Vivimos en la edad del plástico. Los diversos tipos de estos materiales inundan nuestra vida y, prácticamente, parece imposible vivir sin ellos. Desde botellas de agua y gaseosas, accesorios, ropa, empaques, envolturas, bolsas, productos electrónicos, redes de pesca y miles de materiales para industrias como la aeroespacial, medica, computación, de la construcción y automovilística. 

Antes de la pandemia de Covid19 el debate acerca de que hacer con el mayúsculo problema que representan los desechos plásticos estaba en un punto álgido, extremo, intenso, profundo y que parecía definitivo, sin embargo, las necesidades derivadas de esa emergencia impusieron una tregua; hoy -unos millones de millones de toneladas de basura después- el asunto vuelve a calentarse.   

Bien sea por ignorancia; indiferencia; corrupción; apatía y/o indolencia o simplemente postergar el problema, sus efectos negativos se han multiplicado y ahora se combinan con las crisis del cambio climático, la extinción del hábitat y la escasez de agua.

Si bien se puede decir que llegamos muy tarde, la esperanza y la fe en que se encuentren algunas soluciones y que -por fin- la industria, los gobiernos, las personas y las empresas puedan unirse y comprometerse en acuerdos y esfuerzos para lograr soluciones de fondo y a largo plazo, parecen ser los motores que guían las discusiones actuales. 

Las estadísticas son alarmantes: anualmente en el mundo se producen 460 millones de toneladas de plásticos, (casi la mitad es considerada innecesaria y de un solo uso) las que representan cerca del 5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y que de las cuales poco más del 90% terminará como basura altamente contaminante (solamente el 9% se recicla) que permanecerá además intacta por cientos de años. 

El impacto negativo del uso indiscriminado de plásticos comienza desde su fabricación, materiales, transporte y logística ya que se producen a partir de derivados del petróleo; lo que acarrea una descomunal contaminación por millones de toneladas de sustancias químicas peligrosas como benceno, tolueno, etilbenceno, sulfatos de hidrogeno y monóxido de carbono, entre otros.  

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Las propiedades elásticas, expansivas, ligeras y moldeables de los plásticos también representan otro inconveniente, una vez desechados, ocupan demasiado espacio, por lo que se acumulan en depósitos condenando a los ecosistemas enteros y grandes extensiones de suelo, mares, ríos y lagos a una extinción permanente, dispersándose además en formas microscópicas hacia el aire.  

Igualmente es frecuente que la basura plástica se incinere para ahorrar espacio o tratar de reciclarla, lo que empeora la propagación de contaminantes hacia el medio ambiente y la destrucción sistemática de los hábitats naturales. 

Las afectaciones de los plásticos a la vida marina son las más publicitadas y virales; pero ya existe evidencia científica de los mismos efectos en las especies terrestres y, más recientemente, en los seres humanos. 

Así es -aunque no lo percibas- es muy probable que en tu cuerpo se encuentre una buena cantidad de microplásticos (partículas que miden menos de 1 milímetro de diámetro). Siendo tan volátiles y minúsculos es necesario un análisis detallado y microscópico para detectarlos, pero es casi seguro que hayan ingresado a nuestro organismo ya que estamos expuestos permanentemente a ellos. 

Sin dramas, las investigaciones demostraron que la ingesta de microplásticos en el ser humano podría generar múltiples afecciones digestivas, neuronales, respiratorias, cardiovasculares y reproductivas. Peor aún, los modelos experimentales ya confirmaron que estas partículas diminutas podrían llegar a introducirse en nuestros tejidos, órganos y sistemas (hasta nuestro ADN está expuesto) produciendo efectos tóxicos graves en el mediano plazo.

Aunque las propuestas de siempre como el reciclaje y los plásticos biodegradables representan avances, no son una solución de fondo. Todavía resulta muy caro, complicado e ineficiente lograr un balance de aprovechamiento optimo en esta materia.

Sin embargo, la modernización de la industria, una mejora integral de los procesos químicos, la creación de nuevos materiales, innovación tecnológica para el manejo de residuos y el desarrollo de la economía circular constituyen las bases para generar algunas aportaciones urgentes al problema.

Actualmente se producen alianzas entre los diversos actores de las cadenas productivas para eliminar, sustituir o al menos disminuir el uso de materiales y sustancias contaminantes; al mismo tiempo que se trabaja reducir el uso de empaques, envases y disponibles de un solo uso con los clientes y prestadores de servicios. 

Entre algunos ambiciosos objetivos destaca el de generar materiales diseñados para su reciclaje; ampliar, modernizar y mejorar la infraestructura de reaprovechamiento y obligar a la reconversión de la industria bajo un estricto control de emisiones, incineraciones, manejo de desechos y su participación activa en las tareas de prevención, educación, difusión, salud y biorremediación. 

Los organismos de cooperación internacional con los aportes de organizaciones ambientalistas, así como universidades y centros de investigación están trabajando con urgencia en soluciones de fondo, pero también han subrayado e insistido en que se requieren políticas, programas y leyes en la materia mucho más estrictas, obligatorias y eficaces. 

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