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Por Nuria Marín Raventós* Los deportes también son reflejo de la geopolítica, y las recién concluidas Olimpiadas de Invierno son un ejemplo de ello. El acontecimiento, realizado en Pyeongchang, Corea del Sur, del 9 al 25 de febrero pasado, será uno de los más relevantes del año. Cuando, en julio de 2011, el Comité Olímpico Internacional (COI) definió que la sede de 2018 sería este país asiático, seguramente no imaginó la coyuntura de tensión que habría, no sólo en la Península de Corea, sino en su entorno regional y geopolítico. Era complicado anticipar que la retórica históricamente utilizada por los líderes de Corea del Norte se convertiría en una escalada armamentista, con la llegada de Kim Jong-un como líder supremo  de Corea del Norte a partir de diciembre de 2011. Proféticamente, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, auguró a Donald  Trump, su sucesor, que uno de sus mayores retos sería Corea del Norte. Pese a la condena internacional y un récord de sanciones impuestas en 2017, en su discurso de Año Nuevo, Kim Jong-un anunció que Corea del Norte se convirtió en potencia nuclear ese año y que incrementará, en 2018, la producción de armas atómicas y de misiles balísticos. En estos hechos, también incidió la fuerte retórica de Donald Trump, en campaña y como presidente, así como su falta de claridad sobre si cumpliría con los compromisos de defensa con Corea del Sur y Japón, aliados históricos en el noreste de Asia. Esta duda quedó aclarada cuando, ya estando en la Casa Blanca, realizó ejercicios militares en la región e instaló, en mayo, un sistema de defensa antimisiles en Corea del Sur, lo que dio tranquilidad a sus aliados, pero puso incómoda a China. Tampoco ayuda la ambivalencia de China, a pesar de tener el mayor músculo para frenar las ambiciones de Kim Jong-un. Por una parte, votó por las sanciones, pero, por la otra, hay sospechas de su participación en el transbordo de crudo a Norcorea, aunque China niega toda participación en ello. Pyeongchang está localizada a 80 km de la frontera de Corea del Norte, así que el nivel de tensiones, aunado a la tentación que brinda el nivel de cobertura mediática que este tipo de eventos tiene (las ceremonias de apertura de Río 2016 y Beijing 2008 contaron con 342 millones y 1,000 millones de televidentes, respectivamente) acrecentó el temor por la seguridad del evento. Al 31 de octubre de 2017, 92 países ya habían realizado su inscripción a los juegos, pero en la lista todavía no estaban Estados Unidos ni Francia. ¿Estaban dispuestos a cambiar su posición ante el mensaje conciliador de Kim Jong-un, de iniciar conversaciones con Corea del Sur para analizar la participación de sus 22 atletas clasificados? Otra noticia que debilitó el evento fue la decisión de la Liga Nacional de Hockey, que integra equipos de Estados Unidos y Canadá, de no asistir, al aducir inconvenientes con el calendario y lesiones pasadas, sin importarles la amenaza de suspensión para la próxima edición. ¡Ése no es el espíritu olímpico! Otra variable negativa es que Rusia, uno de los países más medalleros y anfitrión de las últimas Olimpiadas de Invierno, vio suspendida su participación por la Agencia Mundial Antidopaje, por práctica sistémica de dopaje, y sólo los atletas que demostraron estar limpios pudieron competir, pero con uniforme, bandera e himno olímpico. ¡Una total vergüenza! Una vez más, uno de los encuentros deportivos más importantes del orbe, que rescata los valores de los antiguos juegos de Grecia: sana competencia, disciplina, excelencia y diálogo y encuentro entre los pueblos, se vio enturbiado por actos ajenos al deporte. Tristes ejemplos han sido Berlín 1936, Múnich 1972, Moscú 1980 y Los Ángeles 1984. Para cerrar con una nota positiva, recordemos que el olimpismo ha sido protagónico en la condena contra la discriminación étnica (por ejemplo, contra Sudáfrica por su política de apartheid) y que, además, logró finalmente, en 2012, que todos los países tuvieran participación femenina. Lo triste y asombroso es que tuviéramos que esperar hasta esa fecha para que se lograra. *Empresaria y analista.   Contacto: Twitter: @nuria_marinr Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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