La Cumbre de las Américas es una reunión de las personas jefas de Estado y de gobierno de los países de América, que ha tenido diversos objetivos, aunque al inicio se planteó como un mecanismo de construcción de estrategias a favor de la democracia el libre comercio y el desarrollo sostenible, alterno a la Organización de Estados Americanos, cuyos resultados han sido variados en términos de la instrumentación de las recomendaciones que se han generado.

Lo cierto es que, desde la primera reunión, se planteó como la “comunidad de democracias de las Américas”, creada en un contexto donde se daba una oleada de procesos de transición política, casi todos ellos culminados en regímenes democráticos, después de que varios países habían pasado por gobiernos autoritarios de varias formas.

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En la cumbre de las Américas programada para este año, se han planteado diversos temas aunque el más relevante gira en torno a una discusión sobre los sistemas de salud en la región, que no es menor, fundamentalmente después de haber pasado por una fuerte presión como producto de la pandemia. El presidente Andrés Manuel López Obrador se había comprometido con el presidente Joe Biden para asistir a esta cumbre, aunque en esa plática solicitó que fueran invitadas todas las naciones de América como tal.

Lo anterior, ante la posibilidad de qué el gobierno norteamericano no invitara a, por lo menos-tres países, como Cuba, Venezuela  y Nicaragua, y más tarde Guatemala, pues bajo los supuestos democráticos, serían países que no estarían cumpliendo con las condiciones mínimas de respeto a las libertades y derechos de la ciudadanía, o a los temas de elecciones limpias y libres.

Uno de los elementos importantes es qué la primera declaración de estas cumbres asume que es la reunión de las democracias, por lo que, ante la condición de qué estos países no cumplen con diversas condiciones de las democracias, el gobierno norteamericano ha planteado que no invitará a países que no sean democracias.

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La respuesta del presidente López Obrador y de otros presidentes de la región, como el de Guatemala o el de Nicaragua, se da en un contexto donde se percibe al presidente Biden en una posición de debilidad interna, debido a las presiones tanto de demócratas como republicanos, con respecto a temas que pueden dificultar su posible reelección. No lograr la concurrencia de quienes inviten, podría ser una señal de incapacidad de operación política en la región, lo que minaría de manera importante su imagen como un presidente que puede configurar un dominio internacional de los Estados Unidos.

En realidad, a varios de los ejecutivos de la región no les interesa asistir pues, como lo manifestó el presidente de Nicaragua, es una reunión que se da en el contexto de principios como el libre comercio y el individualismo, que no están en el discurso de varios de los ejecutivos recién reelectos. Mucho menos, están dispuestos a asumir los principios democráticos, pues precisamente por ellos son cuestionados en términos de su no apego.

Al presidente López obrador no le interesa esta cumbre, por lo que es probable que no asista, a menos de que haya condiciones donde pueda reivindicar su posición inicial, pero seguramente no las habrá. Al gobierno norteamericano le interesa tener consenso entre los países de la región, pero no a cualquier costo, por lo que es probable que no cedan ante la presión de los países que, de cualquier manera, no asistirían.

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El presidente López Obrador abrió una discusión que no tiene solución sencilla, pues más allá de los temas que se van a discutir, es posible que varios países no acepten la reconfiguración de los arreglos vigentes en la actualidad, o que no accedan a modificar las condiciones en que se encuentran sus esquemas de salud. Pero esta condición solo refleja el hecho de la diversidad de posiciones que existen en la región, alimentada también por los países que han electo a presidentes populistas o que han derivado en no democracias.

Esto también refleja el hecho de que los Estados Unidos han preferido apegarse a espacios de negociación bilateral con Venezuela y Cuba, que les permite mantener el control de la negociación y los recursos, desarticulando la capacidad de influencia de México u otros países con dos de los señalados por no ser democráticos.

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