El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al nuevo coronavirus como una pandemia mundial. A un año de esa fecha, los fallecimientos por esta causa ya superan los 100 millones de personas en todo el mundo. Por ello, era vital desarrollar una vacuna contra el COVID-19 lo antes posible.

Lo que podría llevar años de investigación y pruebas clínicas se hizo en unos cuantos meses, puesto que organizaciones de salud, compañías farmacéuticas y unidades de investigación médica iniciaron un sorprendente esfuerzo científico en lo que parecía una carrera contra el tiempo.

No en vano: para diciembre de 2020 la Administración de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó la primera vacuna contra el COVID-19 desarrollada por Pfizer y Moderna.

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Foto:Artem Podrez/Pexels.

Esto no quiere decir que los protocolos científicos para aprobarlas hayan sido menos rigurosos. “La fase III de estudios clínicos se tiene que hacer para pasar esta prueba sí o sí”, explicó H. Dirk Sostman, vicepresidente ejecutivo y director académico del Hospital Houston Methodist, a través de un comunicado.

El hecho de que en tan solo en unos meses se desarrollasen obedece a que los investigadores no iniciaron de cero. Si bien este es un nuevo coronavirus, en el pasado hubieron otros similares como el SARS y el MERS, los cuales en su momento se transmitieron de los animales a las personas —que ya habían sido investigados— pero, al no convertirse en una pandemia, no necesitaron de una vacuna.

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Foto: CDC/Unsplash.

Así, parte del conocimiento que implicó crear una vacuna contra el COVID-19 ya estaba adelantado.

Otro punto que favoreció su fabricación fue la disponibilidad de nuevos desarrollos tecnológicos utilizados por primera vez en humanos.

“La mayoría de las vacunas que generalmente conocemos requieren que se produzca primero una gran cantidad de virus, pero las vacunas ARNm y otras nuevas tecnologías trabajan diferente”, explicó la institución médica. Esto también facilitó su creación.

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Foto: Unsplash.

Pero desarrollar una vacuna contra el COVID-19 no hubiera sido tan rápido si no fuera también por la gran cantidad de recursos económicos que distintos países destinaron con esta finalidad. Eso permitió no solamente crearlas, sino también llevar a cabo la labor titánica que implica fabricarlas para miles de millones de personas y distribuirlas en tiempo récord por todo el mundo.

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