El comercio internacional, en el momento que vive la economía en estos momentos, se encuentra en una situación bastante perjudicada. Una tortuosa situación que, con los datos que ofrece el organismo supervisor, la Organización Mundial del Comercio (por sus siglas en inglés, la OMC), muestran un mayor pesimismo sobre el avance de este en el mundo. Un avance que, sin embargo, no había cesado en los últimos 10 años, donde el fenómeno del comercio, en el mundo, no había cesado su crecimiento.

Como digo, el comercio global ha sido uno de los pocos fenómenos que, pese a los distintos shocks que se han ido dando en la economía, así como la gran depresión que vivió la economía en 2008, no ha cesado su crecimiento, creciendo de forma exponencial interanualmente. Un crecimiento que le ha llevado a convertirse en uno de los fenómenos con mayor aporte al crecimiento económico de los país; dejándonos ejemplos como China, donde el comercio les ha llevado a crecer a ritmos desorbitados.

Junto a China, se encuentran países como Alemania, México u otros muchos países que, con motivo del desarrollo que este supone, han establecido fuertes apuestas y políticas enfocadas a aumentar el peso del comercio en sus economías. Tan elevado es el peso que, de acuerdo con los datos que nos ofrece el Banco Mundial, el comercio representa cerca del 60% del producto interior bruto (PIB) mundial. Es decir, un gran peso de la economía mundial se sustenta en el comercio internacional y las transacciones que ello produce.

Es más, en países europeos como Alemania, el comercio, o lo que conocemos como el sector exterior, representa cerca del 80% de su PIB. Es decir, el comercio se ha convertido, prácticamente, en casi una totalidad de la economía. Una totalidad que se está extendiendo cada vez más en los países, penetrando en las economías y ocupando un peso cada vez mayor en ellas. Un peso que, por otro lado, ante las previsiones y el pesimismo de la guerra comercial, ha provocado que economías como la germana, ante la caída de la demanda externa y la anomalía que presentan los mercados, haya perdido todo el dinamismo que presentaba antes.

Sin embargo, entre esos conflictos, disputas y tensiones comerciales se hayan muchas oportunidades. Muchas oportunidades que, sabiendo identificarlas, llevan a que otros países puedan rascar aspectos positivos en algo que, hasta ahora, ha representado uno de los mayores lastres al crecimiento. Y entre estas cosas positivas se encuentra las alianzas comerciales que quedan huérfanas en un escenario en el que las dos principales economías del mundo se enfrentan por el comercio. Alianzas huérfanas que otros han utilizado para posicionarse como alternativa comercial y establecer alianzas.

Algo que, por ejemplo, ha hecho México. México es un país con gran carácter exportador. En México, el comercio representa cerca del 77% de su PIB. Es decir, para el país azteca, el comercio representa cerca de lo que puede representar en países europeos como puede ser la locomotora económica de la Unión Europea, Alemania. La fuerte apuesta de México por el comercio les ha llevado a situarse como el principal socio comercial de su vecino del norte, los Estados Unidos; ante el hueco que ha dejado China al entrar en esa disputa comercial con Donald Trump.

Un hecho que no solo se ha producido, sino que, con el paso del tiempo, ha ido reforzándose de tal manera que ya, en la Casa Blanca, se han comprometido a firmar un nuevo acuerdo comercial entre las principales economías americanas -Canadá, Estados Unidos y México-. Un nuevo acuerdo comercial que supone una ventana de escape para la economía mexicana, tan dependiente de estos acuerdos como agotada en sus crecimientos. Un acuerdo que, no solo dotará de mayor dinamismo a la economía, sino que refuerza la robustez de un país que, desgraciadamente, sigue presentando grandes vulnerabilidades en su estructura económica.

Además, un acuerdo en el que se han atendido con opciones más favorables las exigencias de los mexicanos; los cuales han categorizado este acuerdo siempre como poco ventajoso para el país azteca, en contraste con las ventajas que obtenían los Estados Unidos y la administración norteamericana. Sin embargo, pese a las ventajas, no debemos olvidar que el fin es llegar a un acuerdo con los Estados Unidos, pues Estados Unidos compra el 80% de las exportaciones mexicanas, las cuales suponen, en datos, más de 430,000 millones de dólares; por lo que, ante un nuevo conflicto comercial como el que se daba en la renegociación del TLCAN, el riesgo que asume México es infinitamente mayor al que asume Estados Unidos.

Es por esta razón por la que México puede mostrarse orgulloso con su gestión en materia comercial al acabar el año. Pese a los malos resultados con los que cerrará el ejercicio, donde el mejor pronóstico muestra un escaso 0,2% de tasa de crecimiento real en su PIB, la economía mexicana está consiguiendo consolidarse como el principal socio comercial de la principal economía del mundo, los Estados Unidos. Un éxito que festejar, a la vez de dotar al país de un mayor optimismo para los próximos años, en los que muchas empresas mexicanas gozarán de oportunidades de las que, a priori, no disponían.

 

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