Por Luis Foncerrada Pascal* La pobreza depende fundamentalmente del ingreso de las familias y del poder adquisitivo de este ingreso. El reto para la reducción de la pobreza es que el aumento de la capacidad adquisitiva sea permanente y venga de (i) un crecimiento de la economía y (ii) tener un empleo formal estable, y no de los programas asistenciales que invariablemente resultan insuficientes e incapaces de resolver la dignidad de los trabajadores y el aumento de la productividad. La recaudación de impuestos permite al gobierno ofrecer oportunidades a los grupos de menores ingresos, mejor salud, educación y la creación de talento, pero no puede crear los empleos que genera la inversión. Si un miembro adicional de una familia trabaja, el ingreso familiar se incrementa, generando mayor poder adquisitivo. Conforme las carencias se reducen, las familias logran mayor libertad y oportunidades, propiciando su desarrollo intelectual y humano. Por ello, el primer reto para reducir la pobreza de manera permanente es la creación de fuentes de trabajo suficientes para emplear a todos quienes lo requieren: desempleados, subempleados y también a aquellos que dejaron de buscar empleo porque los salarios que encontraban eran bajos e insuficientes. Otro factor que contribuye a la pobreza es el nivel de los precios y su incremento. Se requiere que el empleo esté bien remunerado y que la inflación en el país no sea alta ni volátil. Frente a una inflación alta como la del 2017, o una precarización del salario como la que sigue habiendo y profundizándose, el poder adquisitivo no se recupera y en todo caso se deteriora. No es ocioso insistir en que la pobreza -que seguramente se habrá incrementado en el 2017, en el 2018 y en los meses que van de este año, como nos lo demostrará la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) recién publicada por el Inegi-, también está determinada, junto con el déficit de empleo, por la inflación. Lee: Pobreza e incierto futuro de los caminos rurales A pesar de que 9 de cada 10 empleos son generados por las empresas, falta en el país conciencia respecto a la importancia de propiciar la creación de nuevas empresas y proyectos. Las empresas que ya existen, suelen tener completa su plantilla, aumentándola marginalmente si hubiese un incremento significativo de la demanda por sus productos, o disminuyéndola en caso de una reducción de la actividad económica. Por esto, la creación de nuevos empleos surge fundamentalmente de nuevas empresas. En tanto la productividad se incrementa, los salarios también lo hacen y los precios tienden a bajar, consolidando un círculo virtuoso. El cambio tecnológico y la productividad que esta conlleva así lo han demostrado. Sin embargo, las empresas establecidas, sobre todo en un contexto de menor crecimiento, difícilmente invierten en nueva tecnología o en nuevas líneas de producción; por su parte, los nuevos emprendimientos son mucho más partidarios del uso de nuevas tecnologías y nuevas estructuras organizacionales, lo que les permite una mayor productividad, mejores salarios, e impulso a la capacitación de su mano de obra. Esta es la condición fundamental para reducir la pobreza. Más empleos mejor remunerados, en un entorno de mayor productividad. Por ello, la presente Administración debe ser propiciar, como gran prioridad, la creación de nuevas empresas, asegurándoles la existencia y facilidad de adquisición de insumos, agilidad en los trámites, certeza jurídica y acceso al financiamiento. *Asesor Económico de American Chamber/Mexico   Twitter: @foncerrada / @AmChamMexico Instagram: @AmChamMexico Facebook: AmericanChamberMexico Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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