La segunda mitad del año ha iniciado con un panorama todavía más desafiante para la economía global y los mercados financieros. Más allá de los riesgos de estanflación –i.e. combinación de bajo crecimiento económico y elevadas tasas de inflación– suscitados por la fuerte afectación en la cadena de suministro global y la persistencia de diversos choques inflacionarios, ahora existen importantes temores sobre la posibilidad de una recesión global ante el fuerte apretamiento de condiciones monetarias por parte de un sinnúmero de bancos centrales. El debate en torno a este tema de recesión se enfoca principalmente en Estados Unidos, ya que el Fed ha mostrado un mayor ímpetu por incrementar su tasa de interés de referencia –Fed funds– a un ritmo más acelerado para confrontar el peor proceso inflacionario de las últimas cuatro décadas. En este artículo se analizan los factores detrás de este creciente riesgo.

El Fed ha incrementado su narrativa restrictiva (hawkish)

Hoy en día existe un importante consenso en torno a la idea de que el Banco de la Reserva Federal fue demasiado complaciente con la dinámica de inflación que se ha dado, al menos, en los últimos doce meses. El banco central tardó en reaccionar y ahora, con una inflación anual en 8.6% al mes de mayo, la más alta en cuarenta años, ha tenido que ajustar de manera acelerada su postura monetaria. El Fed inició el ciclo de alza de tasas el 16 de marzo de 2022 con un incremento de 25 puntos base en su tasa de referencia, para después aumentarla de una manera más acelerada en 50 puntos base el 4 de mayo, y luego en 75 puntos base el 15 de junio. Esta estrategia apresurada por llegar a la parte del ciclo restrictivo de la política monetaria es uno de los factores que más han ocasionado temores sobre una posible recesión en Estados Unidos en los próximos trimestres, probablemente más enfocada entre 2023 y 2024.

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Como consecuencia, analistas económicos y participantes del mercado no sólo han ajustado sus expectativas sobre los posibles incrementos futuros del Fed. Por una parte, la curva de rendimientos descuenta de manera implícita una tasa de 3.5% en la parte alta del rango para finales de este año (+178 puntos base respecto a los niveles actuales). Por la otra, las encuestas entre analistas (e.g. Bloomberg) reflejan inclusive la preocupación de llegar a una tasa cercana a 4% a finales de este año. Una tasa en estos niveles no se observaba desde diciembre de 2007 –año que precedió la Gran Crisis Financiera Global entre 2008 y 2009–.

Adicionalmente, también hemos observado un ajuste a la baja en los estimados de crecimiento del PIB para este año y el siguiente, de la mano de la tesis de que una política monetaria restrictiva tendrá una afectación sobre la actividad económica. Además, vale la pena resaltar que no solamente se han dado ajustes a la baja en los pronósticos de crecimiento, también se han observado incrementos en la probabilidad sobre una recesión en los próximos doce meses por parte de varias instituciones financieras transnacionales. 

Inclusive, ante un menor dinamismo ya observado en algunos sectores, hay pocos estudios que son menos promisorios, como el que realiza el Fed de Atlanta, el cual pronostica a través de su modelo de nowcast que la economía norteamericana pudo haber caído en el 2T22, después que en el trimestre previo registró una contracción de 1.6% trimestral anualizado. Si bien este no es el consenso de analistas, refleja la preocupación de las condiciones económicas en EE.UU.

La historia nos ha mostrado los efectos adversos de una política monetaria muy restrictiva

Vale la pena recordar lo sucedido durante la era de Paul Volcker al frente del Banco de la Reserva Federal entre agosto de 1979 y agosto de 1987. A pesar de que era una coyuntura distinta a la actual, es un buen ejemplo del efecto adverso que han tenido episodios en los que el Fed ha tratado de palear una muy elevada inflación a través de una fuerte restricción de las condiciones monetarias. De hecho, es un fantasma que ronda la mente de muchos economistas e inversionistas actualmente. 

Al iniciar su mandato al frente del banco central, Volcker tuvo que enfrentar un proceso inflacionario que se exacerbó durante la década de los setenta e inicio de los ochenta, con un pico en la inflación anual de 14.8% en marzo de 1980. En esa época, la tasa de los Fed funds pasó de 6% en 1977 a un máximo de 20% en 1980. Como consecuencia, la inflación comenzó a ceder, pero la economía entró en una recesión en 1980 (que duró únicamente seis meses), pero después nuevamente en 1981 (con duración de dieciséis meses). 

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¿Un aterrizaje suave?

En varios artículos que he escrito para Forbes, como por ejemplo “El fantasma de la estanflación ronda de nuevo” [3 de febrero de 2022] o “¿Inversión de la curva como predictor de una recesión?” [4 de abril de 2022] he analizado diversas condiciones en la coyuntura actual que han incrementado los riesgos de estanflación en varias partes del mundo. Inclusive, cómo estos riesgos podrían sesgarse hacia un escenario más pesimista, como el de una recesión.

Hoy en día, las preguntas más importantes que tratamos de contestar todos nosotros se centran en el momento, duración y alcance de algunos de estos riesgos. Especialmente, el principal debate entre líderes mundiales, inversionistas y diversos agentes económicos, se centra entre los escenarios de una recesión suave o una de mayor envergadura. 

Si tomamos en cuenta la recuperación que ha tenido el mercado laboral en EE.UU. en los últimos meses –a menos de 1 millón de empleos de alcanzar niveles prepandemia y 2.5 millones de alcanzar el crecimiento secular que mantenía la economía antes del Coronavirus–, podríamos esperar una economía que se moderaría en los siguientes trimestres (e.g. 2023), pero sin alcanzar una fuerte recesión. Otro factor importante que considerar, que favorece la tesis del “soft landing”, es la situación financiera de hogares y empresas, con niveles de ahorro aún importantes y sin un apalancamiento preocupante, como en algunos periodos de crisis. 

Sin embargo, esto dependerá del tiempo que tarde la economía global en corregir las afectaciones en la proveeduría de bienes intermedios y finales (e.g. semiconductores), el desenlace de la pandemia y cuanto tarde la transición hacia un nuevo equilibrio con el Coronavirus endémico. Inclusive, también del grado en el que la economía pueda absorber estos importantes incrementos en la tasa de interés que se han dado en los últimos meses y que continuarán por el resto del año, además del retiro del estímulo fiscal sin precedentes durante la recuperación de finales del 2020 y gran parte del 2021. Dentro de todo esto, no podemos dejar de considerar también los efectos del conflicto en Ucrania. Probablemente continúe la incertidumbre sobre este tema en los próximos meses, una situación que pudiera mermar los niveles de confianza de empresas y consumidores, además de seguir generando volatilidad y aversión al riesgo en los mercados financieros internacionales.

Contacto:

*Alejandro Padilla es Director General Adjunto de Análisis Económico y Financiero de Grupo Financiero Banorte. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión de Grupo Financiero Banorte ni sus subsidiarias o filiales.

Twitter: @alexpadillasan

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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