Desde que los Juegos Olímpicos retomaron su presencia en la era moderna, en 1892, estos han funcionado como un espacio “solidario” donde atletas de los cinco continentes fomentan un ambiente de convivencia respetuoso entre naciones a través del deporte, el juego limpio y la amistad. Este año no fue la excepción: Tokio 2020 ha sido testigo de grandes actos de solidaridad, poniendo al frente la bandera de la inclusión, la equidad y la diversidad de manera nunca antes vista.

Puedo confesar que hace mucho tiempo que no sentía tantas emociones en un evento de esta magnitud. Lo que vimos a inicio de agosto, y seguiremos viendo durante los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, fueron triunfos que van más allá de ganar una o varias medallas, ya que los atletas se encargaron de que pudiéramos apropiarnos de sus historias al sentirnos identificados con sus méritos de éxito personal.

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Entre estos triunfos únicos y trascendentes está el de las tres adolescentes –dos de 13 años y una de 16 – que fueron campeonas de skateboarding –un deporte que prácticamente había sido atribuido a los hombres por décadas— y cuyo momento congela un suceso esperanzador para las futuras generaciones, en particular para todas las niñas del mundo que crecieron con ciertos estereotipos. Esta victoria representa una más para la lucha de las mujeres por la equidad de género y deja una gran lección para todos aquellos que subestiman las habilidades de una niña sobre ruedas.

Por otro lado, vimos como la comunidad transgénero se hizo presente con la participación de la neozelandesa Laurel Hubbard, la primera mujer trans en competir en la disciplina de levantamiento de pesas en los Juegos Olímpicos. El ejemplo de Hubbard es de reconocerse, pues hizo grandes sacrificios para llegar a Tokio en medio de un contexto más que desafiante, ya que en 2018 la federación de halterofilia de Australia trató de impedirle competir en los Juegos de la Commonwealth en Gold Coast— que finalmente los organizadores rechazaron— y que demuestra la valentía por obtener una voz y voto. ¡Qué gran victoria la de presentarse en este espacio de talla internacional y que millones de personas de todo el mundo pudieran ser parte de este hito en la historia!

Y cómo no recordar las imágenes de fortaleza física pero también de calma mental que nos dejó el clavadista Tom Daley, quien forma parte de la comunidad LGBT y que fue fotografiado tejiendo entre competencias después de haber ganado una medalla de oro. Daley se ha convertido en ejemplo, así como Hubbard, de un activismo que trasciende lo deportivo y que nos enseña que en la diversidad solo hay fortaleza.

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No podía dejar de pasar el heroísmo que demostró Simone Biles, considerada la mejor gimnasta de la historia, que de ahora en adelante será recordada no solo por su desempeño en el deporte sino también por la determinación de anteponer su salud y bienestar mental frente a las expectativas y la presión mediática; y que decir de la medalla de oro compartida entre el italiano Gianmarco Tamberi y el qatarí Mutaz Essa Barshim en la disciplina de salto en alto, cuando ambos decidieron dejar de competir y repartirse la gloria.

La lista de estos actos de coraje, valentía y de solidaridad es todavía más larga— lo que también podemos considerar como un triunfo olímpico en nuestros tiempos modernos— de los que podemos aprender para fomentar mayor empatía entre nuestros grupos cercanos, mayor aceptación siendo más incluyentes con nuestros colegas y volvernos catalizadores del empoderamiento de las mujeres que luchan por lograr equidad y justicia en espacios laborales. Ese precisamente es el espíritu de The Coca-Cola Company, que, desde hace 130 años, busca refrescar el mundo y hacer la diferencia. Para ponerles un ejemplo, solo en México hemos capacitado a más de 150,000 mujeres, desde 2010, para promover su empoderamiento económico y, al interior de la compañía, procuramos crear un ambiente de trabajo que les brinde a todos nuestros asociados el mismo acceso a la información, al desarrollo y a las oportunidades que les permita desenvolver todo su potencial en un ambiente de igualdad e inclusión.

Estos modelos nos inspiran a ser mejores personas y, en lo particular, estos atletas serán nuestros nuevos héroes que nos guiarán a seguir construyendo –cada uno desde nuestros espacios— modelos sociales que permitan tener empresas más equitativas, diversas y respetuosas, a fin de seguir generando un impacto positivo.

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Sin duda puedo decir que la humanidad debe estar satisfecha con lo logrado en los Juegos Olímpicos de Tokio pues quedó claro una vez más el objetivo inicial de su creación: construir un espacio solidario a través del deporte donde los atletas elevan su mente y alma para superar las diferencias entre naciones y culturas, para contribuir a un mundo mejor y lleno de paz. Una visión en común.

Estoy seguro de que esta edición será punta de lanza ya que cada uno de estos atletas lograron conectarnos con lo mejor de la humanidad, después de cientos de días de esta desgarradora pandemia. Nos quedamos todos con la tarea local de luchar por nuestra individualidad y la de quienes nos rodean, construyendo así una sociedad con ambientes laborales dignos de una medalla de oro.

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Contacto:

Sergio Londoño, director de Asuntos Públicos, Comunicación y Sustentabilidad en Coca-Cola México*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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