Hay que quienes con o sin Covid-19, tienen que seguir viajando. Esta es la historia de Carlos Rendón, un abogado notarial al que nada le ha impedido moverse este año por aire o carretera para cumplir con su trabajo. 

“Tal vez tengo quien me quiere mucho allá arriba o allá abajo, pero no me ha pasado nada negativo estos meses de pandemia mientras viajo”, asegura Rendón, quien acaba de anotarse el viaje número 1,000 en su carrera, apoyando a las Notarías mexicanas a gestionar todo tipo de trámites.

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Recuerda que a mediados de marzo, cuando para algunos mexicanos había empezado la cuarentena, él seguía moviéndose en aeropuertos y centrales de autobuses “como si nada”. No había ninguna diferencia en el flujo de pasajeros ni tampoco veía exigencias o recomendaciones estrictas de salud. Para abril, empezó a detectar ciertas diferencias, como viajar en camiones medio llenos, algo que jamás había visto ni en temporada baja. Fue hasta el mes de mayo que cayó en cuenta que estábamos viviendo una pandemia.

“Mayo fue un cementerio. Hice solo dos viajes, cuando normalmente hago hasta 25 en un mes o logro visitar hasta cuatro ciudades en un día. Nunca voy a olvidar llegar a la Terminal Central de Autobuses del Poniente de la Ciudad de México, ¡y ser el único ahí! No había nadie más a las 10 de la mañana. Y al camión sólo nos subimos tres… hubo trayectos que estaba yo solo”, cuenta divertido.

La labor de Carlos, desde hace 10 años, es visitar Notarías y algunas dependencias gubernamentales para gestionar trámites. Asegura que ninguna de ellas cerró, al menos las que frecuentó. Tampoco disminuyó su carga de trabajo. “De hecho, hubo muchas ciudades como Puebla o Celaya, o pequeños pueblos, en donde (pareciera que) el Covid-19 nunca ha existido: yo soy el raro ahí, con mi tapabocas”.

Y aunque asegura que nunca ha sentido miedo de contagiarse, aun cuando ya perdió a dos familiares a causa del coronavirus, no ha dejado de protegerse, sobre todo por respeto a sus compañeros de viaje, en caso de que él, sin querer, ya fuera portador: va a todas partes con gel, varios tapabocas, careta… intentó usar guantes en algún momento, pero tuvo que descartarlos, porque asegura que “sudaba como borracho”.

Conforme fue avanzando la pandemia, Carlos empezó a detectar ciertos síntomas en la industria de camiones y vuelos. Primero: las reservas empezaron a convertirse en tema complicado. Y después, ¡había pocas rutas!

10 años de vuelos y carreteras sumaron el viaje número 1,000 para Carlos en septiembre del 2020.

“La página de Autobuses ETN literalmente se cayó, no había forma de reservar nada por internet. La única forma de viajar por tierra era llegando a la terminal y esperar a que alguna corrida (salida) se confirmara, generalmente por demanda de pasajeros. Y en otros casos, te encontrabas que ciertas rutas ya sólo salían en ciertos días y no de todas las terminales”.

¿Aeropuertos? Entre marzo y junio vio muerto a Interjet, mientras que a Viva Aerobús y Volaris, los vio más activos, pero con poca actividad.

¿Valía la pena intentar moverse en su propio auto? “Hubiera sido mucho más complicado. Entre el pago de casetas y de gasolina, mis costos de viáticos se hubieran afectado mucho, además de que la logística estaba más complicada, pues en el mes de julio algunas carreteras cerraron, como la de Puebla”.

Asegura también que los precios bajaron demasiado, sobre todo en el mes de mayo. Por ejemplo, cuando un vuelo a Guadalajara le cuesta alrededor de 900 pesos, en plena pandemia lo encontró en 286 pesos. O un boleto de camión a Veracruz, que suele costarle entre 500 y 800 pesos, ya estaba en 300.

¿Comer? ¡Ni soñarlo! Ese tipo de establecimientos sí se encontraban totalmente cerrados, dentro y fuera de aeropuertos y terminales. Con una sonrisa divertida, cuenta que lo salvó su dieta diaria de Marinela (pastelitos comerciales). 

“Yo nunca planeé vivir en aviones, camiones y hoteles, pero resulta que la actividad notarial es esencial: nunca para. Ahora, entre septiembre y octubre, estoy viajando mucho más, como no hacía desde el 2016… Veo las giras de las bandas de rock, visitando varias ciudades en un mes, y digo, ni aguantan nada”.

 

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