Por: Víctor Torres y José Luis Calderón*

La contingencia que enfrentamos a causa del Covid-19 continúa llevando al extremo las capacidades de dirección, planeación y gestión de los líderes de empresa que tienen que proyectar y ejecutar cambios significativos en distintos aspectos: los  productos y servicios dadas las  preferencias emergentes de los consumidores, el uso de la infraestructura tecnológica y física, el rediseño y optimización de los procesos de trabajo y operación, así como de los modelos mismos de negocio.

No podemos dejar de enfatizar la importancia de la innovación. El éxito, en este campo, depende de encontrar nuevas formas y de construir capacidades distintas para generar y entregar valor en forma consistente a los clientes, lo cual implica además retos para los diferentes niveles y áreas de la organización.

Existe una dimensión importante de la innovación que suele ser dejada a un lado: la necesidad de renovar el estilo de mando y las capacidades de ejecución. En este punto se intersecta la teoría de la administración de las empresas con la antropología. Si bien ambas dimensiones son importantes para la gestión eficiente, en tiempos de crisis son cruciales.

El carácter de las personas que dirigen las organizaciones representa una variable menor en la gestión cotidiana, dándose mayor peso a las capacidades técnicas. Si bien es cierto que el talento debe evaluarse objetivamente, para la optimización del desempeño por parte de los colaboradores talentosos, el carácter debiera ser también un factor a considerar, ponderar y desarrollar.

Cualquier decisión en el ámbito de la empresa exige conocimiento de las circunstancias y condicionantes. La información directiva debe considerar tanto las condiciones internas — activos, flujo de caja, competencias y habilidades del personal— como las externas —el entorno político, social  y económico, las preferencias de los consumidores, etc.—. En el contexto de las decisiones directivas esto es lo que conocemos como diagnóstico.

Carlos Llano, filósofo, empresario y fundador del IPADE, identificó dos dimensiones necesarias para un diagnóstico efectivo: objetividad y humildad. Es aquí donde el carácter de las personas que dirigen las organizaciones juega un papel relevante: los deseos y aspiraciones personales provocan interferencia, para bien o para mal,  en el conocimiento de las condiciones sobre las cuales actuamos. Para ser objetivos es necesario tener autoconocimiento, es decir, saber cuáles son los impulsos interiores que podrían distorsionar el diagnóstico. En ello consiste la humildad.

Las crisis marcan la relevancia de las cualidades personales de los miembros de la organización y además las hacen evidentes; particularmente, las de las personas a cargo de la dirección. Por ejemplo, en este contexto, directores o directoras acostumbrados al micromanagement  seguramente están teniendo más problemas para adaptarse que aquellos líderes que delegan mejor. Donde los primeros antes intervenían a detalle sobre las acciones individuales, ahora deben replegarse a una posición de apoyo a sus colaboradores en combinación con la fijación de objetivos claros.

Un cambio de esta clase no es sencillo. Para lograrlo es necesario, en primer lugar, saber si el estilo de liderazgo es adecuado para la situación actual o si debe cambiar. La persona que dirige debe cuestionarse si las competencias que posee son pertinentes para los cambios exigidos. A ello, sumar el hecho de que las decisiones en tiempos de crisis no pueden tomar demasiado tiempo.

Invitar a los colaboradores a brindar retroalimentación, escuchar seriamente su punto de vista y tomar en cuenta sus observaciones parecería una tarea sencilla. Sin embargo, cuando dicho diálogo tiene que ver con las cualidades personales o el estilo de liderazgo, escuchar con humildad puede ser muy difícil. Para lograr un diálogo exitoso entre los distintos niveles de la estructura en la empresa es necesario fomentar un ambiente de confianza y apertura. Escuchar seriamente a los demás no sólo es benéfico al interior de la organización; también puede ser clave para el crecimiento personal de los líderes.

En estos momentos de crisis, los directores y dueños de negocios necesitan un espejo que los haga reflexionar más que sobre sus capacidades técnicas, sobre su carácter y la respuesta de éste ante la crisis. La comunicación franca, abierta y constructiva con colaboradores puede constituirse en ese espejo tan necesario ahora para los líderes de organizaciones.

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Víctor Torres es Profesor del área de Control e Información Directiva de IPADE Business School y José Luis es asistente de la misma área.*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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