El domingo 2 de junio, se realizaron las primeras elecciones desde que el presidente López Obrador ganó el Poder Ejecutivo el año pasado. El resultado dista del obtenido en ese momento por Morena y su candidato, lo que necesariamente tendría que generar alertas no únicamente en ese partido, sino en torno al presidente y a él mismo. Lo anterior, porque, podría ser un reflejo no únicamente de la indiferencia de las y los ciudadanos con respecto a lo que está ocurriendo en el país, sino que eso mismo podría ser, como en el caso de Donald Trump, el motivo por el que el presidente radicalice sus posiciones para evitar una derrota en las elecciones de 2021. Es obvio que cada entidad tiene una lógica política distinta, que obedece a la forma en que los grupos locales generan alianzas en su disputa por el poder, por lo que ellas no reflejan las que se configuran a nivel nacional, como quedó claro en estas elecciones. En ese sentido, hacer una valoración general implicaría un sesgo dado por dichas lógicas locales, pero también por las características de las entidades en diversas variables. En términos generales, las derrotas son de los contendientes más relevantes. Morena ganó dos gubernaturas, pero perdió una cantidad importante de votos con respecto a la elección de 2018. El PAN, perdió dos gubernaturas, aunque logró en conjunto, más votos que Morena. El PRI, perdió más votos de los que había retenido en las elecciones del año pasado, pero, de manera irónica, logró mantener el registro en las entidades en que contendió, en particular en Baja California, lo que para varios dirigentes representó un triunfo. En el contexto de Morena, es importante analizar la forma en que pierde votos, pues de eso depende la estrategia que puedan desplegar durante los años siguientes. Por un lado, el caso de Baja California puede ser el único verdadero triunfo de Morena en esta elección, pues además de obtener la gubernatura, las diputaciones del congreso y los ayuntamientos, también dejó en un lejano segundo lugar al PAN y en quinto lugar al PRI. Eso implica el tránsito de estructuras partidarias y simpatizantes, del PAN a Morena, pero también del PRI. Si bien en la elección pasada Morena como partido obtuvo 575 mil votos, en esta sólo pudo mantener 284 mil, lo que representa una pérdida importante de votos que no necesariamente podrá retener sin un gobierno que asegure dichos votos para la siguiente elección. En el caso de Puebla resulta aún más sintomática la pérdida de votos de Morena, pues en la elección pasada Barbosa obtuvo más de un millón de votos, mientras que en la elección reciente tuvo apenas tuvo 389 mil, mientras que el PAN tuvo 413 mil. Sin sus aliados, Barbosa no habría ganado la elección, lo que abre dudas después de que en las encuestas al inicio del proceso aventajaba hasta en 3 a 1 a sus contendientes. Un elemento importante es la participación, pues el promedio de la misma en esta elección fue apenas cercano al 40%, lo que implicó una desmovilización electoral importante con respecto a 2018 y lo que deja ver o falta de recursos, o la configuración de nuevas lealtades o rompimiento de otras, así como una desafección temporal que puede repetirse en la elección del año entrante, a menos que la reforma electoral que viene pueda estimular una participación mayor. Ante un escenario así, es muy probable que la decisión de que se apruebe la reforma constitucional sobre la revocación de mandato se reafirme, pues es la única forma en que la popularidad presidencial puede estimular nuevamente el voto por Morena, para evitar que pierdan la mayoría en la Cámara de Diputados, con lo que la segunda mitad del sexenio podría complicarse para la política presidencial. En 2020 no tendremos elecciones complicadas, razón por la cual la estrategia del presidente hacia 2021 comenzó desde el momento en que fue electo y se irá radicalizando para poder plantear una diferencia relevante, con respecto a los otros partidos y posiciones, con el objeto de no perder el control del congreso de la Unión.   Contacto: Twitter: @aglopezm Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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