Las primeras influencias artísticas de Isabel Sánchez ocurrieron en la cocina. La escultora vivió su niñez en el negocio de su abuela, una fonda tradicional en la ciudad de Oaxaca, en donde, atenta a los detalles, aprendió el arte de mezclar, sazonar, probar y experimentar con ingredientes típicos de la región, que, a fuego lento, se convertían en manjares, sencillos y sin ninguna pretensión más que saciar el hambre de los clientes, quienes, por años, desfilaron por las rústicas sillas y mesas de aquella cocina.

“Todo es remembranza y conocimiento que obtuve a través de la cocina. Es muy parecida a la cerámica… desde que se cocina, desde que es una masa”, explica, desde su taller enclavado en San Agustín Etla, municipio de Oaxaca, y que es mudo testigo de atinos y desaciertos del proceso de elaboración de cerámica con piezas que, en diferentes etapas de creación, la acompañan y no dejan de inspirarla.

Suscríbete a Forbes México

La inquietud de sus años mozos y la búsqueda de más caminos de expresión artística la llevaron al Taller Canela, del maestro Claudio Jerónimo, un ícono viviente de la cultura oaxaqueña, donde tenía un espacio el artista Francisco Toledo, “el maestro”, como orgullosamente lo llama Isabel.

El espacio fue el escenario del primer encuentro y luego de una especie de pruebas que se tradujeron en la elaboración de caprichosos moldes que, a la postre, pagarían su esfuerzo con creces y la oportunidad de participar en “Duelo”, una exposición que Toledo realizó entre 2015 y 2016, inspirada en los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, y que marcó el regreso del gran maestro oaxaqueño, después de décadas de ausencia, a la cerámica de alta temperatura.

La simbiosis fue tal que ambos artistas comenzaron a preparar una nueva exposición, cuyo protagonista sería el oso: visto como deidad en las antigua Rusia, los países nórdicos y Suiza, con una connotación violenta y de vasallaje sexual al que se sometían mujeres castas y adolescentes, y donde Isabel fue la encargada de la aportación femenina con figuras de líneas y curvas suaves, mientras que Toledo descargó su creatividad y sueños en un gran oso negro. Pese al entusiasmo sólo crearon una pieza de la colección pretendida y de una exposición que nunca llegó, porque la muerte alcanzó a Toledo en 2019.

Hoy, Isabel Sánchez atesora la experiencia artística y de vida, pero mucho más la complicidad con Francisco Toledo y las enseñanzas que le permiten pisar más fuerte en su trayectoria, cada vez más reconocida dentro y fuera de México.

Consulta el listado completo de los 100 Creativos Mexicanos aquí

 

Siguientes artículos

Pablo Cruz 100 Mexicanos más creativos
Pablo Cruz, es tiempo de mostrar el poder del suscriptor
Por

Es un momento complicado para los creadores, la demanda de los suscriptores de plataformas de streaming marca la pauta p...