Nadie se salva de –al menos a veces– dejar para mañana lo que podrías hacer hoy o de priorizar cosas sin valor para no afrontar las tareas importantes. Esto se llama procrastinación y tiene mucho que ver con tu salud mental, tu motivación y tu capacidad para poner prioridades.

El mayor problema con la procrastinación es que el mañana no existe; o mejor dicho, se convierte en pasado mañana, la siguiente semana, el mes que entra, el próximo año,¡o incluso nunca! Pocas cosas nos hacen perder nuestros objetivos de vista como no darles un lugar claro y accionable en nuestra agenda. Cuando los objetivos se alejan, nuestra motivación cae, nos llenamos de emociones negativas y optamos por querer engañarnos “ocupándonos” con otros asuntos que sí llenan nuestros días pero no nuestros sueños. Sustituimos las tareas que debemos atacar por otras que no nos generan tanto estrés, preocupación o compromiso: nos volvemos expertas en accionar sobre distractores.

Entre todas las crisis globales que el Covid1-9 ha traído, la de salud mental es una de la más alarmantes. Si sientes tu mente nublada, que tu atención disminuyó muchísimo hasta para ver la televisión, que no puedes dormir bien y el trabajo parece ser tu última prioridad, no estás sola.

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Un estudio de 2019 en la revista Frontiers in Neuroscience menciona que las mujeres procrastinan mucho más su horario de dormir, un problema que solo se ha agudizado por las exigencias de tiempo que hemos sufrido durante estos meses de pandemia.

Según Tim Pychyl, profesor de psicología en la Universidad de Carleton en Ottawa y autor de Solving the Procrastination Puzzle, la mejor estrategia para dejar de procrastinar no solo es la gestión de tiempo, también de las emociones. La pandemia ha disparado nuestros niveles de estrés y ansiedad, lo que genera el aumento en los niveles de procrastinación.

La inmensa incertidumbre que estamos viviendo aumenta nuestros miedos así que a cambio buscamos el alivio temporal que nos ofrece un maratón de series o un rato en Instagram, no tareas más desafiantes y trascendentales. Cuando nuestro estrés es prologando, creamos hábitos que nos dan alivio y placer inmediato, lo cual solo empeora el problema y cierra perfectamente el círculo vicioso de la procrastinación:

1.  Incomodidad: hacer una tarea nos resulta muy difícil porque se traduce en miedo y ansiedad.

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2. Excusas: es más fáciles encontrar razones para posponer la tarea que para enfrentarla de una vez por todas.

3. Distracción: inconscientemente le pedimos a nuestro cerebro que encuentre una actividad placentera que en ese momento nos quite la ansiedad.  

4. Derrota: nos damos cuenta de que se nos fue un día más sin atender nuestras prioridades.

Las tareas que más importan para lograr nuestros objetivos personales y profesionales no van a desaparecer, pero a veces permitimos que nuestras emociones nos dominen. Nuestro “yo presente” da las órdenes y nuestro “yo futuro” sufre con ellas.

Para vencer la procrastinación hay que desarrollar la gestión emocional y las habilidades de autocontrol. Aquí te propongo algunas estrategias basadas en el coaching:

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  1. Sé consciente respecto a las tareas que estás procrastinando.
  2. Analiza qué emoción sientes antes de posponerla, ¿es positiva o negativa?
  3. Reconoce tus excusas más frecuentes para frenarlas a tiempo.
  4. Practica mindfulness diario; tu mente estará más centrada y menos dispersa. Te recomiendo la aplicación Unplug o el podcast Despertando.
  5. Mejora la gestión de tu tiempo: planea tu horario alrededor de las tareas más importantes y delega o pospón lo demás para un momento mas estratégico.
  6. Date recompensas sanas que alimenten tu motivación y el autocontrol.
  7. Olvídate de ser perfecta todo el tiempo; en esta columna te comparto como https://www.forbes.com.mx/la-dura-batalla-de-la-mujer-contra-la-perfeccion/

La procrastinación es como una tarjeta de crédito: es muy divertida hasta que te llega el estado de cuenta.

Christopher Parker

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