Yo nunca fui una niña a la que le gustara jugar con Barbies, para mí era más divertido andar en bicicleta, saltar por las casillas del avión dibujado en el suelo con gis o con un resorte o correr detrás de mis amigos en el recreo en el juego de atrapados. Sin embargo, casi todas mis amigas tenían una o varias Barbies, la casita, el coche, infinidad de vestidos y todos los accesorios. El fenómeno que generó la película de una de las muñecas icónicas en la industria del juguete es sorprendente. Mujeres de todas las edades nos vestimos —sí yo también—de rosa, que tampoco es mi color favorito,  y corrimos a las salas de cine a ver a Margot Robbie y a Ryan Gosling encarnar a Barbie, a Ken y todo lo que ellos evocan. La apuesta de los actores, la directora y de Mattel mismo fue muy, muy arriesgada.

Pues tomaron el riesgo y les fue súper bien. El reto es complejo en muchas aristas. Casi 60 años después de ser introducida en el mercado, la muñeca Barbie de Mattel Inc. ha sido uno de los juguetes más emblemáticos del mundo, eso nadie lo puede negar. Por supuesto, que tanto el panorama de la industria como las preferencias de los consumidores han cambiando a lo largo del tiempo. Cuando en 1945, Ruth y Elliot Handler iniciaron Mattel Inc., la compañía vendía casas de muñecas y marcos para fotografías. En 1950, Ruth Handler se inspiró en su hija Barbara, que jugaba con muñecas de papel, para crear una muñeca que llevara a las niñas a fantasear y a crear posibilidades para el futuro. Su idea fue un gran éxito. 

Los motivos de Ruth Handler fueron nobles. El crecimiento de Mattel y la consolidación de Barbie como un producto bandera de la compañía, también enfrentó a situaciones como competidores que querían su pedazo del pastel en la industira del juguete. Además, vinieron las controversias. Se cuestionó el cuerpo desproporcionado de la muñeca, sus medidas no son naturales; se criticó que la belleza se centrara en una mujer flaca, blanca y rubia que abonara a la supremacía blanca; que no se le percibiera muy inteligente; que encarnara una mujer de ornato, como un trofeo que necesitara a Ken a su lado. En una versión parlante de la muñeca, se le escucha decir que la clase de matemáticas era muy difícil. Hubo momentos en los que la muñeca generó verdaderas dicotomías: Querían convertirse en Barbie, y querían destruirla. Querían su perfección, pero también querían castigarla por ser más perfecta de lo que nunca hubiera sido. 

Cuidado, no es que literalmente quisieran convertirse en ella, por supuesto, despertarme con un par de pechos de plástico duro, el cabello rubio grueso, agujeros cerosos en las orejas,  pies deformes,  pero una parte de la fanaticada de Barbie estaba persiguiendo a los dioses falsos por los que representaba: la belleza como una especie de garante espiritual, emitir cheques en blanco para un destino exitoso que se logra a base de desarlo y ya; la molesta facilidad que ofrecen la riqueza y la blancura; la identidad triunfante de algo que es inalcanzable en la vida real. 

Eso que sucede en Barbieland, pasa en el terreno profesional y en nuestras vidas individuales. Anhelar lo que no se puede —niveles de ventas fantásticos, presupuestos mal calculados, éxitos perennes—, incluso cuando la propia conciencia de  imposibilidad nos hace querer destruir a su falso profeta: Barbie como vendedora de la manzana envenenada, de brebaje de serpiente que vende los artículos existenciales y plastilinos de su feminidad imposible, un mundo rosa jarabe de la tos a la vez. En la vida real, no se puedo todo a la vez. Eso trajo el declive del producto y lo peor llegó cuando las niñas dejaron de tener interés en jugar a las muñecas. 

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 Como es lógico, Barbie captó la atención de muchas mujeres y se situó en  el centro del reflector cuando los consumidores criticaron al juguete por proporcionar una visión estrecha y poco realista de cómo deberían verse las mujeres a sí mismas y por los demás: cómo deberían vestirse y las carreras que deberían seguir. Las ventas y la percepción pública de la muñeca estaban en declive. Mattel tuvo que plantearse dos preguntas estructurales muy importantes:  ¿Hay un lugar para Barbie en nuestro tiempo o llegó el final de la línea para la icónica muñeca? ¿Qué podría hacer Mattel para cambiar las cosas?

La planeación y la ejecución de la estrategia que Mattel ideó fue excelente. En forma reflexiva, llevó el análisis a los más profundo: el replanteamiento de la misión y la visión misma que la empresa quería proyectar desde su creación bandera. Se tomó en serio las críticas sobre su producto estrella y a partir del humor abordó el tema, construyó los personajes, generó alianzas tácticas y todo el plan lo llevó a cabo en forma armónica. La génesis de la concepción se sustentó en un pensamiento filosófico reflexivo y autocrítico. ¿Cómo queremos participar en el mercado enfrentando los desafíos que la sociedad está planteando hoy?  La elección de la directora Greta Gerwig fue fundamental, como lo fue que la película resultara divertida tanto para los adoradores de la muñeca como para sus críticos. El acento feminista ayudó a que muchas personas tuvieran un mejor acercamiento al proyecto. 

El planteamiento es profundo y se aleja de la frivolidad que había rodeado a Barbie. Abordan la superficialidad desde una postura crítica y señalan la inmediatez y los frutos de la aceleración social desde la distancia analítica. Se tratan temas relevantes como el techo de cristal, el patriarcado machista, la desigualdad de oportunidades. En el mundo de Barbie, la presidenta es una muñeca de raza negra —cosa que jamás ha sucedido en los Estados Unidos— hay muñecas embarazadas, deportistas, científicas, con discapacidades y enfermedades en la piel como las que Mattel ha puesto en el mercado en los últimos años.

Sí la Barbie de le película es un estereotipo, no podía ser de otra manera. No obstante, la carga reflexiva no queda sólo en la protagonista de la película.  Es muy relevante como el personaje de Gloria protagonizado por América Ferrara, quien en el pasado encarnó a Betty la Fea, sea la que salva a esta Barbie que interpretada por Margot Robbie cuya belleza es estereotipada como una rubia platinada perfecta, pero que va perdiendo identidad. El diálogo más impactante de la película es aquel que Gloria (América Ferrara) sostiene para ayudar a Barbie a recuperar lo perdido frente al movimiento patriarcal iniciado por Ken en Barbieland.  Pero frente a ella misma, también.

La película de Barbie es la historia del héroe que logra la transformación, pero también es una crítica a las sociedades de cristal, al machismo feudal y al feminismo recalcitrante. Se busca equidad, equilibrio. No es un enfrentamiento entre los unos y las otras. Barbie es impulsada de manipular a Ken porque sabe que está enamorado de ella; Ken impone el poder de la hegemonía masculina y se exponen los problemas de una vida más humana en un microcosmos de plástico. La apuesta de los actores, la directora y de Mattel mismo fue muy, muy arriesgada. No el balde, Ryan Gosling se tardó un año en decidirse a participar. Apostaron y ganaron. Barbie triunfó y sus aliados estratégicos —productos con la marca de la muñeca, también—. No hay duda. Al salir del cine, yo que no fui una niña que jugó con esas muñecas, estaba feliz y conmovida. 

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