Internet y Firewalls

En caso de alguna situación incómoda, especialmente en épocas de manifestaciones multitudinarias continuadas, los gobiernos emiten órdenes para suspender los servicios de conectividad e Internet. La práctica es más popular en África, donde casi la mitad de los países ha ‘cortado’ intencionalmente el Internet en el último lustro.

Por otro lado, China es el país más avanzado en cuanto a cortafuegos, ya que su Gran Firewall actúa como un gran censor de páginas, pero también puede disminuir la velocidad de Internet, limitar las fuentes de información, vigilar de la actividad en línea, ser punta de lanza de proteccionismo comercial al impulsar copycats y empresas nacionales inspiradas en webs extranjeras, así como seguimiento a casos para modificar búsquedas o pedir la eliminación de contenido. Inspirados en China, diversos países experimentan con opciones para eventualmente tener su propio firewall de amplias posibilidades.

Futura existencia de Internets nacionales

Desde hace un lustro, algunas potencias mundiales comenzaron a establecer proyectos para eventualmente buscar crear su propio Internet para uso nacional o de bloque, lo cual partiría el ciberespacio que conocemos en dos o más segmentos. De acuerdo con Eric Schmidt, ex CEO de Google, China podría impulsar el fenómeno, que sucedería para 2028. Por ahora, esta idea puede aterrizarse en la fragmentación de los protocolos técnicos, por órdenes de gobiernos o a partir de prácticas comerciales.

El país que está más avanzado en esta fragmentación es Rusia, quien está probando un sistema nacional de Internet que funcionaría como una alternativa a la red en general. Para ello, Vladimir Putin impulsó Runet, una red con la infraestructura y un DNS independiente para mantener un Internet separado en caso de que fuera necesario, para que “no nos corten el Internet.”

Conclusión

Como se ha visto aquí, el Internet es parte de nuestras vidas y cada día más se entrecruza con la dimensión política, lo cual la deja vulnerable a políticas en turno y a una especie de balcanización. Esto tendría implicaciones colosales, no solo porque se usa a la red como moneda de cambio o presión, sino porque también requeriría una importante inversión en la infraestructura e incrementará los riesgos de seguridad de la red. Por ahora el terreno ganado por el nacionalismo es difícil de recuperar: el Internet y los espacios digitales son un lugar menos abierto que hace unos pocos años.

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