Hace tres años, MacKenzie Scott era autora, esposa y madre de cuatro hijos que había comenzado un grupo contra el acoso escolar y durante los 90, ayudó a su esposo, Jeff Bezos, a lanzar Amazon, el gigante del comercio electrónico.

Si bien mantuvo un perfil bajo durante años, luego de divorciarse de Jeff Bezos y obtener una cuarta parte de su participación en Amazon, casi de inmediato comenzó a planificar cómo regalarlo todo.

“Tengo una cantidad desproporcionada de dinero para compartir”, escribió en mayo de 2019 cuando firmó un compromiso de donación, prometiendo donar al menos la mitad de su patrimonio a causas benéficas. “Seguiré así hasta que la caja fuerte esté vacía”.

Scott no solo ha comenzado a cumplir su palabra, sino que lo está haciendo a un ritmo récord y con control total sobre a dónde va su dinero: en poco más de dos años, Scott, con una fortuna de 57,000 millones de dólares, ha donado 8,600 millones de dólares a 780 organizaciones que promueven temas que incluyen equidad de género, justicia racial, salud pública y más.

Lo ha hecho sin ninguna oficina, ni siquiera dirección postal, y con escasa evidencia de personal a tiempo completo. En cambio, trabaja con su esposo Dan, investigadores y asesores Bridgespan, consultora sin fines de lucro.

MacKenzie Scott no responde ante nadie, no tiene una junta directiva (de la cual sepamos) y, como no está haciendo donaciones a través de una fundación benéfica, tampoco tiene requisitos de presentación de informes. (En comparación con la Fundación Gates, la cual cuenta con casi 1,800 empleados y que ganó 5,800 millones de dólares en subvenciones en 2020. Scott distribuyó un poco más de 5,800 millones ese año).

Y lo que es más importante, emplea una filosofía de donación “sin ataduras”, lo que significa que cada organización puede usar los fondos como mejor le parezca. “Empodera a los receptores haciéndolos sentir valorados y descubriendo sus mejores soluciones”, escribió Scott en Medium en junio.

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“Un regalo como este para una organización sin fines de lucro equivale a 1,000 millones de dólares”, declaró Luz Urrutia, la directora ejecutiva del Fondo de Oportunidades de Accion a Forbes en julio. (Accion es un proveedor de préstamos para pequeñas empresas en California que se enfoca en empresas propiedad de mujeres y negros; recibió 15 millones de Scott este año).

Está en debate si un regalo de 15 millones de dólares es realmente equivalente a 1,000 millones de dólares, pero no hay duda de que Scott está cambiando el modelo de cómo los multimillonarios regalan fortunas mientras apoyan causas que buscan alterar el status quo y promover la justicia.

También cuestiona el sistema que la colocó en esta posición de poder. “Todos estamos intentando regalar una fortuna que fue posible gracias a sistemas que necesitaban un cambio”, dijo este verano.

En un momento en que multimillonarios como su exmarido están despegando al espacio, Scott está usando su enorme fortuna no solo para apoyar a las organizaciones sin fines de lucro que hacen un buen trabajo, sino también para desafiar la forma en que se acumula la riqueza y el poder en Estados Unidos.

“Poner a los grandes donantes en el centro de las historias sobre el progreso social es una distorsión de su papel”, escribió Scott en la publicación de junio. “En este esfuerzo, nos regimos por la humilde creencia de que sería mejor si la riqueza desproporcionada no se concentrara en un pequeño número de manos, y que las soluciones están mejor diseñadas e implementadas por otros”.

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Muchas de las mujeres más poderosas del mundo todavía tienen que responder ante otra persona. En el caso de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, es su jefe, el presidente Joe Biden. La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, que es elegida por los líderes de la Unión Europea, tiene una junta ejecutiva (y un consejo de gobierno) que modera su proceso de toma de decisiones.

Incluso Melinda French Gates, ahora multimillonaria por derecho propio tras su divorcio del cofundador de Microsoft, Bill Gates, dirige la Fundación Gates junto con su ex, pero ha declarado que si no pueden llevarse bien durante los próximos dos años, ella será la primera en retirarse de la fundación. Mientras tanto, Scott no tiene tales restricciones.

Por estas razones, Forbes nombró por primera vez a MacKenzie Scott como la mujer más poderosa del mundo. Ahora ocupa el lugar de la canciller alemana Angela Merkel, quien se jubila de un cargo público.

Merkel ocupó el primer puesto durante 15 de los últimos 17 años que Forbes ha publicado este ranking; los únicos años que no fue la número uno fue en 2004, un año antes de convertirse en canciller y cuando la entonces secretaria de Estado, Condoleezza Rice estaba en la cima, y 2010, cuando la entonces primera dama Michelle Obama fue reconocida.

Con 57,000 millones de dólares aún por regalar, Scott tiene grandes planes para continuar con el cambio real y tener un impacto duradero en los históricamente subfinanciados y pasados por alto. Como ella dice: “La generosidad es generativa. Compartir provoca más”.

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