AFP.- Cuando el agua deja de fluir por el grifo, Aurora Cornejo sale de madrugada en busca de camiones cisterna que pueden tardar horas en abastecerla, aunque las lluvias que azotan Ciudad de México parte del año son ahora una ayuda. “El agua a veces se va un mes y tenemos que ir a formarnos desde las 4, a veces 1 de la mañana, a donde nos otorgan las pipas (camiones cisterna)”, dice la mujer, de 36 años de edad, a la AFP desde su casa en Iztapalapa, zona periférica de Ciudad de México donde viven 1.8 millones de personas y la falta del líquido es constante. Ante el problema, Cornejo decidió sumarse a la “cosecha” de lluvia, un programa impulsado por el gobierno de Ciudad de México y la empresa mexicana Isla Urbana que instala recolectores de precipitación en los hogares a fin de paliar la escasez. Se trata de una solución al añejo problema de falta de agua en Ciudad de México, una megalópolis en la que abastecer del líquido a más de 20 millones de habitantes es todo un reto. Para abastecer a la capital mexicana, por décadas se han sobreexplotado los mantos acuíferos, lo que ha provocado que algunas partes de la ciudad –construida sobre la ciénaga de la antigua Tenochtitlán– se hundan hasta 30 cm cada año. También se provee agua a través del sistema Cutzamala, una obra de ingeniería civil que la transporta desde Michoacán, 300 kilómetros al oeste. Sin embargo, se estima que 40% del agua se pierde en fugas, lo que empeora el problema. La crisis en la capital y en otras ciudades del país pone a México como uno de los países que enfrenta mayor estrés hídrico –consume más agua de la que se repone naturalmente– sólo detrás de Chile en América Latina, según la organización World Resources Institute. Lee también: Científicos prevén olas de calor y lluvias torrenciales más largas por cambio climático

Respiro para los mantos acuíferos

Los sistemas no son suficientes y enfrentan constantes fugas, por lo que muchas familias como la de Cornejo reciben agua de forma intermitente o sucia. Por ello, a veces tienen que pagar por camiones cisterna entre 800 y 1,000 pesos (entre 40 y 50 dólares) para tener agua. “La ventaja que tiene la captación de lluvia es que te ayuda a abastecer de agua de una manera muy puntual viviendas aisladas que de otra manera sería muy difícil darles un abasto de agua que no sea a través de pipas”, dice Nabani Vera, director de comunicación de Isla Urbana. El gobierno instala unos 50 sistemas de “cosecha” cada día, sobre todo en la populosa Iztapalapa, para aprovechar la temporada de lluvias en la capital, que puede durar unos seis meses y que suele inundar varias zonas de la ciudad. Las autoridades buscan instalar 10,000 sistemas de recolección de lluvia en el año y unos 100.000 durante los próximos seis años. El costo de cada uno es de aproximadamente 20,000 pesos (cerca de 1,000 dólares), que son pagados por las autoridades. “Este programa se lleva a cabo para que se le dé un respiro a esos mantos acuíferos, que se vuelvan a llenar”, dice Alfredo Bajonero, un trabajador gubernamental de 47 años que promueve en Iztapalapa la “cosecha” de lluvia.

‘Tlaloques’

El sistema para recolectar lluvia es sencillo y similar al que existe en otros países que enfrentan problemas de abasto de agua, como India. Cuando llueve, el agua baja desde el techo de las viviendas a través de tuberías a una primera cisterna de plástico denominada “tlaloque” (el nombre que tenían en la mitología azteca los ayudantes de Tláloc, el dios de la lluvia). Ese recipiente, con capacidad de 210 litros, funciona como separador de las primeras aguas, que suelen arrastrar la suciedad del techo y otras impurezas. Una vez que se llena el “tlaloque”, una válvula dirige el resto del agua a un tinaco o cisterna con capacidad de 2,500 litros en donde se le añade cloro para limpiarla.

Gráfico: Isla Urbana

El agua se puede utilizar para lavar trastes, bañarse o limpiar la casa, pero no para beber. “Hemos aprovechado ya el agua que nos ha llegado”, dice Felisa Luna, de 64 años, quien desde abril tiene instalado el sistema de “cosecha” en su casa. Desde entonces, Luna y su familia han llenado dos veces la cisterna y dejaron de preocuparse por vigilar a qué hora de la madrugada caía el agua y si llegaba sucia. “Ya ahorita se puede decir sí, que 5,000 litros los hemos aprovechado. Ya vamos por el tercer tinaco (cisterna) que se va llenando”, dice mientras una nube gris se asoma en el cielo.

 

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