Regresar de vacaciones de fin de año puede ser doloroso. Retomar el ritmo de trabajo después de unos días de relajación no resulta muy tentador y además para muchas personas, los primeros días de enero tienen tantas cosas pendientes que resulta duro plantearse propósitos para el año que empieza. La cama nos abraza y nos cuesta regresar al compás vertiginoso de la cotidianidad. A veces, quisiéramos extender estos días de paz y tranquilidad y esta espiritualidad pacífica que nos arrancó el estrés. Por eso, a veces regresamos a los típicos propósitos de año nuevo que hemos puesto año con año, lo que significa que, a pesar del tiempo, no los hemos logrado cumplir. ¿Por qué? Lo primero que tenemos que hacer es analizar nuestros propósitos. Tenemos que anotar en la lista intenciones que sean alcanzables. No basta con desear ni con decretar que algo va a suceder: hay que poner manos a la obra. Por lo tanto, es importante a la hora de plasmar un objetivo que sea realista y eso quiere decir que tengamos una forma de darle seguimiento y de medir el progreso que llevamos. En seguida, tenemos que ver si lo que anotamos corresponde a un anhelo personal o si se trata de lo que alguien más quiere que hagamos. Hay propuestas fabulosas que familiares y amigos nos meten en la cabeza y que jamás terminamos haciendo porque en realidad sentimos que no son nuestras. Por último, nuestra lista tiene que estar llenas de cosas divertidas, que nos den satisfacción y que nos lleven a un lugar mejor. Pero, ¡cuidado! Con esto no estoy diciendo que tenemos que hacer una lista de frivolidades y antojos. La clave aquí es que lo que plasmemos como propósitos nos lleven a algo mejor, a un estado en el que, desde nuestra mente, nuestro corazón y nuestro cuerpo —no el de alguien más— mejore. Evidentemente, el desarrollo tiene costos y sacrificios. Por lo tanto, si vamos a pasar apuros para lograr algo, que sea por lo que nos llenará de alegría y satisfacción. Desde luego, si nuestra lista se queda en una serie de buenos propósitos, llegaremos a enero del año que entra viendo que lo que se consiguió no es lo que en realidad queríamos. Por esta razón, necesitamos una aproximación efectiva. Se trata de hacer algunas cosas para facilitar el regreso a la cotidianidad y que el día a día no se lleve el entusiasmo de realizar los anhelos que plasmamos en la lista. Para ello, nos tenemos que hacer un tiempo a diario para poder dar seguimiento. Por ejemplo:
  • Tenemos que dividir las tareas del día a día y lo que tenemos que cumplir de nuestros propósitos para el año.
  • Podemos usar los primeros 30 minutos en la oficina para ver lo que está en la lista de tareas pendientes y hacer un plan para resolverlos. Es importante tener en cuenta que lo que es más urgente. Consultar con las personas clave para analizar lo que necesita nuestra atención personal y lo que podremos delegar. Agradecer a todos los que cubrieron las actividades mientras estuvimos de vacaciones y pregúnteles qué necesitan ahora. Si tienes que leer todos los correos electrónicos que recibiste mientras estabas fuera, comienza a escanear los nombres de las claves de tu bandeja de entrada —la de tu jefe o la de un gran cliente— y lee esas primero. Y cuando reanude el trabajo, no podemos dejar que las vacaciones se desvanezcan.
  • Hay que hacer un plan, un proyecto específico para cada uno de los propósitos. Es decir, tenemos que tener parámetros de medición, fechas para completar ciertos avances, método de evaluación. No se requiere un planteamiento muy sofisticado, es más, mientras más simple lo hagamos será mejor. Para algunos, una gráfica puede funcionar muy bien, para otros un cuaderno sirve mejor y hay quienes prefieren un archivo de seguimiento. Lo importante es que lo tengamos a la vista para que no sea algo que se pierde en los cajones o que podemos olvidar fácilmente.
  • Tenemos que elegir un momento del día en el que sabemos que la intensidad de la actividad baja para recordar las mejores experiencias del tiempo en que estuvimos lejos y usarlos para aprovechar la alegría o la calma que necesita para mantenerse energizado. En ente tono, debemos acercarnos cuidadosamente a la lista de propósitos. A algunas personas les sirve mucho hacer esta revisión al final del día, a otras al inicio. No importa si es antes de la hora de la comida o después, lo importante es fijar un tiempo en nuestra agenda para ver qué tanto hemos avanzado y retrocedido en el plan que hicimos.
  • Llevar un seguimiento nos lleva a valorar los logros —lo que nos impulsa a seguir adelante y cruzar la meta— y a ver a tiempo las desviaciones que tenemos y corregirlas.
Esta aproximación efectiva a los propósitos de año nuevo es efectiva porque nos permite tener el control, somos nosotros los que llevamos la mano sobre el timón del barco, los que le vamos dando ritmo y dirección a nuestro quehacer. Cuando nos damos cuenta de que somos nosotros los que estamos a cargo, brota una ilusión por hacer las cosas y por cumplir lo que queremos. Por eso es tan importante analizar nuestra lista y determinar los anhelos que son legítimamente nuestros. El entusiasmo por cumplir nuestros propósitos aumenta cuando nos damos cuenta de que los vamos haciendo realidad, que estamos consiguiendo lo que nos planteamos y echamos a rodar un círculo virtuoso que nos da las fuerzas para seguir adelante y pagamos gustosos los precios y no duelen tanto los sacrificios porque tenemos puesta la mira en algo que nos lleva a un lugar mejor. Ese que nosotros decidimos. Así, podemos empezar el año con el pie derecho: con objetivos medibles, realizables que nos consigan el desarrollo que queremos. Así, logramos extender este estado de tranquilidad, relajación, paz y contento que logramos durante el periodo vacacional.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @CecyDuranMena Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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