Aún quienes criticaban, hacían caso omiso y sobre todo llegaron a tener una actitud de incredulidad y burla ante los científicos que pronosticaron sus efectos devastadores del cambio climático hoy se rinden ante las crudas evidencias.

Sequías, inundaciones, tornados, huracanes, tormentas de arena, temperaturas récord, deshielo; se combinan con la polución, insecticidas, fertilizantes químicos y la arrogancia humana para hacer el caldo de cultivo perfecto en detrimento del recurso más valioso para la vida misma: el agua.

El panorama es catastrófico; 97% de los cuerpos del vital líquido en México, lagunas, pozos, manantiales, ríos y litorales sufren algún grado de contaminación; ya sea por metales pesados, sustancias nocivas, químicos, virus, bacterias, descargas, derivados del petróleo, material orgánico, desperdicios y/o plásticos. 

Más del 70% de esas fuentes han disminuido su caudal y niveles; las precipitaciones han declinado en un 20% en promedio; las presas y los puntos de abastecimiento se están agotando de manera irreversible, tendrían que pasar varias décadas para rellenarse y -dado que a la naturaleza le llevo incluso millones de años para formarlos- es muy difícil que se repongan.   

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Como consecuencia, un tercio de la población en México ya sufre los efectos directos de la escasez de agua; otra tercera parte los experimenta de manera indirecta y solamente un 8% puede decir que la recibe en cantidad y calidad suficiente.

Sin duda, el esfuerzo para administrar, mantener, bombear y dotar el servicio de agua para los usos industriales, domésticos y agrícolas es cada vez más complejo, costoso y demandante, una verdadera pesadilla. 

Todavía peor, el tema del agua está lleno de corrupción, malos manejos y toda una maraña de complicidades que la hacen más escasa, cara; propiciando su acaparamiento, desperdicio y concentración. 

Las enfermedades óseas y gastrointestinales, cáncer, infecciones en la piel y otras ligadas al consumo de agua contaminada se manifiestan lentamente, son progresivas y suelen atribuirse a otros factores; además ninguna autoridad está dispuesta a pagar el costo político de las afectaciones a la salud; lo que permite que el problema se oculte o se haga ver como parte de la “normalidad”.   

El impacto de la crisis del agua es global, sistémico y recurrente; de hecho, cerca del 80% de las afectaciones económicas se relaciona con la falta, exceso o disrupciones al ciclo del agua; sequías, inundaciones, cambios estacionales y desertificación agotan los recursos naturales, ponen al borde la extinción a miles de especies y acaban con la fertilidad y sustentabilidad de todo el planeta.   

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Para paliar un poco este panorama tan adverso no queda más que tomar acciones conjuntas, coordinadas, innovadoras tecnológicamente y muy eficientes, pues el requerimiento es no solamente urgente, implica incluso la supervivencia y viabilidad de todos.  

Cambio de mentalidad. La idea de que el agua no se va a acabar es absurda, que la gente crea que el mar es inagotable y que si algo sobra es agua en el planeta es una verdadera aberración, pero es un pensamiento muy extendido en la población promedio.

El populismo ha creado ciudadanos irresponsables que no toman conciencia de los costos y no les interesan los problemas públicos; hasta el día que el agua no brota de la llave; entonces la cosa cambia; no lleguemos al extremo mantengamos la actitud de racionalizar, seamos sensatos y cuidemos el agua.

Desde los hábitos mínimos, el aseo personal y el consumo doméstico podemos sumar mucho, cada litro, cada gota cuesta.  

Corrupción. El huachicoleo del agua, las mafias de piperos y toda la parafernalia de negocios “chuecos” que ofrecen el servicio público del agua es interminable; las concesiones; las cuotas, las autorizaciones de explotación, las compras de químicos y materiales, el mantenimiento de las redes y las instalaciones siempre sujetas al moche; son el paraíso del soborno.

Se requiere un impecable manejo, una nueva moral y un alto grado de especialización para abordar la agenda del agua.

Innovación tecnológica. El problema no se resuelve en términos de abastecimiento únicamente, tenemos que abordar cuestiones como las aplicaciones industriales y agrícolas, la economía sustentable, erradicar el uso de pesticidas y fertilizantes químicos; el uso del agua como fuente de energía; la alimentación, productividad, la revitalización del suelo y la reposición del ecosistema. 

Nadie se quiere complicar la vida, pero ya estamos al borde del abismo y hay que actuar como es imprescindible, urge, en unos años nos arrepentiríamos de no hacerlo, en menos de una década probablemente, no habrá mañana.

Reciclaje. De las alternativas más novedosas el reciclaje ofrece ventajas acordes a la actual situación, es mucho más barato y eficiente, requiere menos energía y mantenimiento y hoy por el hoy tanto la osmosis como la desalinización siguen siendo muy caras para la mayoría de los países.

El reciclaje del agua es la mejor alternativa tecnológica que puede ligarse a un ciclo de bio-economía y traer enormes ventajas sociales, económicas y políticas.

Existen ya los nanomateriales y los equipamientos para nuevas formas de potabilizar, tratar, conservar; reciclar y reponer las fuentes de agua, urge pasarle la estafeta a las empresas que las desarrollaron y dejar en el olvido los métodos tradicionales.

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