El mundo está a punto de ponerse en pausa para fijar su atención en lo que suceda alrededor de una cancha de futbol. Así sucede cada cuatro años y la mayor parte gente de este planeta comparte esa pasión que generan los partidos, la representación de una selección nacional, la emoción de un gol. Hay fiesta para el que gana y tristeza para los derrotados. El pretexto maravilloso que genera el deporte tiene impactos de largo alcance.

De cara a los desafíos que enfrenta una sociedad cambiante, es de gran relevancia detenernos a observar y analizar para comprender. Los problemas que enfrentamos los seres humanos son complejos y no necesariamente se nos presentan como los solíamos leer en el libro de matemáticas. Para detectarnos y darles solución hace falta profundizar, llegar al mello del asunto, no dejarnos engañar por manifestaciones secundarias, atender los orígenes y no quedarnos en la superficialidad de los efectos. Si atendemos los síntomas y no el mal, el problema persistirá y seguiremos cometiendo errores. La población global tiene un imperativo: crear oportunidades de movilidad positiva que generen unidad. El deporte es un pretexto magnífico porque une y del futbol se ha dicho que reúne al mundo en torno a un balón. No obstante, hay voces que han querido boicotear el Mundial de Futbol con el #BoycotQatar2022.  

Siempre he creído que el mundo deportivo y el terreno profesional son muy similares: en este caso estamos hablando de un juego que significa un gran negocio. Más allá de gustos o disgustos, de afiliaciones o fobias hacia el deporte y situándonos por encima de la pasión que genera el futbol, hay algo que forja cuestionamientos en torno a este evento. Hace doce años, Joseph Blatter —entonces presidente de la FIFA— se refirió a la elección de Qatar para ser la sede de la Copa Mundial de Futbol como un error. Luego empezaron los rumores, lo que se decía por lo bajo y lo que se repitió por todo lo alto —según el propio Blatter declaró—que un encuentro entre Nicolas Sarkozy y Michel Platini influyó para inclinar votos importantes a favor de la nación del Golfo Pérsico. “El fútbol y el Mundial son demasiados grandes para eso”, dijo el expresidente de la FIFA. Fue así como una de las justas deportivas más importantes, que genera tanta ilusión alegría y flujo de efectivo quedó manchada. 

A simple vista, no parecía que la idea de llevar el futbol aquellos rincones del mundo fuera tan mala iniciativa. Ir a un país tan singular a compartir experiencias, a tener vivencias únicas a ver cómo se desenvuelve la vida en aquellos lares tan lejanos y ajenos se veía como una buena idea. Pero lo que mal empieza, tiene pocas posibilidades de componerse. Dicen las malas lenguas que Michel Platini, la estrella legendaria del fútbol francés que en aquel entonces era presidente de la UEFA y vicepresidente de la FIFA, recibió una invitación para visitar a Sarkozy en su residencia oficial. El príncipe heredero de Qatar, el actual emir Tamim bin Hamad Al Thani, también estuvo presente. Después vendrían alegatos sobre los supuestos malos manejos financieros que Platini hizo —de los que fue declarado inocente tras un juicio en un tribunal federal—.

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Pero ¿cuál es el problema? Según Blatter expresó: “Es un país muy pequeño, el anfitrión más chico en tamaño desde el Mundial de Suiza 1954”. Es cierto, Qatar, un país árabe pequeño que apenas tiene poco más de tres millones de habitantes. Entonces, cualquiera se preguntará si la meta que se trazaron alcanzaría para ser anfitrión de la competencia deportiva más grande a nivel mundial. Por recursos no se ha parado. Se estima que han gastado alrededor de 200 mil millones dólares desde que el país fue elegido para ser la sede mundialista. Sin embargo, ni el dinero ni el deporte han podido alejar las críticas que van más allá de lo futbolístico. Insisto, hay que ir más profundo para entender cuáles fueron los problemas de fondo.

Más allá de la infraestructura deportiva y turística, había otros recelos que siguen estando presentes. El Mundial de Qatar, desde su nacimiento, ha sido blanco de críticas también por otros motivos, tal como que se disputará en una temporada de bajo temperaturas que sobrepasan los 104 grados Fahrenheit. También, Qatar 2022 se celebrará en noviembre y diciembre, en vez de en verano como estábamos acostumbrados y fechas en las que chocan con las competencias de las ligas europeas que verán vulnerado su negocio. 

 Ni hablar, para aterrizar una idea, hay que tomar decisiones difíciles, lograr un equilibrio, abordar crisis porque así son los negocios y así se tuvieron que sortear las dificultades para organizar esta justa deportiva. No obstante, también hay que asumir una postura ética que busque la equidad. Este ingrediente importante en los negocios no es un adorno, es un tema relevante que se adhieren a los nuevos modelos de gestión. Se ha criticado a Qatar por su postura frente a la diversidad, su historial de derechos humanos y su trato a los trabajadores inmigrantes. Por ejemplo, ser homosexual es ilegal en Qatar. Según un reporte de Human Right Watch, las personas que pertenecen a la comunidad LGBTQ+ han sido detenidas o maltratadas por las autoridades en días recientes. Por supuesto, esto ha generado desconfianza y miedo entre los posibles asistentes a la competencia.

No es que sólo los activistas hayan atacado al país sede. Qatar 2022 también ha sido blanco de fuertes críticas de figuras populares, como cantantes y exfutbolistas. Dua Lipa quien ha sido parte de ceremonias de la Champions League, ya dijo que no planea ser parte de la inauguración del Mundial y dijo que esperaba “visitar Qatar cuando haya cumplido todas las promesas de derechos humanos que hizo” cuando se convirtió en país anfitrión. 

El error de Qatar no es tan evidente y a la vez es el que se comete en muchas organizaciones que toman los temas de responsabilidad social, de ética corporativa y de respeto a los derechos humanos como si se tratara de una especie de estandarte que se saca cuando conviene y se esconde cuando ya no nos parece. De cara a una sociedad cada vez más universal, en el que las mujeres nos integramos con más determinación al flujo de toma de decisiones en el que se requiere un alto grado de sensibilidad, intuición y análisis para impulsar una experiencia que promueva la unidad a partir del deporte. Humanizar a partir de la integración y el respeto. 

En fin, parece que los temas de ética, igualdad, inclusión y responsabilidad social son cuestiones intelectuales que se quedan en el ámbito de las ideas. No obstante, inciden en el terreno de los negocios, impacta los resultados y se traduce en los números con los que mide el desempeño de las organizaciones. Pareciera que el proyecto se fincó sobre un terreno sumamente arenoso. Sólo la grandeza del futbol podrá zanjar este error. Veremos.

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