Por Julián Andrade* Lo peor que se puede hacer en una crisis es no hacer nada. En la Ciudad de México, como en los estados del centro del país, el desabasto de las gasolinas es una situación que complica la logística de los ciudadanos y genera frustración y molestias. La economía está en riesgo y se han perdido ya ingresos en el ámbito del turismo y en el de los alimentos. Las encuestas indican que hay un amplio respaldo a las acciones del gobierno federal para combatir el robo de combustible y esto indica que existe un espacio para que la autoridad actúe. Sin embargo, esto no va a durar si no se resuelve la situación en el corto plazo. Si no hay mejora, las nubes serán más negras todavía. La labor administrativa y de gobierno es relevante. En la esfera local y estatal hay mucho por hacer, aunque la solución final no esté en sus manos y se dependa de una estrategia que tiene que ser, por necesidad, de carácter nacional. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, propuso cargar gasolina a base del engomado de los vehículos. La medida no se puede imponer y requiere de la participación de los ciudadanos. Por supuesto que resulta engorroso no tener idea de cuando se van a regularizar las cosas, pero meter algo de orden puede ayudar a hacerlo menos complicado. Como en otras crisis que ha enfrentado la capital del país, hay que apelar a la reserva de civismo que con la que se cuenta. Cuando en el pasado se tuvo que reducir la circulación de vehículos para proteger la salud de los capitalinos, la participación y comprensión de los ciudadanos y sus familias fue indispensable para llegar a buen puerto. Es absurdo pensar que estamos ante el inicio de un esquema de racionamiento de la gasolina, cuando lo que está sucediendo es una falla en la logística derivada del cierre de la red de ductos y de que no se previó lo que podía ocurrir. Hay que combatir el crimen, nadie lo duda, pero existen múltiples caminos para hacerlo y el que se decidió está sometiendo a la sociedad a altas presiones. Por ello, lo que implica también riesgos, son las largas esperas para cargar combustible, de las que se pueden desprender conflictos e inclusive terminar en violencia. La labor policial preventiva es indispensable, pero no sustituye las acciones que puedan mejorar la situación para todos. El domingo por la noche, sobre División del Norte, presencié dos conatos de pleito por el lugar en la fila, de automovilistas que ya llevaban horas esperando que llegara el combustible a una estación de servicio cerrada. Por eso, me parece, hay que respaldar la propuesta del gobierno capitalino de intentar, en la medida de lo posible, el cargar gasolina a partir del número de la placa. A nadie le gusta esto, pero algo hay que hacer entre todos, más allá de lo que opinemos de cómo se están haciendo las cosas y si se pudieron hacerse de otro modo. *Periodista y escritor. Es autor de la Lejanía del desierto y coautor de Asesinato de un cardenal   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.  

 

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