Por Adolfo Laborde*

A propósito de los recientes movimientos sociales (Bolivia, Chile, Ecuador) y cambios de gobierno en la región (Argentina, Ecuador, México y Uruguay) me gustaría hacer algunas reflexiones sobre la situación que guarda la región. Como bien sabemos, América Latina a lo largo de su historia como entidad independiente ha tenido una infinidad de encuentros y desencuentros.

Estos van desde los esfuerzos de integración política después de la independencia con la idea de formar una sola nación, que en palabras de Simón Bolívar y José Martí sería “Nuestra América” alejada, claro, de la influencia europea o de los Estados Unidos de América, hasta los integracionistas de carácter económico con los esquemas de integración regional como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) o la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI); subregionales como el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Alianza del Pacífico, o los bilaterales de libre comercio como el firmado entre México y un buen número de países. 

Por una razón u otra, este sueño integracionista no se ha podido concretar. Lejos de ello, América Latina se encuentra dividida ante claras diferencias ideológicas. El resultado es hay 5 países de la región que se pueden considerar de izquierda (Argentina que estrenará un gobierno peronista en este mes, Cuba, México, Nicaragua y Venezuela), y el resto se ha movido al centro derecha.

Independientemente de esto, la pregunta que nos deberíamos hacer es ¿Hasta cuándo dejaremos las diferencias políticas y económicas para dar el paso a la integración real? La respuesta es que como se ven las cosas, mucho tiempo. Si no se dan pasos hacia una verdadera cooperación e integración regional, los obstáculos que vislumbro tienen que ver con las diferencias políticas en la composición de la nueva lógica regional.

Un claro ejemplo es México que es un país con una tradición de las últimas décadas de una política de libre comercio,  a un año de la llegada de la 4T hoy en día se encuentra en recesión económica. El caso emblemático de Chile como modelo de una economía abierta (neoliberal) exitosa ha quedado en tela de juicio por la tremenda inequidad económica entre sus ciudadanos. Muestra de ello son las protestas sociales que obligaron al gobierno de Sebastián Piñera a la realización de un plebiscito en abril del 2020 para aprobar el camino hacia una la instauración de una Asamblea Constituyente que modificará la Constitución actual hereda de la época de la dictadura de Augusto Pinochet.

En el caso de América Central y el Caribe cuentan con problemas económicos y sociales (seguridad) que han expulsado a una gran cantidad de sus ciudadanos. En cuanto a América del Sur, ya pasaron los años en los que se benefició por la bonanza debido al aumento del precio de las materias primas sin que se hayan aprovechado esos recursos para emprender una profunda transformación productiva. Quizá de esto se deriven las protestas que en el fondo, exigen una mayor equidad económica y movilidad social.

Este es el panorama de la región no es claro debido que se encuentra inmersa en la incertidumbre. Esperemos que los dos procesos de integración y cooperación que existen, es decir, MERCOSUR y la Alianza del Pacífico puedan detonar una mayor integración regional muy a pesar de los posibles enfrentamientos en la región por mantener un liderazgo a través del nuevo eje progresista encabezado por Argentina y México y la contrapropuesta liderada por Brasil.

La salida a ello es, sin duda, transitar a un esquema de regionalismo abierto ya propuesto por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) pero con un ingrediente más: el diálogo político del alto nivel respetando las diferencias existentes con miras a una verdadera cooperación horizontal que se traduzca en mejores condiciones de vida de todos los latinoamericanos. 

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*El autor es Doctor en Relaciones Internacionales. Profesor Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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