El funeral del papa emérito Benedicto XVI con el que se inició el 2023 marcó el inicio de una nueva fase del pontificado de Francisco, sin la sombra de su predecesor y diez años después de su elección, en la que cada vez preocupa más su estado de salud y crecen los interrogantes sobre el legado que dejará a la Iglesia católica.

El año comenzó con la poderosa imagen de Francisco posando sus manos sobre el féretro de Benedicto XVI, tras el funeral que se celebró el 5 de enero y con el que concluía la “época de los dos papas”, en la que, después de un momento inicial de sorpresa, se consiguió un importante equilibrio en una inédita situación.

Francisco comenzó así una nueva etapa en su pontificado, que cumplió diez años en marzo, una efeméride que trajo a la memoria cómo había cambiado la Iglesia católica con el papa “llegado del fin del mundo”, pero también los asuntos pendientes, como lograr que se le escuche en las diócesis sobre la lucha contra los abusos, una mayor transparencia en los procesos a los sacerdotes pederastas, apertura a los homosexuales y mayor representación de la mujer.

Francisco, que cumplirá 87 años el 17 de diciembre, “tiene la salud de una persona de 60”, según el cirujano jefe del hospital Gemelli, aunque este año ha sufrido varios achaques y una operación complicada por una hernia abdominal que ha despertado preocupación por su salud, por las fuerzas para seguir su misión o los viajes internacionales, levantando “vientos de cónclave” cada vez que era hospitalizado.

En abril, Francisco fue ingresado tres días por una bronquitis que tuvo que ser tratada con antibióticos y que preocupó, ya que el pontífice llegó con fiebre y en ambulancia al Gemelli.

Pero en junio, por sorpresa, y ante la presencia de unas adherencias debido a su anterior operación por diverticulos en el colon en julio de 2021, tuvo que volver a ser operado de una hernia abdominal y estuvo ingresado nueve días.

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Muerte de Benedicto XVI y el futuro del Papa Francisco marcaron el 2023 de la Iglesia católica

Esto no le impidió viajar en agosto a Portugal para participar en la Jornada Mundial de la Juventud, donde acudieron más de un millón de jóvenes católicos dando prueba de haberse recuperado totalmente, mientras que a inicios de septiembre fue a Mongolia y después dos días a Marsella, para la cumbre Mediterránea.

A finales de año, un nuevo problema pulmonar por una gripe le obligó a cancelar pocos días antes el viaje previsto a Dubái para participar en la cumbre del clima COP 28 y desataba de nuevo la incertidumbre sobre su estado de salud, al que se suman sus problemas de movilidad por los que tiene que usar una silla de ruedas en las largas distancias. Tanto que en 2024 por el momento no hay ningún viaje previsto.

En octubre, durante cerca de un mes, unos 500 obispos y laicos debatieron durante el Sínodo sobre importantes materias que cambiar o replantear en la Iglesia católica, que volverán a ser abordados en 2024, cuando se espera una toma de decisiones que podrían cambiar importantes temas como la acogida a los homosexuales o el papel de la mujer.

Aunque el papa niega que este Sínodo sea una especie de “Concilio Vaticano III”, los temas abordados podrían ser importantes para la Iglesia, pues en esta primera sesión se dejaron abiertas cuestiones como la posibilidad de abolir el celibato obligatorio en algunas ocasiones o de permitir las diaconisas, que las mujeres puedan desempeñar algunos “ministerios” hasta ahora ocupados sólo por los hombres, aunque se haya descartado el sacerdocio.

Durante todo el año, el pontífice ha realizado continuos llamamientos para poner fin a la guerra en Ucrania e incluso envió al cardenal italiano Matteo Zuppi en una operación de mediación a Kiev, Moscú, Washington y Pekín para, al menos, conseguir el regreso de los niños ucranianos deportados a la fuerza a Rusia y que, por el momento, no ha obtenido resultados.

Lo mismo está ocurriendo con el conflicto entre Hamás e Israel, con un pontífice que no cesa de pedir la liberación de los rehenes israelíes en manos de los islamistas y que se detengan los bombardeos sobre la Franja de Gaza.

Una posición de equidistancia que, sin embargo, le ha valido duras críticas por parte de las autoridades ucranianas y también por parte de los rabinos italianos, que han acusado al papa de no condenar enérgicamente las acciones de Hamas del 7 de octubre que dieron inicio a la guerra.

Con información de EFE.

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