Alberto Baillères siempre fue un hombre de bajo perfil, rara vez daba entrevistas u opinaba sobre la situación política del país, sin embargo, cuando Forbes México cumplió su primer aniversario compartió en nuestras páginas un artículo donde hablaba de su visión del mundo empresarial y aunque decía que no tenía recetas, también daba un par de consejos para los momentos complicados y sinsabores.

Para el hombre que ocupó la cuarta posición en la lista de millonarios del país en la lista Forbes México en 2021, con una fortuna de 10,480 millones de dólares, la vida del empresario es apasionante, sin embargo, está llena de dificultades, retos y amenazas, para quien no existen tiempos serenos y es necesario enfrentar los apuros con serenidad.

Y es que para Alberto Baillères toda inversión conlleva riesgos, pero sin ella no hay prosperidad venidera, por lo que una cuidadosa y objetiva evaluación de proyectos es indispensable para acrecentar de manera perdurable el patrimonio de las sociedades; pero a la par, siempre mejorar los productos y los servicios que una empresa ofrece y perfeccionar los procesos

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Además, creía que en los momentos de auge era necesario tener la serenidad para evitar embelesarse con la efervescencia de la prosperidad y en los declives, tener la paciencia para perseverar en el empeño de superar los mayores obstáculos.

Quien fuera presidente del consejo de Industrias Peñoles, GNP, Palacio de Hierro y del patronato del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), también habló de sus sentimientos por el país, decía que “México es una nación llamada a la grandeza”.

Alberto Baillères
Alberto Baillères. Foto: Archivo.

“A lo largo de mi vida, he visto casi todo: auges y depresiones, crisis políticas y económicas, y conflictos. Creo que, ante estos embates, debemos mantener siempre una visión de país de largo alcance”, aseguraba.

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A continuación, el artículo integro de Alberto Baillères fallecido el pasado 2 de febreros a la edad de 90 años, publicado en la edición de noviembre de 2013 de Forbes México:

Tanto en los momentos apacibles como en los turbulentos, siempre resulta provechoso apegarse a lo primordial. No tengo recetas específicas para explicarles cómo afrontar un entorno adverso, pero sí conozco los principios básicos que deben aplicarse siempre. La vida de la empresa y de los empresarios es apasionante, pero no es plácida ni mucho menos. Está llena de dificultades, retos y amenazas. No hay tiempos serenos, sólo cambios en la intensidad de los apuros: así que debemos asumirlos con serenidad y atención.

A lo largo de mi vida, he visto casi todo: auges y depresiones, crisis políticas y económicas, y conflictos. Creo que, ante estos embates, debemos mantener siempre una visión de país de largo alcance. Si uno confía en su país –como yo lo hago, porque pienso que México es una nación llamada a la grandeza–, no debe perderse el rumbo ni flaquear ante el pulso que nos marca nuestra prospección del país.

Todos los percances, las dificultades y los sinsabores nos hacen ser mejores y nos impulsan a tomar decisiones trascendentes, agudizan nuestro ingenio y nos tiemplan el pulso.

La prudencia es una virtud indispensable para alcanzar un éxito perdurable. Por ejemplo, el endeudamiento nunca debe poner en riesgo la salud financiera de la empresa y debe situarse previendo la inmanencia de los ciclos económicos. En los momentos de auge, hay que tener la serenidad para evitar embelesarse con la efervescencia de la prosperidad; y en los declives, debemos tener la paciencia para perseverar en el empeño de superar los mayores obstáculos.

Toda inversión conlleva riesgos y sin ella no hay prosperidad venidera. Una cuidadosa y objetiva evaluación de proyectos de inversión es un recurso indispensable para acrecentar de manera perdurable el patrimonio de las sociedades.

El empeño por la eficiencia y el control de costos debe mantenerse y propiciarse tanto en la abundancia como en la escasez. El dispendio y el descuido debilitan mucho a las organizaciones, pues no sólo reducen el patrimonio de los accionistas, sino que merman la fuerza y los recursos para invertir, y debilitan la moral de los colaboradores.

Igualmente, debemos evitar que la rutina y la complacencia, que en muchas ocasiones se engendran a partir del éxito, nos aparten de la innovación. Siempre hay manera de mejorar los productos y los servicios que ofrecemos; siempre se pueden perfeccionar los procesos. El progreso de la empresa exige que no se claudique en el empeño de innovar en todas y en cada una de las actividades.

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No menos importante que lo anterior es reconocer que la fuerza vital de ejecución e innovación de las empresas son sus colaboradores. La constante atención de todos los aspectos relacionados con ellos, deben ser una prioridad.

Asimismo, no puede soslayarse el cuidado de la cultura de la organización. La honestidad, el apego a las reglas, el respeto a los demás, la lealtad y la responsabilidad, son guías indispensables para lograr la eficacia y la sustentabilidad social y económica de la empresa. Por otro lado, el modelo de liderazgo de la organización es esencial para la empresa, y debe de ser de atracción y no de imposición.

La empresa tiene que ser un buen ciudadano corporativo, empezando por casa.

Finalmente, el buen desempeño de las empresas exige la pasión y el goce de la actividad empresarial. El desánimo apaga la pasión, pistón de la acción y de la innovación. En tiempos de un entorno difícil, yo recomiendo ánimo y pasión para superarlo.

Alberto Baillères
Ilustración: Abraham Solís

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