Esta misma semana conocíamos los datos que publicaba la OCDE sobre la recuperación que comienzan a registrar muchas de las economías afectadas por la pandemia. El virus, que hace meses paralizaba al mundo, comienza a disiparse, en tanto en cuanto se incrementan los ritmos de vacunación. Esto está permitiendo que la actividad económica comience a reanudarse, viéndose reflejada en los indicadores con crecimientos que, en el caso de Estados Unidos, por ejemplo, y tras una intensa respuesta fiscal, le han llevado a registrar números que el país no veía desde hace 40 años.

Todo esto que mostramos, esta clara mejoría de la situación, donde la actividad y los agentes económicos vuelven a la carga, es lo que vemos reflejado en los pronósticos que ofrece el organismo multilateral. Analizando estos pronósticos, observamos como estos mejoran sustancialmente respecto a los pasados. En este sentido, se espera que el crecimiento económico mundial se sitúe en el 5.8% durante el presente ejercicio, una intensa revisión al alza en los pronósticos respecto a las perspectivas publicadas en diciembre del pasado año; perspectivas en las que el pronóstico alcanzaba el 4.2% para 2021.

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Sin embargo, esta lectura que hacemos de la recuperación económica no es del todo precisa, pues presenta matices. Entre esos matices, podemos destacar, en primer lugar, unas secuelas que, como consecuencia del COVID, quedarán estructurales en nuestra economía hasta que se reparen con políticas y con recursos. Y con secuelas me refiero a hechos como el que pronostica la propia OCDE, donde se observa como a finales de 2022 el ingreso mundial todavía seguirá siendo cerca de tres billones de dólares inferior a lo previsto antes de la crisis. 

Un deterioro de las rentas y la riqueza que derivará en un mayor ensanchamiento en los desequilibrios, sacudiendo y haciendo retroceder el progreso en los índices de desigualdad, por ejemplo, así como otras consecuencias que tendremos que combatir, posteriormente y cuando nos recuperemos, con reformas estructurales muy valientes.

Además, a esto que comentamos debemos añadir que en el análisis que hace la OCDE, tal y como observa el propio organismo, se percibe una impactante asimetría en los periodos de recuperación entre los países afectados. En este sentido, se percibe una gran desigualdad entre países, pudiendo señalar economías que mientras existen economías que prevén recuperar su nivel de PIB per cápita en el presente año, o otras que incluso ya lo han recuperado, otras, sin embargo, no prevén alcanzar ese nivel previo hasta el año 2026.

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Este es el caso en Europa de Alemania y España. Mientras la locomotora económica de la Unión Europea marcha a buen ritmo y prevé recuperar ese nivel de PIB per cápita previo a lo largo del presente año, España, por su parte, no prevé hacerlo hasta bien avanzado el año 2023, pudiendo alcanzarlo al cierre del año.

Analizando otras economías, entre las que se incluye México, observamos cómo China parece haber salido ya de esa crisis en la que se encontraba, junto a Turquía; pues han crecido, incluso, durante el año de la pandemia. Otras economías como Chile podrían alcanzar la normalidad y el nivel prepandemia a lo largo de este 2021, como les ocurrirá a muchas economías europeas. Asimismo, otras economías como Brasil y Colombia podrían alcanzar el nivel a mediados del 2022. Por último, encontramos economías como México, Costa Rica o Argentina, pudiendo recuperarse estas economías en el año 2023, y en el caso de Argentina, la más rezagada, en el 2026.

Como observamos, incluso dentro de la propia región de Latinoamérica y el Caribe existe una clara desigualdad. Y es que, como ya dijo el FMI y subraya la OCDE, existen una serie de condicionantes que son determinantes en los ritmos de la recuperación. Entre estos condicionantes, ambos organismos señalan los ritmos de vacunación y la capacidad del sistema sanitario, que se caracterizan por ser lentos en los ritmos, y escasos en materia de recursos; las debilidades estructurales de este tipo de economías, que son muchas y muy variadas; mientras que, por último, el organismo subraya la capacidad para apoyar las políticas de estímulo propuestas por los bancos centrales, donde la escasez en materia de recursos le ha llevado a estos países a ofrecer una respuesta fiscal media del 2.7% del PIB, frente a una respuesta de las economías avanzadas cercana al 7%. 

México, además, es una economía que muestra una clara vulnerabilidad en materia sanitaria, mientras los ritmos de vacunación deben acelerarse considerablemente. Las debilidades estructurales que lastran esta economía, entre las que se encuentra una elevada tasa de economía informal, siguen impidiendo un pleno desarrollo de la economía azteca. Y, por último, estas debilidades estructurales, de la misma forma que lastran los sistemas sanitarios y los dejan sin recursos en momentos como el actual, generan que la economía mexicana, en lo que su respuesta fiscal se refiere, se posicione como la economía que menor respuesta ha ofrecido, siendo esta del 1% del PIB.

En resumen, vemos unos pronósticos que, como indica su propio nombre, indican que el sol ha comenzado a salir y la primavera ha llegado para la economía. Ahora bien, olvidar los matices podría llevarnos, como sabemos, a diagnósticos erróneos.

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