Las prácticas de gobernantes y empresarios de México se empeñan en ratificar aquella famosa frase de José Alfredo Jiménez que dice: “la vida no vale nada”. Lo peor es que esta vez la teoría fue ratificada por el Índice para una Vida Mejor, en el que nuestro país quedó en el penúltimo lugar, entre un grupo de 38 naciones, sólo por encima de Sudáfrica. En pocas palabras, los habitantes de sitios como Letonia, República Eslovaca, Estonia y Eslovenia tienen un mayor bienestar que nosotros, y eso que no tienen más de tres décadas de vida independiente y que sus territorios y Producto Interno Bruto (PIB) son muchísimo más pequeños que el nuestro. De Noruega, Australia y Dinamarca mejor ni hablar, pues están a años luz. Ante estudios como éste, elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), resulta evidente que vamos por mal camino, a pesar de que escuchamos noticias que hablan de que en 2030 seremos la décima economía del mundo, de que aumentó la llegada de turistas extranjeros o de que una nueva firma internacional instalará una planta de millones de dólares en el Bajío o en el norte. En los hechos y en los discursos, antes que calidad de vida las políticas sólo buscan buenos números (que, por cierto, tampoco se están logrando). Los gobernantes y empresarios resaltan números de empleos generados (insuficientes, claro), números de viviendas construidas, números de escuelas, números de X, Y y Z, pero nunca hablan de personas satisfechas y felices. Y así llevamos años construyendo casitas sin sentido (‘cajas de zapatos’ sin acabados ni espacios públicos, en sitios aislados que terminan en el abandono, porque resulta más caro pagar el transporte que regresar a rentar a la ciudad central), o fábricas que no conviven con el entorno y están lejos de los centros urbanos, porque en términos logísticos y de rentabilidad conviene que estén en determinada ubicación.   Los políticos hablan y hablan… ¿De qué sirve que esté aumentando la economía de una ciudad si está totalmente saturada y están aumentando sus niveles de contaminación, las carreteras hacen funciones de avenidas porque la urbanización quedó desbordada, o los habitantes no tienen parques para ir a correr o centros culturales y recreativos? “México se sitúa por arriba del promedio en compromiso cívico, pero por debajo del promedio en los temas de empleo y remuneración, estado de la salud, calidad medioambiental, vivienda, ingresos y patrimonio, sentido de comunidad, balance vida-trabajo, seguridad personal, satisfacción, y educación y competencias”, explica el reporte de la OCDE. Lo más preocupante es que en escala del 0 al 10 el país está por los suelos en algunos de los rubros medulares para elevar la calidad de vida. Por ejemplo, en Comunidad tiene una calificación de 0 (último lugar), por debajo de Corea (0.2), Hungría (3.0) y Chile (3.1); en Educación 0.7 (último lugar), por debajo de Brasil (1.9), Sudáfrica (2.3) y Turquía (3.3); en Seguridad obtuvo 0.7 (penúltimo), sólo por encima de Brasil (0.0), y en Ingresos tiene una calificación de 0.8, arriba de Sudáfrica (0.4), Brasil (0.6) y Turquía (0.7). Los políticos hablan y hablan de la seguridad y la violencia, pero las cifras del índice demuestran que no se han atacado los factores que nos ayudarán a darle vuelta a la página de los asaltos, los secuestros, los asesinatos y los miles de desaparecidos, y qué decir de la desigualdad social, el bullying y la discriminación. Muchos dirán que la OCDE descubrió el hilo negro, pero las cifras y los comparativos son una buena referencia para saber en dónde estamos, que estamos a la par de países que solemos estigmatizar por sus índices de inseguridad, sus turbulencias económicas y atraso educativo. Sí, ahí estamos, junto a Sudáfrica, que vivió el apartheid; junto a Corea, tan cuestionada por las violaciones a los derechos humanos; junto a Brasil y su política y economía que se tambalean; muy cerca de Rusia y su régimen totalitario, y de Grecia y su reciente crisis económica. Es tiempo de cambiar el modelo. Más allá de buscar una mejor posición entre las naciones más poderosas, y dar cifras que roben aplausos, es necesario generar políticas y estrategias de negocio que eleven la calidad de vida de las personas. Una vez lograda esta transformación, los Top-10 llegarán por sí solo.

 

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