Siete horas bastaron para que el nuevo competidor —y casi copia— de Twitter, Threads, presumiera tener 10 millones de usuarios. 

Esto puede hablar de lo interesada y comprometida que está una sociedad con el nacimiento de sus plataformas digitales o de cómo se pierde el tiempo en replicar fórmulas basadas en la triste promoción del ego a manos de individuos y de empresas.

La jugada de Meta

La jugada ni siquiera fue “maestra”, como algunos “analistas” se pavonean al reseñar. No hacía falta leer resúmenes ejecutivos de Sun Tzu para notar la debilidad en múltiples frentes por parte de Twitter, escenario proclive para que un jugador de nivel le propusiera competencia. Pero competencia, no fotocopia.

Quien tenga una cuenta de Instagram podrá acceder, junto a los más de 2 mil millones de abonados, a la nueva Threads para validar que el mecanismo es técnicamente el mismo que el de su rival. No se critica la estrategia comercial, se lanzan serias preguntas en torno a la originalidad y a la propuesta de fondo. 

Pero el hallazgo más sorprendente que uno hará en Threads es que encontrará lo que uno venía rehuyendo de Twitter. El discurso superficial de marcas y personas ha inundado con la misma rapidez que su crecimiento esta nueva red social, a pesar del claro intento de un algoritmo por tapizar el entorno. ¿Dónde está el espíritu de innovación y la intención por renovar las plataformas sociales?

¿Evolucionar las plataformas?

Creímos estar listos para entrar a una nueva fase en la evolución de redes sociales. Así parecía el horizonte con la emergencia de BeReal, Discord, Patreon, Lemon8, Mastodon y Tribel, por citar un puñado de esfuerzos que se movían de la idea de centralizar todas las formas de contenido en un solo espacio a ocupar nichos concretos de especialidad.

Pero este caso resultó distinto. Como sucedió cuando nos planteamos nuevas formas de ver el futuro como generación, nos topamos con pared. Y optamos por ver hacia atrás. No bajo la nostalgia retro: en el caso de Threads, con la intención de extraer y replicar un modelo que fue exitoso pero que tenía sobradas áreas de oportunidad para evolucionar.

La belleza de Twitter descansaba en dos factores: poder escuchar noticias de quien fuera, en el momento que se suscitaran y poder lanzar noticias y opiniones que generaran comunidad. El resto es historia: el público (con ayuda de la gerencia) nos encargamos comunitariamente de incendiar el escenario.

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¿Hacia dónde apuntan las nuevas redes?

Las nuevas plataformas se parecen cada vez más entre ellas. El negocio está en el domino de un nicho para liderar (¿y conducir?) audiencias definidas. Los tiempos del ingenio y la fuerza del microblogging con espontaneidad parecen haber quedado en la memoria. O —por lo menos— esos no fueron fotocopiados por Threads.

Mientras la rivalidad entre Musk y Zuckerberg jala más reflector, la discusión de la influencia de las redes en la vida pública y personal se mantiene discreta, como la idea de regulación y transparencia sobre de las plataformas. Ya no digamos, el debate pendiente que hay en torno a su responsabilidad social.

Twitter tardó más de 5 años y Facebook más de 4 para llegar a 100 millones de abonados, cifra que se estima, Threads alcanzó en 5 días. Está claro que Meta no buscaba reinventar las redes porque su modelo de negocio a partir de organizar y diseminar información es lo suficientemente oneroso como para hacer pruebas. En el fondo, los usuarios tal vez sí anhelábamos una propuesta que hablara de evolución. 

En esta geografía alterna de realidades y comentarios fragmentarios, de creencias inflexibles de personas encerradas en sí mismas bajo lo que les diga su algoritmo, hace falta recordar —sin disparadores artificiales de dopamina— que la comunicación es un proceso civilizatorio inacabado. 

Umberto Eco pensaba que el drama de internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad. Tal vez de eso trate el fondo de los algoritmos.

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Contacto:

Eduardo Navarrete es Head of Content en UX Marketing, especialista en estrategias de contenido y fotógrafo de momentos decisivos.

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