El Banco de la Reserva Federal comenzó el ciclo de alza de tasas de interés el 16 de marzo ante una economía que muestra una recuperación vigorosa, pero que al mismo tiempo enfrenta importantes presiones inflacionarias de una magnitud no observada en los últimos cuarenta años. El banco central en Estados Unidos ha reaccionado tarde en retirar el estímulo monetario sin precedentes implementado durante la fase inicial de la pandemia, lo cual ha puesto al comité que toma las decisiones de política monetaria –conocido como FOMC– en una situación de tratar de recuperar el terreno perdido, posiblemente incrementando la magnitud de los incrementos de tasa hacia delante. 

Esto ha generado una inversión en la curva de rendimientos, es decir, una situación en donde los instrumentos del Tesoro Norteamericano de corto plazo cotizan a una tasa de interés mayor que aquellos de más duración. Esta coyuntura ha prendido alarmas entre los inversionistas, ya que históricamente la inversión de la curva ha sido un buen predictor de recesiones. 

En términos muy generales, la ‘inversión de la curva’ implica la expectativa de que el Fed tendrá que subir la tasa de referencia en una magnitud suficiente que induciría una recesión económica en el corto plazo. Tras esto, se verá obligada a recortarlas en un futuro más lejano. Por ello, las tasas de mayor plazo son más bajas que las de plazos menores. La pregunta relevante es: ¿Estaremos en esta situación?

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Debemos de reconocer que este 2022 es particularmente complejo, ya que se han conjugado varios factores de riesgo importantes: (1) Una pandemia que todavía no ha concluido –y para muestra hay que observar lo que sucede en las ciudades chinas de Shenzhen y Shanghái–; (2) el surgimiento del conflicto bélico entre Ucrania y Rusia –y sus ramificaciones sobre el resto del mundo–; (3) persistencia de las presiones inflacionarias; y (4) un apretamiento coordinado de las condiciones monetarias en el mundo. Esto ha agregado un mayor grado de complejidad a la función de decisión del Fed. Además, la retórica más restrictiva por parte de varios de sus miembros ha incrementado las dudas sobre el impacto que pudiera tener el retiro menos gradual del estímulo monetario sobre la economía.

Este escenario es el que incorpora el mercado de renta fija en Estados Unidos. Por ejemplo, hace unos días los plazos de 2 y 10 años operaron en 2.45% y 2.44%, respectivamente. Vale la pena recordar un estudio del Banco de la Reserva Federal de San Francisco en el cual muestran que, desde 1955 y con excepción de 2020, la curva de rendimientos siempre se ha invertido antes de experimentar una recesión. En particular, el estudio asegura que la economía se ha visto afectada entre 6 y 24 meses después de observar esta inversión de la curva. 

De hecho, si tomamos en cuenta las 9 recesiones que ha determinado el NBER en Estados Unidos desde 1955 (sin considerar la del coronavirus del 2020), el tiempo promedio entre la inversión de la curva y la recesión ha sido de 14 meses. Esto sugiere que dicha inversión es un buen predictor de recesiones futuras. Por ello, debemos de reflexionar lo siguiente: ¿Entrará EE.UU. en una recesión dentro de ese periodo de tiempo? Si fuera así, ¿será una recesión moderada y de corta duración (soft landing) o una mucho más pronunciada (hard landing)? ¿O quizás el mercado identifica que las fuertes presiones inflacionarias –no observadas en los últimos 40 años– cederán de manera más importante en un horizonte de 2 años?

Considero que Estados Unidos está en una situación distinta que en ocasiones previas donde se ha dado la inversión de la curva. El mercado laboral continúa muy sólido. Después de los 22 millones de empleos perdidos en el punto más álgido de la pandemia, entre marzo y abril de 2020, la recuperación ha sido muy vigorosa, especialmente en los últimos meses. Tomando en cuenta la cifra de marzo, EE.UU. tiene ya únicamente un déficit de 1.6 millones de empleos, con una creación promedio por mes de 561,667 puestos de trabajo en el primer trimestre de 2022. 

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También debemos de reconocer que la economía se encuentra desde el año pasado en niveles previos a la pandemia y con una clara tendencia favorable –una situación privilegiada respecto a la gran mayoría de los países en el mundo–. Después de que la economía norteamericana cayera 3.5% en 2020 –la peor recesión de casi cien años–, en 2021 logró crecer 5.7%, y las estimaciones para este 2022 oscilan entre 3% y 3.5%.

Asimismo, debemos de tomar en cuenta que, a diferencia de crisis previas, en la recesión ocasionada por el Coronavirus la combinación del estímulo fiscal y monetario ayudó a las familias y empresas a mantener condiciones financieras sanas. Esto continuará siendo una palanca importante para el consumo a pesar de la elevada inflación y la posibilidad de mayores tasas de interés hacia delante.

¿Estaremos observando condiciones diferentes que en periodos previos? Esta es una reflexión toral al interior del debate sobre si Estados Unidos entrará en una recesión próximamente o no, así como en las discusiones en torno a su posible magnitud. A pesar de que el panorama luce altamente incierto y retador, considero que la situación actual abona más a la tesis de un “soft landing” o desaceleración dentro de 12 a 24 meses, con una dinámica de inflación que debería ser más favorable después de este periodo de tiempo.

Contacto:

*Alejandro Padilla es Director General Adjunto de Análisis Económico y Financiero de Grupo Financiero Banorte. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión de Grupo Financiero Banorte ni sus subsidiarias o filiales.

Twitter: @alexpadillasan

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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