A comienzos de este año comentaba en este mismo espacio que el siglo XXI iba a ser en lo económico el siglo del continente asiático. En aquel momento todas las variables apuntaban a que el dominio asiático de la economía mundial era ya un hecho y además todo indicaba que su peso sería aún mayor en los próximos lustros. Países como China, Japón, Indonesia o India y en menor medida otras economías pujantes como Corea del Sur o Taiwán estaban llamadas a liderar el mundo económico de forma incontestable. Sin embargo, este análisis se hizo sin tener en cuenta los efectos de un fenómeno entonces imprevisible como era el de la aparición en escena del coronavirus.  

El Covid-19 desencadenó el confinamiento en los primeros meses del año de ciudades enteras, el cierre de fronteras y el cese temporal, que en muchos casos se ha convertido o se convertirá en definitivo, de miles de empresas repartidas por todo el mundo. La enfermedad a día de hoy está lejos de ser controlada y las nefastas consecuencias económicas que el virus está trayendo consigo son cada día más doloras. Millones de personas han perdido sus empleos y el hambre y la desesperación llama cada vez a más puertas. En definitiva, el mundo se está enfrentando a una crisis sanitaria y económica global sin precedentes.

La pandemia traerá muchos cambios en nuestra forma de vida en los próximos años. Algunos de estos cambios son a día de hoy aún muy difíciles de calibrar, pero otros parecen ya evidentes. Entre estos últimos destaca la mayor dependencia de la tecnología en todos los aspectos de nuestras vidas como en el trabajo, el ocio, el consumo o el aprendizaje. Igualmente podemos incluir en este cambio de paradigma el reforzamiento de Asia como el espacio geográfico que asumirá en los próximos años el liderazgo económico indiscutible gracias a su apuesta clara y sin ambages por la utilización de la tecnología a gran escala. Además, aunque el continente presenta una gran variedad de regímenes políticos, en la mayoría de los casos estos se caracterizan por una fuerte estabilidad, lo que constituye una palanca muy importante para impulsar y consolidar su crecimiento y liderazgo económico.

Antes de la crisis la mayor parte de los países asiáticos apostaron por la digitalización y las nuevas tecnologías y esta apuesta les ha ayudado, en gran medida, a afrontar con éxito la gestión de la pandemia. Si se examinan, por ejemplo, las cifras de fallecimientos en Corea del Sur o Japón se observa como entre ambos países llevan a día de hoy poco más de 1.300 fallecidos conjuntamente cuando su población combinada suma algo más de 180 millones de personas.

Sin embargo, no podemos considerar a la tecnología como el único factor que explique el “éxito” de ambos países en el control de la pandemia. Existen otros elementos que también hay que tener en cuenta como son el del distanciamiento social natural que existe, por ejemplo, en Japón, en donde costumbres como abrazarse, darse la mano o besarse en público son muy infrecuentes. Además, hay que tener en cuenta que en la cultura asiática, al contrario de lo que sucede en Europa o América, lo colectivo tiene un papel mucho más importante en la vida de la gente que lo individual. El individuo en Asía tiene asumido desde la infancia que pertenece a un colectivo y que sus decisiones individuales terminarán afectando al grupo y por eso tiende a medir mucho más sus actos si estos afectan o pueden afectar al colectivo. Por el contrario, en Europa o Latinoamérica, es lo individual o el yo lo que acapara todos los focos, tendiéndose a dejar en un segundo plano a la colectividad en la que el individuo está inserto.

Finalmente, hay que indicar que al contrario de lo que ha sucedido en Europa o Latinoamérica en donde sus gobiernos han ido por lo general siempre por detrás de la pandemia en lo que a la toma de decisiones se refiere, en Asia las autoridades tomaron medidas desde el primer momento de forma decidida y es en este punto en donde estos gobiernos han utilizado las posibilidades que les ofrecen las nuevas tecnologías de forma masiva. Otro punto de debate será el determinar en que medida muchas de estas prácticas están suponiendo o no el quebranto de derechos fundamentales individuales, aunque en este tema es preciso volver a destacar como en la cultura asiática lo colectivo es mucho más importante que lo individual.

La dinámica positiva que las economías asiáticas traían con anterioridad a la pandemia, el hecho de contar con una población mayoritariamente joven, el contar con niveles de deuda pública relativamente bajos, el aprovechamiento de las nuevas tecnologías en el control de la pandemia y la toma de medidas rápidas y eficaces por parte de sus gobiernos, son las claves que refuerzan el liderazgo de Asia como la potencia económica del siglo XXI. En contraposición a esto encontramos la pésima gestión que de la pandemia se ha hecho en Europa, Estados Unidos y muy especialmente en Latinoamérica en donde el número de fallecidos continúa creciendo de forma desbocada y en donde las consecuencias económicas serán devastadoras en el corto y medio plazo.

Sin embargo, no todo el viento es a favor de las economías asiáticas. Por un lado, los efectos de la pandemia todavía se dejarán notar de forma notable en los próximos meses y el hecho de que hasta el momento estos países hayan sorteado la crisis sanitaria mejor que otras geográficas no implica que a corto plazo la situación allí también se complique desde el punto de vista económico y sanitario. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la mayoría de las economías asiáticas son exportadoras y dependen en gran medida de la demanda del resto del mundo y por lo tanto sus economías también dependerán en gran medida de cómo se recupere económicamente el resto del planeta.

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LinkedIn: Máximo Santos Miranda Ph.D.

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