Decenas de hilos con banderines adornados con la estampa turca surcaban la legendaria plaza Takism en Estambul , el pasado 29 de octubre. La imagen de un patriotismo desbordado respondía a la celebración del Día de la República Turca, cuya llegada al calendario impregnaba a la ciudad de un ánimo festivo que se extendía a uno de los extremos de la plaza. Ahí, una construcción emergía, imponente, para hacer, desde ese momento, un pronunciamiento absoluto a favor de las artes: se trata del Centro Cultural Atatürk (AKM, por sus siglas en turco), el cual aprovecha la coincidencia histórica para reabrir sus puertas con mucho más que una simple imagen renovada.

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Al interior del edificio, una esfera roja gigante alberga una sala de ópera que, ese mismo día, presentó la premier mundial de Sinan, ópera centrada en la historia del célebre arquitecto Mimar Sinan, recordado en Turquía como el “arquitecto de arquitectos”.

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Foto: ©Turkish Ministery of Culture & Tourism.

La superficie texturizada de esa esfera monumental constituye en sí misma una abstracción de la identidad del AKM, complejo artístico de avanzada que habrá de recibir a los aficionados a la cultura y cuya reapertura requirió una inversión cercana a los 2,000 millones de liras turcas (149 millones de dólares al tipo de cambio actual, aproximadamente).

La construcción exhibe una arquitectura portentosa que aloja, además del Opera House, una plaza de artes que se despliega en diferentes niveles para descubrir instalaciones multimedia que parecen interactuar con los visitantes, siempre aguardando el momento oportuno para salir al paso.

También incluye un teatro con 802 asientos, una galería, una librería especializada en disciplinas artísticas y un Centro de Arte Infantil, además de un estudio de grabación musical y cinema. Sus instalaciones acogen como residentes a la Ópera y al Ballet estatales de Estambul; a la Orquesta Sinfónica de Estambul y al Teatro Estatal de Estambul; todas, instituciones que concentran el talento artístico de una ciudad que se decanta abierta y contundentemente a favor de las artes.

Foto: ©Turkish Ministery of Culture & Tourism.

Escenas fantásticas

Una vez más, de frente a la esfera monumental que gobierna el acceso principal al Opera House, la vista se pierde en un patrón de texturas luminosas teñidas de un rojo que evoca la insignia turca.

Los pisos pulidos del espacio, entre escaleras de madera y lámparas monumentales que exhiben cientos de globos de cristal, hacen de antesala a nuevos espacios artísticos que se descubren al seguir un sonido con tintes “mágicos” que se eleva desde la planta baja.

Ahí, un par de pianos parecen flotar sobre pantallas que proyectan miles de haces luminosos, danzando al ritmo de la música sin convocar a un pianista humano en esa sinfonía fantástica. Uno de los pianos desborda rayos plateados y, el otro, multicolores; ambos hipnotizan a una concurrencia que se mantiene absorta en un mismo objetivo: la grabación del momento.

Foto: ©Turkish Ministery of Culture & Tourism.

En el segundo nivel del complejo, la galería de arte proyecta en una pantalla la marcha ininterrumpida de una multitud artificial (concebida con efectos visuales) girando en torno a una lámpara altísima, justo en el centro de la plaza Taksim.

Al mismo tiempo, una pantalla contigua proyecta la marcha de algunos desconocidos que, mientras andan, parecen desdoblarse en cientos de proyecciones de sí mismos. A unos pasos de éstas, una ventana de pared a techo permite asomarse a esa plaza icónica que desborda la imaginación de los artistas que ya exhiben en el AKM y que aguardan, pacientes, el momento de sorprender al mundo con su estética única.

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