Por Raúl García* y Ankit Sharma** La digitalización de los negocios está difuminando las fronteras entre industrias y abre nuevas oportunidades. Una compañía automotriz podría diseñar una oferta específica para un cliente gracias al acceso, con previa autorización, a la información que tiene el banco de dicho consumidor. Este concepto, en el que las instituciones comparten información a terceros acreditados, se llama Open Banking. Con la banca abierta, término en español para Open Banking, los usuarios son dueños de sus datos y tienen el poder de decidir con quién, cuándo y cómo comparten su información. El acceso se facilita mediante Interfaces de Programación de Aplicaciones (API, por sus siglas en inglés), respetando la privacidad y seguridad de la información de los clientes. En México, la Ley para Regular las Instituciones de Tecnología Financiera (Ley FinTech), publicada en marzo de 2018, establece que las instituciones financieras estarán obligadas a establecer interfaces de programación de aplicaciones informáticas estandarizadas que posibiliten la conectividad y acceso de terceros a la información de sus clientes. Open Banking cambiará la forma en que los clientes, bancos y empresas fintech operan y se relacionan en el ecosistema financiero, desarrollando nuevos modelos de negocio. Actualmente, los bancos perciben Open Banking más como un riesgo o amenaza que como una oportunidad para sus modelos de negocio actuales. Sin embargo, una adecuada estrategia de banca abierta puede abrir nuevas líneas de negocio para los actuales participantes en el sistema financiero. Por esto, es importante definir ahora las opciones estratégicas (“ways to play”), que van desde el simple cumplimiento de la regulación, hasta convertirse en un jugador prominente en el ecosistema de aplicaciones que se deriven de la banca abierta. Más oferta, más competencia Esto va a reducir las barreras de entrada para los nuevos jugadores. Por ejemplo, una empresa que quiere dar préstamos, hoy en día no puede usar los datos de otros bancos, pero después de Open Banking, una empresa autorizada por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) podrá ver los datos, evaluar si es un cliente bueno o malo y ofrecer el crédito. Esto va a permitir la creación de nuevas empresas, con más variedad de productos. La banca abierta es, sobre todo, un cambio de paradigma. El cliente tendrá más herramientas para comprar rápidamente productos y servicios. Esto significa que la competencia va a ser mucho más abierta y que los bancos tendrán que colaborar de forma más abierta con terceros. Las instituciones financieras, tradicionalmente enfocadas en sus productos, pueden tener ingresos adicionales con Open Banking volviéndose distribuidores de productos de terceros y obteniendo comisiones por venta, además de otras oportunidades de negocio. Por ejemplo, si una compañía de Home Improvement hace una oferta a un cliente para remodelar su casa y, en la misma aplicación, podrá ofrecer un financiamiento con un banco para la remodelación. Pese a que el concepto de Open Banking puede parecer novedoso en primera instancia (Reino Unido cuenta desde hace tiempo con una regulación de Open Banking y Europa con PSD2 son pioneros en la regulación de Fintech), la colaboración entre bancos y terceros ya se ha dado con anterioridad, como en la venta de seguros a través de bancos (bancaseguros). Infraestructura y confianza, los retos Para el desarrollo del ecosistema de banca abierta, primero se tiene que publicar la reglamentación secundaria que defina las reglas específicas del intercambio de información. En el siguiente año y medio, la CNBV publicará estas reglas y definirá cuáles datos tiene que compartir un banco y cuáles APIs se van a usar. Te puede interesar: FinTech: impactos en P2P y retos fiscales Más allá del tema regulatorio, otro reto importante se encuentra en la arquitectura tecnológica actual de los bancos, ya que compartir información a través de APIs requiere una infraestructura abierta, lo que obligará a una apificación de la arquitectura de las instituciones. El procedimiento para compartir información y las políticas de privacidad tendrán que estandarizarse para todos los clientes. Ahora los bancos deben preguntarse cómo pueden llevar el control de qué cliente sí y qué cliente no desea compartir sus datos, lo que representa una tarea compleja. Esta nueva forma de hacer negocios requiere, además de una infraestructura más abierta, nuevos perfiles en la fuerza laboral de la banca que ayuden a delinear y ejecutar la estrategia de negocio. Por último, pero no menos importante, está el reto de convencer a los clientes de que, al permitir el acceso de su información a terceros autorizados por el regulador, la privacidad no está comprometida. Si las instituciones financieras no logran que sus clientes compartan la información, las posibilidades de la banca abierta no se traducirán en beneficios. El regulador debe jugar un papel importante en la comunicación a los ciudadanos de lo que implica la banca abierta, de sus ventajas al ampliar la competencia, y también de que su información personal estará protegida por altos estándares de seguridad. *Raúl García es socio líder de Sector Financiero, PwC México. **Ankit Sharma es gerente de Servicios Financieros, PwC México.

 

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