Si bien las denominadas big tech han mejorado la inclusión financiera en el mundo, éstas representan desafíos para los bancos centrales y reguladores relacionados a la estabilidad financiera, ya que pueden pasar muy rápidamente del “demasiado pequeñas para preocuparse” a  “demasiado grandes para fallar”, aseguró el gerente general del Banco de Pagos Internacionales (BIS), Agustín Carstens.

El exgobernador del Banco de México (Banxico) indicó que, por ejemplo, los gigantes tecnológicos han llegado a representar el 94% de los pagos móviles en China en unos pocos años; además el crédito que ofrecieron  creció 40% solo en 2020, con lo que alcanzaron más de 700,000 millones de dólares a nivel mundial. 

Carstens indicó han reducido el costo de incorporación de nuevos clientes y han ayudado a superar las barreras geográficas para llegar quienes antes eran desatendido, además han reducido los costos y mejorado la inclusión financiera en todo el mundo, sin embargo, plantean al menos tres nuevos desafíos.

El gerente general del organismo expuso que para los bancos centrales y los reguladores financieros, el primer y más directo desafío de las big tech se centra en la estabilidad financiera.

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“Las big tech tienen ventajas derivadas de los datos de sus usuarios, lo que conduce a amplias redes y una amplia gama de actividades. Esta ventaja que fluye de los datos da lugar al llamado ciclo de retroalimentación de actividades de red de datos o ADN. Con esto, las big tech pueden pasar muy rápidamente de ‘demasiado pequeñas para preocuparse’, a ‘demasiado grandes para ignorarlas’ a ‘demasiado grandes para fallar’”, señaló.

Y es que, precisó, sólo cuatro gigantes tecnológicos brindan casi dos tercios de los servicios globales en la nube, los cuales se están convirtiendo en un elemento crítico para el sector financiero y brindan ventajas en términos de eficiencia para las instituciones, pero la dependencia de la industria a unos pocos actores hace que el sistema sea más vulnerable a fallas operativas a gran escala, insolvencia o ciberataques.

Un segundo desafío de las big tech es preservar la competencia leal. Esto es especialmente relevante para las autoridades de competencia o antimonopolio (…). Tienen varias ventajas competitivas sobre otras empresas en virtud de sus modelos de negocio, tecnología y redes. En muchos casos, esto se ve agravado por una regulación inadecuada y la posibilidad de arbitraje regulatorio”, señaló Carstens.

El tercer desafío es la gobernanza de datos y su protección, dado que estas compañías tienen un incentivo para recopilar la mayor cantidad posible de datos personales sobre sus usuarios, por ser clave para su negocio.

En este sentido, dijo que, mirando hacia el futuro, una pregunta para reflexionar es cómo sería el futuro sistema financiero con los gigantes tecnológicos, cuyo ejercicio implica necesariamente un salto de imaginación, pero las experiencias recientes sugieren que, sin una respuesta de política pública, puede haber dos escenarios, que no son necesariamente excluyentes entre sí.

“En el primer escenario, las big tech podrían establecer una gran huella en los pagos minoristas al proporcionar sus propios medios de pago. En el sistema actual, brindan servicios de pago front-end para las tarifas, pero para la compensación y liquidación back-end utilizan la infraestructura pública anclada en el balance del banco central.

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No obstante, consideró que las grandes redes y datos podrían permitirles desarrollar sus propios sistemas de pago que combinen servicios; de hecho, las barreras regulatorias para el establecimiento de redes de pago privadas son bajas.

“Esta es la razón por la que la rápida aparición de redes de pago de circuito cerrado, operadas por solo unas pocas grandes tecnológicas, es un riesgo real. Conduciría a una fragmentación de los pagos y representaría una amenaza para el carácter de bien público del sistema de pagos”, alertó.

En tanto, en el segundo escenario, Agustín Carstens indicó que no sólo operarían su propio sistema de pago, sino que también emitirían una stablecoin para uso exclusivo en su sistema, como la propuesta Diem de Facebook, generando implicaciones más profundas.

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“Las grandes redes de las big tech podrían conducir a una adopción rápida y a gran escala de monedas estables. Los datos de las transacciones de pago mejorarían su capacidad para explotar el ciclo del ADN. Esto podría concentrar aún más el poder del mercado en manos de unos pocos y amenazar la estabilidad financiera, la competencia leal y la gobernanza de los datos”.

Además, las stablecoin podrían desafiar los modelos comerciales de los bancos, especialmente si esos nuevos instrumentos afectan la demanda de depósitos bancarios, lo que obstaculizaría la capacidad de las instituciones para realizar su función de intermediación crediticia.

Y tercero, las stablecoin podrían conducir a una fragmentación del sistema monetario, ya que podrían resultar en “jardines amurallados”.

“Si estos escenarios parecen probables, qué deberían hacer las políticas públicas. Para ser claros, el objetivo de las autoridades públicas no es detener la innovación útil en el sector financiero. Más bien, la política debe servir al interés público, equilibrando los beneficios generales con los riesgos potenciales”, planteó Carstens.

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