Después del primer debate de la elección presidencial, la pregunta sobre quién había ganado el debate fue recurrente, pero las respuestas no fueron unívocas. El mismo reporte de Forbes México posterior al debate, muestra diversas encuestas que daban un ganador distinto. Más allá de las encuestas y del manejo de noticias y redes por parte de los equipos de campaña, la pregunta es ¿un debate se puede ganar? Los debates son un episodio de la competencia electoral, pero no necesariamente se ganan o se pierden como si fueran una pelea de box, pues todo depende de los objetivos que los distintos actores políticos tienen, en el contexto de sus estrategias y su posición en la competencia electoral. A partir de ellos, se plantean o replantean los objetivos de las siguientes etapas de la campaña presidencial. En realidad, en el primer debate, se podían configurar posibles estrategias, de acuerdo con la posición de cada candidata o candidato en el contexto de la competencia en general. Es por ello que, en el desarrollo del debate, las posiciones no necesariamente correspondían con lo que se podría esperar de ellos, sino a los objetivos planteados en el contexto de la campaña de cada candidatura. En el caso particular de Andrés Manuel López Obrador, su posición de puntero en las encuestas, su experiencia en debates en elecciones previas, así como su capacidad para determinar temas en la agenda, le permitían partir de una condición de comodidad, donde incluso se dio el lujo de ignorar los cuestionamientos del resto de los contendientes, e incluso mostrar una gráfica que demostraba su ventaja con respecto a los demás. Si bien no argumentó ni se defendió y, cuando lo hacía, parecía poco preparado e incómodo por su posición en el debate, los destinatarios de sus posiciones eran claramente sus simpatizantes, por lo que, su posición en las encuestas posteriores al debate se mantuvo como primer o segundo lugar. A la luz de varios análisis, la posición de López Obrador fue de debilidad, pero para sus seguidores fue de fortaleza, por lo que no podemos decir que alguien ganó el debate, sino que, en el contexto de sus objetivos, por lo menos tres de los candidatos lograron claramente lo que buscaban: López Obrador, Anaya y, parcialmente, Meade. Es por ello que lo que ocurrió en este debate, deja ver parte de las estrategias de los contendientes para el siguiente, cuyo formato será mucho más dinámico e imprevisible que el primero. En buena medida, porque la participación de un público convocado específicamente para el debate, que incluso puede plantear preguntas a la y los contendientes, añade un nuevo elemento de incertidumbre. En una primera instancia, los temas son menos controvertidos que los del primer debate, por lo que es posible que el rating baje de manera sustancial. En el caso de López Obrador, repetir la estrategia del primer debate puede resultar contraproducente, pues evadir sin contestar o plantear nuevamente su posición de puntero, puede parecer arrogante, pero también mostrar inhabilidad para plantear y defender propuestas. Ricardo Anaya seguramente mantendrá una posición donde busque consolidar los ataques a López Obrador, pero también su condición de segundo lugar, que le permita atraer votos desde los distintos sectores que no simpatizan con el primer lugar. Para José Antonio Meade, el primer debate no le permitió mostrarse como un posible segundo lugar fuerte, por lo que el siguiente debate, donde se discutirán temas donde él es un experto, puede ser relevante para su imagen, pero no suficiente para poder bajar a Anaya del segundo lugar, sólo a partir de argumentos o propuestas, sino hay también una estrategia de operación política como la que permitió que Silvano Aureoles dejara la posición del frente para sumarse a Meade, así como capacidad de conectar emocionalmente con las y los electores que no han decidido por quién votar. Para Jaime Rodríguez Calderón y Margarita Zavala, la estrategia para subir en las encuestas parece clara, además de mantener su ataque contra el primer lugar y mejorar en el control del debate, la articulación de una posición de fuerza pasa por su capacidad para contrastar un modelo económico que no sea el que Meade o Anaya puedan defender. Es claro que quien gana un debate es quien logra los objetivos que se planteó para el mismo, no necesariamente quien las y los analistas y observadores puedan decir que ganó, así como no siempre un boxeador quiere ganar la pelea. En ese sentido, es importante observar las estrategias dentro del mismo, para identificar cuáles son los objetivos reales de la y los candidatos.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @aglopezm Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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