Por Rafael Kisel*

Las razones para estos inusitados niveles de partículas 2.5 y ozono en la atmósfera son varias, desde el número extraordinario de incendios forestales hasta el alto número de vehículos en circulación en la capital y zonas metropolitanas, pero las consecuencias de la parálisis parcial que por cinco días aquejó al centro financiero y político del país fueron sentidas por todos sus habitantes.

Como primer punto de acción en ese momento, la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAMe) implementó el plan de contingencia ambiental que, por primera vez, se extendió a Puebla, Estado de México, Morelos, Querétaro y Tlaxcala. Este restringía la circulación de automóviles y las actividades al aire libre, pero, por la magnitud del fenómeno, los niveles de contaminantes no disminuyeron sino hasta diez días después. 

Esos mismos dos puntos, la reducción de emisiones de vehículos particulares y la restricción de actividades al aire libre, son los enfoques centrales del Programa para Prevenir y Responder a Contingencias Ambientales Atmosféricas, creado como consecuencia de esta crisis, con la añadidura de que en esta ocasión se consideran medidas preventivas para cuando se empiecen a registrar niveles alarmantes de estos contaminantes.  

De igual forma, la Ciudad de México anunció programas de renovación de flotillas de transporte público a unas que produzcan menos emisiones, de las cuales hasta el momento Volvo Buses se ha adjudicado tres licitaciones; así como la priorización de vehículos híbridos y eléctricos. La remodelación y ampliación de los servicios como el tren ligero o el Metrobús también han sido favorecidos con inversión para la mejora de sus unidades, ampliación de sus rutas y conversión de sus vehículos a otros más ecológicos. Aunque necesarios y de largo alcance, estos proyectos tienen un tiempo de implementación hacia 2024 que hace que a corto plazo la problemática continúe. 

Sin embargo, un punto que requiere de especial atención es la conectividad de la Ciudad. Para todos es bien sabido que la zona metropolitana de la capital es una de las más grandes y dispersas del mundo. Este hecho complica los traslados, aumenta el tiempo en el tráfico y por tanto las emisiones, y hace que la mayor parte de la población sea dependiente de microtraslados y use múltiples formas de transporte, unos más contaminantes que otros. 

Potencializar la conectividad en planes de transporte integrales para la Ciudad funcionaría de dos formas: la conectividad física entre puntos nodales de traslado y la conectividad entendida como el intercambio de datos entre las partes que conforman el sistema de transporte público, considerando tanto a usuarios como a vehículos. Con estas acciones se puede reducir el consumo de combustible, reducir tiempos de traslado, aumentar la seguridad e incrementar la comodidad de los pasajeros. 

Se requiere de la cooperación y trabajo en conjunto de los hacedores de políticas públicas, la industria y la sociedad civil para no solo prevenir que una contingencia ambiental como la vivida este año se repita en el futuro, sino para mejorar la calidad de vida a través de las soluciones de transporte. La movilidad es una pieza fundamental en cualquier ciudad, pero su relevancia se ve amplificada en una tan grande como la de México. El fortalecimiento y creación de infraestructura, que mejore la operación y garanticen la seguridad de pasajeros y transeúntes, son medidas más que necesarias para trabajar a favor de un aire limpio, un futuro sustentable y una mejor calidad de vida para todos.

  Contacto: LinkedIn: Rafael Kisel   *El autor es director general de Volvo Buses México.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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