LeBarón y el origen de la incredulidad ante el gobierno mexicano
La comunidad de origen estadounidense tienen una historia marcada por la violencia, las amenazas y la fuerza económica que tienen en esa zona norte del país.
Un grupo numeroso de fotógrafos, camarógrafos y reporteros rodeaban a Julián LeBarón mientras caminaba por la calle Moneda, en el Centro de la Ciudad de México, para ingresar a Palacio Nacional, donde lo esperaba el presidente Andrés Manuel López Obrador.
En su trayecto, una mujer que miraba al grupo gritó en dirección a LeBarón: “¡Fuera de México los LeBarón! ¡Vende patrias!”.
Nadie se detenía, ni la prensa con las preguntas: “¿Qué espera de su reunión con el presidente? ¿Ya hay avance en la investigación respecto al asesinato de sus familiares? ¿Mantendrían su posición de armarse para defender a su comunidad?”; ni la mujer con sus agresiones verbales; ni LeBarón en su camino para reunirse con el presidente y evitar los cuestionamientos de la prensa.
“Somos muy cínicos después de tantos años, pero pues vamos a ver”, fue una de las pocas líneas que LeBarón pronunció ante los medios de comunicación la mañana de ayer.
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No sólo se trata del asesinato de las tres mujeres y seis niños pertenecientes a la comunidad de La Mora, en Sonora, y que formaban parte de la extensa comunidad de origen mormón formada por esta familia. Los LeBarón tienen una historia marcada por la violencia, las amenazas y la fuerza económica que tienen en esa zona norte del país.
“Soy Julian LeBarón, soy de Chihuahua en donde fue asesinado mi hermano, uno de mis mejores amigos, mi tío Raúl Rascón, mi cuñado Alfredo, mis amigos y en donde también son asesinadas y secuestradas personas todos los días”, relataba con la voz entrecortada en una conferencia TED Talks a la que titulaba “El Camino a la Paz” en noviembre de 2012.
En esa presentación LeBarón advierte que todos han cedido y contribuido a la cultura del odio.
Julián inició su activismo por la paz luego del asesinato de su hermano Benjamín LeBarón y su cuñado Luis Widmaren en 2011, a manos de narcotraficantes de la zona en venganza por el esfuerzo político de la familia para rescatar a un adolescente de la comunidad que había sido secuestrado.
“Mi vida después de eso nunca volvería a hacer igual, he marchado por todo el país y he visto el dolor y coraje que el odio produce en México”.
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