Por Ernesto Piedras*

La edad y los referentes de juventud, madurez, vejez y todos los demás se definen y cuantifican a partir de la métrica del número de años. En el caso específico de la juventud o iuventus (latín) y que hoy la  Organización Mundial de la Salud ubica en el segmento de edad entre la infancia y 20 años socialmente es caracterizado por ser uno de abundante energía disruptiva, innovación, exploración y varios atributos semejantes más.

El 12 de agosto ha sido determinado por la ONU como el Día Internacional de la Juventud. En México, el INEGI clasifica a la población joven aquella entre 15 a 29 años y ha publicado un diagnóstico cuantitativo que, a su decir, busca “garantizar la satisfacción de sus necesidades y demandas, así como el pleno desarrollo de sus capacidades y potencialidades particulares”.

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La dinámica y estructura poblacional en México ha sido y continúa siendo por demás cambiante. Esa dinámica tiene muchas implicaciones en la demanda por servicios educativos, habitacionales, laborales, y de todo tipo. Como país, hemos  pasado de 14.3 millones de habitantes en 1921 a 97.4 millones para el año 2000 y posteriormente 124.9 millones para 2018. Así, nuestra anteriormente llamada pirámide poblacional ha angostado su base para tender a asemejarse más bien a un cupcake. Nuestra población pretéritamente joven tiene hoy un carácter más bien de corte maduro y tendiendo a envejecer. De acuerdo con CONAPO, la media de edad en 1950 de 17 años ascendió en 2000 a 22 años y más recientemente, en 2018 llegó a 28 años.

Pese lo anterior, México ostenta una estructura poblacional en la que de 124.9 millones de mexicanos, 24.6% (30.7 millones) son jóvenes, es decir, uno de cada cuatro mexicanos se encuentra entre los 15 y 29 años.

Conectividad de los jóvenes

Los jóvenes de hoy nacieron en la conectividad moderna y son ciudadanos digitales para quienes el ecosistema de dispositivos como las laptops, smartphones, consolas de videojuegos y tabletas, así como internet y sus aplicaciones Instagram, YouTube, Facebook, Twitter, Spotify, Netflix, entre otros, son elementos naturales de su desenvolvimiento social.

De las 120.6 millones de líneas móviles en operación hoy, 35.4 millones están en manos de jóvenes, que equivalen a una penetración móvil de 130.4% para ese rango de edad, prácticamente todos (95.8%) operando con teléfonos inteligentes y de los cuales, 9 de cada 10 cuenta con servicio de Banda Ancha Móvil (BAM).

Si bien hoy el conjunto de la sociedad nos caracterizamos por ser el Homo Telecom, es decir el hombre de la conectividad a distancia, es precisamente este grupo poblacional que se caracteriza por tener los hábitos de consumo y preferencias más intensivos en el uso de servicios y aplicaciones de conectividad, marcadamente móvil. Destaca el uso de la BAM para mensajería instantánea (86.8% del total), redes sociales (80.5%) y búsquedas de información (52.5%), todos ellos muy por arriba del promedio que registra el resto de la población.

Acceso a Conectividad en Jóvenes

Al revisar los determinantes de la demanda o las variables explicativas de la adopción de conectividad entre segmentos poblacionales, son identificables las habilidades digitales, poder adquisitivo, actividad laboral, hábitos de uso, preferencias de consumo, entre otros. Al respecto, más de la mitad (56.5%) forman parte de la población económicamente activa (PEA), 96.3% de ellos efectivamente empleados, lo que representa un elevado grado de empleo relativo.

Destaca como una diferencia notable de los jóvenes respecto a otros segmentos de la población la contratación de líneas móviles bajo la modalidad de pago de prepago o recargas. Entre ellos lo hacen 84.9% del total de líneas móviles, mientras que el resto de la población ronda en la vecindad de 82%. Tan solo 15.1% cuenta con plan de renta mensual, debido a restricciones de poder adquisitivo, generación de ingresos regulares y medios crediticios requeridos para su contratación.

Para nadie es un secreto que la adopción de la conectividad en la estructura social es por demás transversal entre grupos de edad, niveles socioeconómicos, géneros y demás segmentaciones relevantes, las diferencias principales radican en los usos y hábitos específicos de cada uno de ellos. Lo que distingue al grupo denominado de jóvenes, y niños, por cierto, es que afortunadamente para ellos estas capacidades digitales son un elemento más de su naturaleza adquirida, nacieron y se han desarrollado con ellas, en contraste con las generaciones de mayor edad que les ha tocado verlas llegar y adoptarlas.

La escuela, la biblioteca, el parque, el antro, la familia y todo, para ellos, como formato natural tienen una dimensión digital fundamental y, tanto la evolución tecnológica como la adopción social revelará estas nuevas dimensiones sociales que definitivamente, no tienen freno ni reversa. Las capacidades y los riesgos asociados son abundantes e incluso inimaginables, pero por ello es importante seguir dando cuenta de su evolución tanto en términos cualitativos como cuantitativos.

  *El autor es director general de The Competitive Intelligence Unit y Nomisma Consulting.

 

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