Como ha ocurrido en todos lados, la cuarentena tuvo un impacto muy severo en la economía. Este se agravó por la naturaleza propia de nuestra estructura económica con mucha informalidad, gente que vive al día y la falta de un sistema de seguridad social con apoyos monetarios para permanecer en casa. Después de dos meses de sana distancia empezó la reapertura gradual, se tomaron ciertas medidas y la presión por reabrir las actividades económicas ha venido creciendo. Para resumirlo en una sola frase: “Si no te mueres de Covid-19, te mueres de hambre”. Una falsa dicotomía.

Tan distintas, Europa y Las Américas

A diferencia de lo que ha pasado en Europa, en “Las Américas” hemos tenido una pandemia muy diferente. En Europa la pandemia fue sumamente explosiva, creció muy rápido, llegó a su máximo y paulatinamente ha descendido. También podemos decir que muy focalizada en ciertas ciudades y que los gobiernos tomaron muy en serio el esfuerzo las cuarentenas y el uso del tapabocas. Por su parte, en “Las Américas” con mayores extensiones territoriales, un mayor uso del automóvil sobre el transporte público, así como una menor densidad poblacional, observamos evolución desigual y una propagación de la pandemia en diferentes tiempos. De suerte que tenemos en realidad muchas epidemias (estados) dentro de la epidemia (México), además de una renuencia de los gobiernos a hacer obligatorio y sancionable el uso de los tapabocas.

Diferentes intensidades

Como resultado de las medidas que tomaron los gobiernos durante la pandemia en Europa, han logrado generar la confianza en su ciudadanía de que lo peor ha pasado y hay control. Fueron tres meses críticos -durísimos-pero con la intensidad propia del europeo en lo que hace, una verdadera carrera de 100 metros en la que se aplicaron medidas para las diferentes fases de la pandemia (emergencia, crisis y recuperación). Se detuvo la actividad económica con estados de emergencia sancionables para después ordenadamente reanudar. Si bien hay algunos rebrotes, estos son focalizados y se atienden de forma específica.

En cambio, acá en Las Américas hemos optado por un manejo sin intensidad, laxo y, por lo tanto, hemos elegido una pandemia larga. Probablemente, impusimos medidas cuando no había transmisión comunitaria e iniciamos el proceso de apertura cuando la transmisión se propagaba. No hemos hecho obligatorio ni sancionable el uso del tapabocas y enfrentamos una pandemia que se parece más a una carrera de diez mil metros. El resultado es que tenemos una pandemia interminable tipo valle de muchos meses de duración con la economía a media máquina, maximizando el sufrimiento humano y la afectación económica. Al final, habrá mas muertos y menos economía.

Curiosamente, en la medida que pasa el tiempo y la pandemia se hace interminable queda más claro que no se trata de economía o salud. Esto lo entendieron muy bien los gobiernos en Europa. En la medida que más gente se contagia y fallece, son los mismos ciudadanos los que por precaución limitan sus actividades sin importar que estén abiertas al público. La sensación de que no hay control sobre la pandemia tiene un inadvertido-pero brutal- impacto económico más allá de lo que los gobiernos cierren o abran. Así, en última instancia, quien decide reanudar las actividades al 100% es el propio ciudadano bajo su criterio cuando ve que las cosas están bajo control. Mientras el gobierno no mande una señal clara de que de orden respecto al manejo de la pandemia, no regresará la economía a su potencial y el sufrimiento humano será mayor. En cuanto a pandemias, más vale una colorada que muchas descoloridas.

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