18 meses. Ese es el horizonte temporal para una vida sin tapabocas, contagios, cifras de reproducción y virólogos. Algunos investigadores son más optimistas que otros en lo referente al desarrollo de una vacuna contra el nuevo coronavirus, pero llegará un momento en que la ansiada vacuna estará disponible. ¿Qué país será el primero en acceder a ella? La experta en salud Ilona Kickbusch dice a Deutsche Welle: “Actualmente no existen reglas internacionales para una distribución justa de la vacuna”.

Objetivo máximo: beneficios

De momento, la distribución se deja a las fuerzas del mercado. “Eso tiene el peligro de que Europa occidental, Canadá, Japón y Estados Unidos estarán especialmente bien abastecidos, porque pueden pagar más”, dice a DW Jürgen Wasem, economista de la salud. “Ese es un problema que siempre tenemos en el área farmacéutica“, asegura.

Históricamente, la industria farmacéutica no tiene buena fama en lo que al tema vacunas se refiere. Ha habido ocasiones en que la culpa del desabastecimiento de vacunas “se debía a la política de precios de las empresas. Pero eso es algo, en general, difícil de demostrar”, dice Wasem. La acusación está clara: algunos consorcios podrían haber provocado escasez artificial de vacunas para elevar su precio.

Hay determinadas vacunas que nunca fueron creadas porque faltaban los incentivos económicos para ello. “Existieron las bases para desarrollar la del ébola, pero nunca llegó a hacerse porque con ella no se iba a ganar mucho dinero”, informa la experta en salud Ilona Kickbusch, que imparte clase en el Instituto Superior de Estudios Internacionales y Desarrollo de Ginebra. Para Han Steutel, director de la Asociación alemana de Empresas de Investigación Farmacéutica, asegura a DW que “para todos está claro que solo uniendo fuerzas podremos hacer frente a esta situación”.

La salud en manos de las empresas

Jürgen Wasem, profesor de la universidad de Duisburg-Essen, ve claras ventajas en la participación de la economía privada, “porque las firmas llevarán a cabo una serie de iniciativas, de las cuales algunas tendrán éxito. El desarrollo de una vacuna es costoso y tiene muchos riesgos”, explica. En este momento, el bien de la salud mundial reside en manos de cuatro grandes productores de vacunas y varias empresas más pequeñas de biotecnología.

Hasta el momento se han iniciado unos 80 proyectos para lograr vacunas en todo el mundo, la mayoría en asociaciones formadas por grandes gigantes farmacéuticos y empresas biotecnológicas. Así, por ejemplo, la firma alemana Biontech colabora con el consorcio estadounidense Pfizer. En los próximos meses, más de una docena de posibles productos entrarán en fase de estudios clínicos o ya están en esa fase. Los candidatos más prometedores son de China, Estados Unidos y Alemania.

La esperanza: un agencia global de suministro

Pero hay quienes no desean abandonar la vacuna a la fuerza de los mercados. António Guterres, secretario general de la ONU, ha declarado la vacuna contra el nuevo coronavirus como “bien público”. También Angela Merkel, la canciller alemana, se ha unido a esta idea y centra sus esfuerzos en el próximo 4 de mayo. Para esa fecha, varios países, la UE y la Fundación Gates desean reunir más de 8,000 millones de euros para la OMS. Este dinero se emplearía en la creación de una agencia global de suministro de vacunas y medicamentos, con el fin de repartirlos de forma justa.

Pero no está muy claro cómo deben ser los acuerdos entre los países y las industrias. David Loew, director del fabricante de vacunas Sanofi Pasteur pide a los políticos un “pacto de riesgos”. “Necesitamos la promesa de que se va a adquirir un determinado volumen de producto a un determinado precio”, dijo Loew al diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. Loew también asegura que es necesario comenzar ya a establecer la producción, para que después las vacunas puedan llegar a mucha gente. Y advierte que los costes y los riesgos son enormes. “Tenemos accionistas que podrían decirnos que mejor nos concentremos en algo más seguro”, dice el director de Sanofi Pasteur

Una cuestión de lugar

No está claro si Estados Unidos formaría parte de una agencia de suministro global. El país americano ha cancelado su participación en la conferencia del 4 de mayo, después de que el Gobierno de EE.UU. acusara a la OMS de favorecer a China.

Además, Estados Unidos, al contrario que la UE, cuenta ya con una especie de agencia de suministro. La llamada BARDA obliga a las empresas a producir en Estados Unidos. Ya trabaja con el gigante europeo Sanofi Pasteur: se trata de asegurar medicamentos en primer lugar para Estados Unidos.

Los estadounidenses no están solos en esa pugna: el ministro alemán de Sanidad, Jens Spahn, ya ha recalcado la importancia de que Europa tenga su propia producción, con el fin de tener seguridad sobre el suministro. Por su parte, el influyente mecenas estadounidense Bill Gates propone también producir en países en desarrollo. Porque está claro que si todo se deja a la fuerza de los mercados, los últimos en acceder a la vacuna serán los países más pobres de África, Latinoamérica y Asia.

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