¿Es rentable la ética empresarial?

La respuesta a la pregunta que encabeza este parágrafo varía dependiendo de lo que entendamos por ‘ética empresarial’, pues si nos atenemos al concepto más conservador del término, la respuesta que de inmediato se nos viene a la cabeza, es “no”. La ética es un bien en sí mismo. Atañe al ‘bien’ de las personas o, dicho en términos filosóficos, a su “ser persona” (bienser) y no a su “bienestar”. Es decir, la ética es más honda que la ‘rentabilidad’ que contribuye a la riqueza e incide de manera directa en la vida material. Pero estos conceptos -loables sin duda- han sido superados por visiones más integrales y complejas del quehacer ético y, correlativamente, de la ética en los negocios en el contexto actual.

La ética como RSE

Por mucho tiempo la ‘ética corporativa’ ha formado parte de la tradicional “responsabilidad social empresarial” (RSE), que tiene como finalidad mover a los empresarios a una acción social y filantrópica que rebase los estrechos límites de la actividad lucrativa, y extienda los beneficios a otros aspectos de los miembros de la organización, como el bienestar de las familias, el cultivo de valores o algunas prestaciones no incluidas en las leyes laborales. Pero la tendencia actual es hacia una visión más integradora de la ética, sumamente auténtica y vivencial, donde sea parte medular de la actividad empresarial y ‘no un apéndice’ que eventualmente se manifiesta en actos de mera buena voluntad. En efecto, una forma efectiva de invertir en materia de compliance es a través del diseño e implementación de ‘programas de cumplimiento integral’, que abracen una perspectiva multinivel (personas físicas, data, información, comunicaciones, instalaciones, infraestructura, equipamiento, mobiliario, procesos y subprocesos y del sistema organizacional en su conjunto). A este respecto, Deloitte México ha querido ser innovador en este terreno, creando el ‘Compliance and Ethics Group’ (OCEG) que, junto con miembros del Consejo de Liderazgo, han desarrollado un interesante enfoque integrado por diversos aspectos relativos al Gobierno Corporativo, Administración de Riesgos y Cumplimiento al que ha denominado ‘Principio de rendimiento’ o, para ser más precisos con el sentido original que esa empresa le da: “Principle performance”. Se trata de un programa visionario, que abre una brecha importante para las empresas de México que quieran adoptar un enfoque más amplio de la labor de compliance y de prevención, no solo legal sino ética en relación con su posible utilidad; incluso económica y reputacional. Te puede interesar: Google integra un consejo mundial para recibir asesoría de ética tecnológica

Ética y utilidad económica

No debe extrañar a nadie que empleemos la expresión “utilidad” para hablar de una materia que por principio es más un ‘deber’ que una obligación, como es el de la ética empresarial. La célebre frase quijotesca “más vale el buen nombre que las muchas riquezas” no es vigente en una sociedad como la nuestra en la que hemos sabido integrar sin perder las diferencias, una gran cantidad de saberes y de formas de existir. La idea que Cervantes pone de muchas maneras en boca del Caballero andante parte de una idea antigua según la cual lo que concierne a la vida del espíritu es muy superior a aquello que se refiere al sustento material y corporal de la vida humana. A partir de esa idea, lamentablemente han vivido reñidas, por siglos, la ética y la economía. Sin embargo, esperamos que algún día podamos reconciliar ambos conceptos, por el bien de la humanidad. Pero hoy sabemos que la ética es ‘útil’ y hasta ‘redituable’ si se le entiende con un sentido positivo, es decir, como un conjunto de principios derivados del estudio y de la observación del comportamiento humano -con sus razones y emociones- y de sus potencialidades. Dicho con otros términos, la ética, tal como se entiende desde una visión positiva, no restringe a la persona física, sino que ‘expande’ sus posibilidades vitales. Y lo mismo sucede si hablamos de empresas (personas jurídicas): la ética corporativa no es para reducir el campo de acción señalando campos minados para la “conciencia empresarial”, sino para abrir horizontes de posibilidades de mejora, tanto para las personas que forman parte de la empresa como para quienes se relacionan con ella. En la ética corporativa confluyen la inteligencia y la voluntad organizacionales dentro del enfoque más amplio de ‘sustentabilidad’. Lee también: La conducta corporativa en era de las crisis: escándalos corporativos

El ‘código de conducta’ visto como componente del ‘costo del cumplimiento’

En ese contexto, los ‘códigos de ética empresarial’ deben estar formulados en auténtica consonancia con los fines lucrativos, rentables y de creación de riqueza y fuentes de trabajo que, por principio, tiene toda empresa cuyo objeto y actividad sean lícitas. “No son tijeras que recorten sino tirantes que expanden”. Cumplir con los códigos de ética, si éstos están correctamente formulados, motivados, empoderados y diseñados por especialistas en la materia, incluso, por conocedores de las relaciones antropológicas y las neurociencias, debiendo guardar -ese código- trazabilidad e integralidad con los demás cuerpos reguladores o normativos de la actividad empresarial, para necesariamente contribuir a mejorar a la empresa, es decir, a incrementar su ‘utilidad’. Pero si el código de ética se escribe a partir de un modelo ‘copiado’ de algún código genérico del ramo, o incluso ‘bajado de internet’ a manera de la mala práctica del “copy and paste the text”, y no se vincula a la prevención de responsabilidades penales, administrativas y/o civiles, así como a la posible violación de derechos humanos, no dejará de ser un mero dispositivo que, como suele suceder, sirva de adorno para la empresa, pero incapaz o inviable desde un punto de vista de su utilidad práctica y, por ende, de su posible rentabilidad. Por ello, hasta ahora desafortunadamente la inmensa mayoría de los códigos de conducta empresariales siguen siendo un ‘conjunto de buenos deseos’ que para la mayoría de los miembros de la organización es un simple instrumento que se cita o invoca en panfletos, infografías, páginas web, actos conmemorativos o en discursos de celebraciones, pero no pasa de ahí. El ‘estándar de cumplimiento’ de los miembros, integrantes y empleados, a escala nacional, sigue siendo muy bajo, y así lo demuestran los indicadores que colocan a México como un país muy corrupto. (Continuará)   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @requena_cr Facebook: Carlos Requena Página personal: Carlos Requena Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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