En 2017 Putin declaraba al sistema de noticias RT que quien dominara a la inteligencia artificial para 2030, dominaría al mundo. Hoy nadie podemos negar la importancia de los robots y algoritmos en la vida diaria y prácticamente convivimos con ellos todos los días, de una forma tan sutil que se han vuelto imperceptibles.

No obstante, el desarrollo de la inteligencia artificial, como cualquier otro constructo industrial o tecnológico, no ha quedado exento de repetir ciertos vicios o ideologías colonizadoras en su crecimiento. Es decir, que en el núcleo de su construcción o funcionamiento se repiten patrones que motivan la dependencia económica, laboral o de consumo de países o comunidades marginadas hacia las grandes potencias dueñas.

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La idea se encuentra desarrollada en una serie de artículos que el MIT ha publicado sobre el cómo la inteligencia artificial (IA) está ayudando a repetir los patrones del colonialismo en países tecnológicamente dependientes o bien, en comunidades históricamente marginadas. En este sentido, señalan cinco problemas principales:

  • Discriminación algorítmica. En el caso particular de los programas de vigilancia y predicción delictiva (PredPol o CloudWalk son ejemplo), se alimentan de algoritmos que tienen un sesgo previo. Por ejemplo, en Estados Unidos una persona afroamericana tiene un porcentaje mucho más elevado de ser arrestado que una persona blanca. Estos parámetros se repiten en la configuración e identificación de zonas potenciales de riesgo y vigilancia, lo que evidentemente es una discriminación contra ciertos grupos minoritarios.

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  • Trabajo fantasma. Se refiere a la labor que realizan miles de personas para alimentar motores de IA con el fin de que puedan hacer recomendaciones o traducciones muy precisas. Esta mano de obra proviene sobre todo de países angloparlantes pobres y es muy barata, pero además, no es reconocida y mucho menos organizada, ya que se trata de personas que trabajan desde sus casas, con su propio equipo.
  • Pruebas beta. Todo el mundo conoció el caso de Cambridge Analytca y la forma en la que intervino en las elecciones presidenciales en Estados Unidos en 2016. No obstante, Nigeria en 2015 fue el gran laboratorio donde se experimentó con la forma en la que los algoritmos podrían modificar la percepción sobre candidatos y partidos políticos. De la misma manera, el software de reconocimiento facial CloudWalk fue probado en primera instancia en Soweto.

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  • Normatividad y leyes digitales. La creación de reglamentos sobre el uso de la IA tal parece que ha recaído sobre los países que la generan, dejando fuera a todos. Ello implica que cualquier tipo de regulación sobre los usos y alcances de la inteligencia artificial tendría sólo la óptica del creador y no de los usuarios.
  • Desequilibrios tecnológicos. Si bien pueden contarse varios desarrollos tecnológicos sobre IA en países en desarrollo, no necesariamente implican la creación de nuevas tecnologías, sino la adaptación de aquellas existentes, lo que perpetúa el ciclo de dependencia.

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El desarrollo tecnológico no está exento de la impronta ideológica de sus creadores. Si deseamos garantizar que la tecnología no sólo sea asequible, sino justa, equitativa e igualitaria es importante repensar los alcances que tienen en la vida diaria y generar mecanismos que faciliten la inclusión y visión de quienes serán los usuarios.

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