Por Norbert Monfort* Los denominados departamentos de “recursos humanos” (cabe preguntarnos: ¿nos gusta a las personas ser llamados ‘recursos’?) han insistido desde siempre en un punto fundamental: la importancia de las relaciones interpersonales en los ambientes de trabajo. Pero en este último siglo, donde conviven las poderosas empresas de siempre, las pymes, los emprendimientos por crowdfunding, las startups e innumerables iniciativas aisladas, cultivar las relaciones entre las personas para conformar grandes equipos de trabajo se ha vuelto fundamental. ¿Cómo se logran buenos ambientes de trabajo? No se trata solamente de pasarlo bien, sino de generar “adicción” sobre lo que hacemos día a día, es decir, de crear una cultura atractiva donde trabajadores comprometidos persigan un objetivo común. Para lograr esto se necesita engagement (compromiso), para lo cual existen distintas herramientas según determinados enfoques. El cine nos ofrece un ejemplo singular de la mano del inigualable Roberto Begnini, quien en 1997 protagonizó y dirigió una película que sigue estando hoy entre los grandes clásicos modernos: La vida es bella. Uno de sus puntos fundamentales, a riesgo de que nos pueda parecer absurdo, es el siguiente: ¿se puede lograr engagement en un campo de concentración nazi? Para ofrecer algo de contexto es necesario recordar cómo el protagonista, Guido, es llevado a un campo de concentración debido a su origen judío. Allí, para proteger a su hijo Giosuè, comienza a elaborar una enorme fantasía para justificar la terrible realidad que les rodea. La creatividad de Guido para ocultarle a su hijo lo que está viviendo se basa en dos herramientas fundamentales: storytelling y gamificación (educación mediante juegos). La escena que mejor ilustra esto es la “traducción” que Guido hace de los oficiales alemanes para convencer a Giosuè de que no tiene nada que preocuparse: “Empieza el juego, quien no haya llegado ya no juega. Se precisan 1,000 puntos. El primer clasificado ganará un tanque blindado nuevo. ¡Menuda suerte! Cada día leeremos la clasificación por aquel altavoz de allí. Al último le colgaremos un cartel que dirá ‘asno’. Nosotros estamos en el equipo de los súper malos que gritan sin cesar. Nunca olvidar tres reglas generales: 1) No intentes escapar. 2) Sigue cada orden sin hacer preguntas. 3) Nada de protestar. ¿Está claro? En tres casos se pierden todos los puntos: 1) Los que empiezan a llorar. 2) Los que quieren ver a su mamá. 3) Los que tienen hambre y piden la merienda. Probablemente de manera inconsciente, Guido llevó a la práctica — en medio de un contexto aterrador— todos los conceptos de la gamificación: planteó una misión, la de ganar el juego; estableció un flow, es decir, niveles, reglas de comportamiento para cumplir la misión como no protestar o escapar; y describió distintos tipos de jugadores, como los ‘súper malos que gritan sin cesar’; y, por último, prometió una recompensa… ¡el tanque blindado! Vale mucho la pena observar las expresiones del pequeño niño ante estas instrucciones: son una mezcla de ansiedad, intriga, sorpresa y entusiasmo. ¿Pensamos en todas estas cualidades cuando queremos motivar a nuestros equipos de trabajo? Guido se las ingenia para crear un nuevo tipo de ambiente con esa gran capacidad humana que, aunque no lo parezca, todos tenemos de modo innato: contar historias. Y si a eso le sumamos los condimentos que nos aporta la gamificación, la actitud de quienes están involucrados puede transformarse de una manera revolucionadora. La capacidad de crear historias y de crear ilusión no deberían pertenecer sólo al campo del entretenimiento. Como líderes, como managers, como directivos, tenemos que ser conscientes del enorme potencial que tenemos a la hora de comunicar. Tal como nos muestra la película, no hacen falta grandes medios o costosos equipamientos: quizás, únicamente se precise de empatía con quienes nos rodean y autoconocimiento para saber elegir el momento. Como dice Guido al comienzo de la película: “Esta es una historia sencilla”. *CEO de Monfort Ambient Management y profesor del ESADE.   Contacto: Twitter: @monfortnorbert Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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