En el mundo 243 millones de mujeres o niñas entre 15 y 49 años sufrieron violencia sexual o física por su pareja o un conocido durante la pandemia de Covid-19, de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

“Actualmente, este número tiende a aumentar debido al deterioro económico de los hogares, problemas de salud y seguridad que acentúan las tensiones en el hogar en un ambiente de confinamiento que aún persiste en muchos hogares”, precisa un análisis de Citibanamex.

La presencia de la violencia hacia las mujeres abarca diversos matices: el 45% de las mujeres reportan que ellas o alguna mujer conocida ha experimentado violencia durante la pandemia, cuatro de cada 10 se sienten inseguras en espacios públicos o siete de cada 10 piensan que el abuso físico por parte de sus parejas es común. Por grupos de edad, las mujeres de menor edad, de 18 a 49 años, han sido las más violentadas, 48% del total de este grupo.

Si bien tasas de feminicidios disminuyeron en 2020 con respecto al año previo a nivel América Latina, éstas se mantienen en niveles elevados, aún sin considerar los homicidios dolosos que no se tipifican como feminicidios. Durante 2020, más de 4,000 mujeres en la región fueron víctimas de feminicidio.

Las mayores tasas se registran en Honduras (4.7 por cada 100,000 mujeres), República Dominicana (2.4) y el Salvador (2.14), en tanto que México ocupa el séptimo lugar. En toda la región, por grupos de edad, la mayor incidencia de las víctimas se localiza entre los 15 y 44 años.

El feminicidio no afecta solo a las víctimas sino a sus familiares y, especialmente, a dependientes más cercanos que se encontraban bajo cuidado, como hijos y padres.

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Violencia contra la mujeres, un problema que nace en el hogar

Los principales problemas que enfrentan las mujeres mexicanas son acoso sexual (19%), estereotipos de género (18%), feminicidios (13%), violencia doméstica (11%) y menos oportunidades laborales (8%), de acuerdo con el estudio “Violencia de género y acoso sexual en México 2022”, elaborado por Enkoll y Opinión 51.

La violencia en el hogar representa un rubro importante ya que el 51% de las mujeres aseguró que en este entorno han registrado los hechos violentos, entre los que destacan violencia emocional y psicológica (69%), verbal (50%), física (36%), económica (33%) y sexual (24%).

En tanto, la pareja es la principal figura que ejerce violencia contra las mujeres (65%), padre (27%), madre (22%), hermano (16%), hermana (8%).

Por otro lado el 77% de las mujeres han sufrido acoso sexual, donde los principales escenarios son la calle (62%), el transporte público (51%), en el trabajo (44%), en la escuela (26%), en la casa de familiares (14%), en casa de amigos o conocidos (13%) y en caso (12%).

51% de las mexicanas ha sufrido algún tipo de agresión o violencia en su hogar. La incidencia es mayor entre mujeres de 45 a 54 años con 60%, seguido de las personas de 25 a 34 años y 55 a 64
años con 50%, respectivamente.

Un reto más: la baja participación laboral de las mujeres

La caída histórica del PIB de -8.2% en 2020 acompañada de una crisis sanitaria afectó al mercado laboral cuya recuperación no ha sido igual entre hombres y mujeres. Conforme se avanza en el proceso de vacunación contra Covid-19 y se promueve el regreso gradual a las actividades económicas, la reactivación del empleo toma fuerza, aunque con diversos matices, que acentúan los desequilibrios entre la participación y condiciones laborales entre hombres y mujeres.

De acuerdo con la Nueva Encuesta de Ocupación y Empleo, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), al cuarto trimestre de 2021, la Población Económicamente Activa (PEA) del país sumó 58.8 millones de personas, superando en 1.5 millones la cifra del cuarto trimestre de 2019, periodo previo a la pandemia.

De este número, 943,500 son hombres y 540,400 mujeres. Con ello, la PEA femenina alcanzó 23.2 millones de personas, lo que representa solo 39.5% de la PEA total, proporción similar al 39.6% del cuarto trimestre de 2019. Esta cifra contrasta de manera importante con la población femenina total del país –mayor de 15 años– que representa 53% del total.

La tasa de participación laboral femenina se mantiene a niveles bajos en nuestro país. La presencia de las mujeres en el mercado laboral en México sigue siendo una de las más bajas de América Latina. En la región llegó a 50% de la fuerza laboral femenina en 2021, después de alcanzar un máximo de 51.8% en 2019. En nuestro país, al cuarto trimestre de 2019 la participación laboral de las mujeres también alcanzó el máximo histórico, aunque fue de 45.4%.

Además la pandemia originó la salida de las mujeres del mercado laboral, lo cual llevó a que el indicador retrocediera a 36.7% durante el segundo trimestre de 2020. Posterior a este periodo, con la lenta recuperación de la economía y la paulatina incorporación de las mujeres al mercado laboral no se han alcanzado las tasas de participación observadas en 2019: durante el cuarto trimestre de 2021 la cifra se ubicó en 44.7% 

Aunque cada vez más las mujeres en edad de trabajar se declaran disponibles para ingresar al mercado laboral, su incorporación aún es limitada. Las condiciones económicas actuales, donde persiste el deterioro de los ingresos de los hogares, apuntan a que más mujeres están dispuestas a laborar en actividades económicas.

En el 4T de 2021, la población no económicamente activa (PNEA) totalizó 39.7 millones de personas en nuestro país, de las cuales 28.7 millones son mujeres (72%) y 4.6 millones están dispuestas a incorporarse al mercado de trabajo. Estas cifras contrastan con la PNEA masculina, la cual se compone de 10.9 millones y 2.8 millones declaran estar disponibles para ocuparse.

La mayor parte de las mujeres, 68% del total, que podrían ingresar a la PEA están dedicadas a los quehaceres domésticos, mientras que 14% corresponden a estudiantes y el resto a pensionadas y otras no activas. No obstante, la sobrecarga por labores domésticas y cuidado de personas dependientes, en un ambiente con carencia a servicios de guarderías, entre otros, son algunos de los factores que limitan su incorporación.

El desempleo y alta participación en la informalidad son algunos de los mayores retos que enfrenan las mujeres en México. Hacia el 4T de 2021 la población ocupada ya superaba en 1.3 millones a la registrada en el 4T de 2019, la tercera parte conformada por mujeres y el resto por hombres. Con ello, la población ocupada femenina sumó 22.3 millones, de la cual 9.7 millones (56.2% del total) laboran en el sector 1.4 millones no reciben ingresos, denotando la precariedad que enfrentan las mujeres en los puestos de trabajo. Adicionalmente, durante los meses posteriores a la declaración de la pandemia, al tiempo que la incorporación de las mujeres a la fuerza laboral fue limitada también enfrentó una tasa de desempleo ligeramente mayor que la de los hombres, al alcanzar 4.2% y 4.0% de la PEA durante todo 2021, respectivamente.

El ingreso laboral de las mujeres ocupadas se ha mantenido por debajo del de los hombres. De acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), al último trimestre de 2021, los ingresos laborales promedio de la población ocupada femenina fueron 20% inferiores que los de los hombres.

Además, mientras que, 11.0% de los hombres ocupados percibió un ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria (línea de pobreza extrema por ingresos), para las mujeres esta proporción llegó a 16.5% del total. Aunque las magnitudes han variado a lo largo del tiempo los menores ingresos laborales siempre han correspondido a las mujeres.

La mayor incorporación de la mujer al mercado laboral traería consigo beneficios para el país: crecimiento económico, disminución de la pobreza y mayor empoderamiento de las mujeres lo que contribuiría a disminuir la violencia de género. Algunas estimaciones dan cuenta de ello, si durante 2021 la participación de las mujeres en el mercado de trabajo hubiera sido igual al promedio mundial 53%, la PEA femenina habría sido mayor en 4.8 millones.

Considerando que las mujeres hubieran tenido la misma productividad que los hombres (bajo el supuesto que el capital también habría aumentado), el PIB de nuestro país habría sido 8% mayor en términos nominales. Estos cálculos muestran la posible importancia de la incorporación de las mujeres en la economía al solo situarla al mismo nivel que la media mundial.

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