Por Hugo Arce Barrueta América Latina se encuentra en un momento de transición tecnológica y varias de estas invenciones son desarrollos de jóvenes centroamericanos y caribeños, que ya cuentan con la aprobación y el reconocimiento global. Por ejemplo, recientemente, tres originarios de estas dos zonas geográficas fueron reconocidos con el Premio Innovadores menores de 35 Latam 2017, galardón que otorga la MIT Technology Review en español, que pertenece al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), a 35 nacidos en América Latina. Arianna Salazar (Costa Rica) desarrolló una plataforma que detecta y analiza la actividad peatonal en calles y parques de las metrópolis; Juan Carlos Noguera (Guatemala) diseñó la primera impresora 3D que imprime circuitos electrónicos; y Rainier Mallol (República Dominicana) puede predecir, mediante la Inteligencia Artificial, dónde y cuándo surgirá un nuevo brote de cinco diferentes enfermedades. Durante la entrega de premios, realizada por primera vez en un país latinoamericano (México), los premiados expusieron su trabajo ante más de 400 asistentes y se alternaron ponencias de grandes líderes, como Dirk Ahlborn, ceo de Hyperloop Transportation Technologies; Gerardo Jiménez Sánchez, profesor de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública de Harvard; y Alvar Saenz-Otero, director del Laboratorio de Sistemas Espaciales del MIT, entre otros. Puedes leer:  Cepal exhorta a potenciar el comercio dentro de Latinoamérica Los tres premiados coinciden en que las principales tendencias tecnológicas que se están dando en Centroamérica y el Caribe están relacionadas con la ciencia de los datos, pues actualmente se considera a éstos como el nuevo “oro digital”. Algunas otras de las tecnologías que están cambiando las industrias en la región, y que darán de qué hablar, son la Inteligencia Artificial (AI, por sus siglas en inglés), la realidad virtual, la impresión en 3D, la robótica, las redes sociales y el reconocimiento de rostro, iris y huella digital. Hacia una revolución manufactura Juan Carlos Noguera / Guatemala El mercado tenía impresoras 3D de escritorio, que daban forma a objetos de plástico o metal en tres dimensiones, pero no había una que pudiera crear aparatos funcionales, hasta que, en 2016, la compañía Voxel8 creó Developer’s Kit, un equipo capaz de imprimir circuitos electrónicos tridimensionales para formar un chip y utilizarlo en aparatos electrónicos. El responsable de diseñar el producto físico y del software con el que se crean en pantalla los circuitos es Juan Carlos Noguera, originario de Guatemala, quien se unió al equipo en 2014, bajo la supervisión de la profesora Jennifer Lewis, de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de Harvard. La académica fundó, junto con un grupo de alumnos, quienes desarrollaron la “tinta conductiva”, un líquido hecho a base de plata que conduce la electricidad de manera eficiente, con lo cual es posible fabricar, en cuestión de minutos u horas, circuitos electrónicos. El guatemalteco explica que, actualmente, si un ingeniero o diseñador quiere construir un prototipo de algún aparato electrónico, primero tiene que mandar a fabricar un chip, acción que es costosa y tardada. “Esta tecnología constituye un gran salto para la manufactura de dispositivos funcionales”, dice. “Con esta herramienta integral, tanto científicos como investigadores y emprendedores, pueden ‘prototipar’ en sus centros de trabajo, sin necesidad de hacer un ensamblaje”, ahonda Noguera, quien es diseñador industrial por la Universidad Rafael Landívar de Guatemala. La máquina es de tipo modular, tiene el tamaño de una impresora tradicional de oficina y consta de dos cabezales de impresión: uno imprime un material termoplástico y el otro coloca la tinta conductiva; ambos van colocando, capa a capa, tanto el cuerpo como los cables eléctricos, para, al final, producir circuitos electrónicos dentro de una pieza de plástico. El Developer’s Kit cuesta 9,000 dólares, equiparable a las impresoras 3D que sólo pueden trabajar con un material. Y su tamaño es mucho más pequeño que el de los equipos actuales destinados a la fabricación de prototipos, cuyos precios van de los 50,000 a los 70,000 dólares. Para este año, la empresa planea mejorar el producto para su utilización industrial y doméstica, además de que, recientemente, comenzó a trabajar en la impresión de calzado y ropa deportiva. Arianna Salazar / Costa Rica El poder de los datos Para que una ciudad realice un planeamiento urbano inteligente, es necesario que disponga de datos precisos en tiempo real, los cuales permitan conocer el flujo de personas, así como la disposición del mobiliario citadino e incluso las condiciones del clima. Pensando en esta necesidad, la urbanista costarricense Arianna Salazar desarrolló Bitsence, una plataforma que detecta y analiza la actividad peatonal en calles y parques de las metrópolis, al igual que la manera en que se usan los objetos urbanos y cuáles son las condiciones ambientales: luz, ruido, temperatura y calidad del aire. “Hay muchas tecnologías de recolección de datos, pero la mayoría no brinda soluciones. Mi plataforma colecta, analiza y mapea en tiempo real los datos que arrojan los habitantes de una ciudad, para que los planeadores urbanos diseñen espacios para ofrecer mejores servicios a los ciudadanos”, dice la experta, quien estudió la carrera de Arquitectura en la Universidad Veritas, en Costa Rica. Bitsence consta de un sensor que mide la actividad de los peatones a través de sus smartphones y otros dispositivos móviles conectados a internet. El proceso de detección y análisis se hace de manera anónima: no sabe la identidad de las personas. Después, un software procesa las señales y coloca los datos en un mapa en el que puede saberse, en tiempo real, qué zonas son más transitadas, qué objetos urbanos son funcionales y cuáles son los niveles ambientales que hay en ese momento. El programa puede manejarse desde cualquier lugar en una computadora o en un dispositivo móvil. Esta información sería de gran ayuda para los diseñadores urbanos, si consideramos que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que, para el año 2030, la población mundial alcanzará los 8,500 millones de habitantes. “Una ciudad no tiene la capacidad de procesar la gran cantidad de datos que produce. Bitsence puede ser una buena herramienta para resolver ese problema”, afirma Salazar. La plataforma se implementó en Boston, con ayuda de la empresa Local Sense Lab, cuyo objetivo fue obtener datos para guiar las decisiones gubernamentales del lugar. La innovación trabajó con éxito en un radio de cuatro manzanas, en una zona de tiendas; y, con los resultados obtenidos, autoridades y empresarios supieron dónde y a qué hora había más gente, dónde colocar mobiliario urbano y el impacto que tenía el ruido en un horario comercial. Ahora, el siguiente paso de Salazar es implementar su proyecto en la ciudad de Casco Viejo, Panamá, en donde hay un alto tránsito de peatones, tanto locales, como extranjeros. Será instalado durante este 2018 y será un punto de partida para explorar la región Centroaméricana. Después irá a San José, Costa Rica. “Creo que es una buena oportunidad para que las ciudades utilicen nuevas tecnologías y mejoren los servicios en las metrópolis latinas”. La emprendedora, de 29 años de edad, estudia un doctorado en Informática Urbana en el MIT, y uno de sus mensajes clave es que las tendencias tecnológicas deben surgir, no de las modas globales, sino de las necesidades que tiene cada país para, de ahí, implementar las innovaciones existentes: “Nuestro punto de partida debe ser el problema y, después, pensar en la tecnología que puede resolverlo”, explica. La inteligencia artificial predice el futuro Rainier Mallol / República Dominicana Varios países de Latinoamérica y el sureste asiático han enfrentado, por muchos años, a cinco enemigos mortales: dengue, zika, chikungunya, malaria y tuberculosis, enfermedades que actualmente son controladas, con muchas limitaciones, por la epidemiología médica; sin embargo, no había una herramienta capaz de predecir dónde surgiría el siguiente brote, hasta que llegó Artificial Intelligence for Medical Epidemiology (AIME). Esta plataforma, que puede detectar el problema con tres meses de antelación, cuenta con un algoritmo de Inteligencia Artificial que hace uso de los datos para llevar a cabo análisis y predicciones que ayudan a las instituciones de salud pública de los gobiernos a salvar vidas y ahorrar dinero. El creador de AIME es Rainier Mallol, un ingeniero de 26 años de edad, originario de República Dominicana, quien tuvo la idea de construir el desarrollo durante su estancia en la Universidad de la Singularidad, institución académica que pertenece a la NASA. Ahí conoció a un médico de Malasia que contaba con una gran cantidad de información acerca del dengue. “Los datos son algo esencial para la vida humana. Sin los datos, la Inteligencia Artificial no funcionaría”, puntualiza este desarrollador. Como Rainier tenía conocimientos de Inteligencia Artificial, ambos juntaron sus habilidades y construyeron un software y lo probaron en una región del sureste asiático en 2015, donde predijeron 84% de los brotes de la enfermedad, proyecto con el cual ganaron una competencia en la NASA y, gracias a ello, también probaron su modelo en Río de Janeiro, Brasil, durante los Juegos Olímpicos de 2016, con excelentes resultados. “Debido al éxito de nuestra plataforma, decidimos fundar la empresa AIME, que provee de soluciones a un sector que realmente necesita innovaciones tecnológicas, que es el sector de salud pública”, comenta el emprendedor. Hoy, la compañía tiene presencia en Brasil, Filipinas y Malasia, con una eficacia de casi 90% en el pronóstico. El siguiente paso se dará en Centroamérica. “La predicción de un nuevo brote es muy importante para no tomar malas decisiones”, explica Rainier, quien es ingeniero en Telemática (que conjunta telecomunicaciones e informática) por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en República Dominicana. Por ejemplo, en Brasil se invertían 40,000 millones de dólares cada año en la fumigación de grandes áreas para aniquilar a los mosquitos transmisores de dengue, zika o chikungunya. “Con nuestra solución, ahora sólo dirigen sus recursos a la zona que será afectada y, con esto, se ahorran mucho dinero y las autoridades sanitarias se vuelven más eficientes”, ahonda Rainier. Costa Rica, Honduras y República Dominicana serán los próximos países en donde se implementará la solución. Y, durante este 2018, el desarrollador tratará de colocar, al menos, modelos piloto en estas naciones, para demostrar al ministro de salud pública de cada localidad la eficacia del software. AIME también trabaja en una aplicación para diagnosticar enfermedades desde un teléfono celular, pues, en la actualidad, se requiere de un laboratorio y de una muestra de sangre del paciente. “Con nuestra app será posible que, en zonas rurales de Centroamérica, los médicos tomen una foto de la muestra de sangre y la aplicación les dirá al instante si la persona tiene tuberculosis o incluso malaria”, opina Rainier.

 

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