Por Eduardo Navarrete*

La adultez ha delegado en la vida la necesidad de reconciliarse con el arte de jugar. El gozo del niño, quien era estimulado y hasta aplaudido al jugar, de adulto ha de cobrar sospechosas formas de seriedad.

Este es el caso de las ganas por romper un récord o la necesidad de reflector, trampas que ahuyentan a cualquier adulto de acomodar la última pieza en el juego Tetris. Hace unos días, Willis Gibson, un niño de 13 años —quien, por fortuna grabó su hazaña— llegó al límite del juego entendiendo esto como una victoria por primera vez, desde su creación.

El triunfo va más allá de grabar el nombre del niño en un cuadro de honor análogo o digital: grita una inédita relación de las nuevas generaciones con los sistemas tecnológicos. En esa medida este cuadro de Tetris se acomoda en la historia humana.

¿Qué tanto es Tetris?

Mucho más que un juego, Tetris es una metáfora de la vida. Así lo propone Alexey Pajitnov, creador del popular reto de organizar bloques de colores.

“En la vida se acomodan las situaciones y nuestro deber es solucionarlas de inmediato, de lo contrario, solo se acumularán”, piensa Pajitnov, quien la semana pasada vio resuelto el juego que creó en 1984 y que para muchos no tenía final.

Tetris ha vendido más de 200 millones de copias, tiene el récord Guinness de ser “el juego de puzzle más incorporado a plataformas” y es una referencia constante en la cultura pop. Pero su logro más trascendente parece ser su impacto en la neurociencia, luego de que en BMC Research Notes se publicara que jugar Tetris podía engrosar la corteza cerebral y así aumentar la eficiencia cerebral.

El juego es un desafío a la agilidad mental que se ha utilizado incluso para medir habilidades cognitivas; el que un niño de 13 años consiguiera llegar a la pantalla límite habla, no solo de otras fronteras a las que pueden tener las generaciones nativas digitales, sino de nuevos vínculos y otras formas de plasticidad para relacionarse con los sistemas de procesamiento y los modelos de lenguaje conocidos como inteligencia artificial.

¿Sirve la seriedad en el acomodo?

Nos fascina llenar espacios, no se diga atar los cabos de un enigma. El sentido de incompletud motiva la acción humana, sea para armar un rompecabezas, esperar la resolución de una historia o completar una colección, no se diga para soportar el final de un sexenio.

Dichos huecos y grietas pueden percibirse también tras el cisma que la inteligencia artificial ha suscitado. Las industrias se reconfiguran, los trabajos se automatizan y el concepto de inteligencia se está desdoblando.

Willis, el niño que ordenó el tiradero de Tetris, resolvió el juego de la misma manera en la que su creador se inspiró para darle forma: sin proponérselo. Ni Alexander Pajitnov, ni Willis Gibson tomaron en serio su tarea, hasta que el resultado los rebasó. ¿Entre más seriedad ponemos a un asunto, contamos con menos recursos de adaptabilidad y de creatividad para resolverlos?

Tetris, que combina las palabras “Tetra” y “Tennis” propone ordenar un rompecabezas a partir de piezas que  caen en en desorden. Para avanzar en el juego uno tiene que priorizar la capacidad de sentido y orden con agilidad. Son los mismos elementos que requiere el ser humano para comprender el lugar de su inteligencia y el de las máquinas en un contexto desordenado y que va muy de prisa.

Contacto:
*Eduardo Navarrete es head of Content en UX Marketing, especialista en estrategias de contenido y fotógrafo de momentos decisivos.
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Instagram: @elnavarrete

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