Por Francisco Coll Morales* El auge populista sigue acechando a la economía global. En los últimos años, una infinidad de corrientes ideológicas en las que el populismo o los sensacionalismos circulan y penetran en el mundo con gran éxito. Podemos ver como estas políticas, que a priori parecían simple palabrería, están generando tensiones en incertidumbres que amenazan la estabilidad económica global. Casos como el de Reino Unido, Cataluña, o, quizá el más importante de todos, el caso de Donald Trump, son claros ejemplos de la penetración de unas corrientes populistas donde las emociones y el contento generalizado del pueblo, empieza a primar sobre la propia racionalidad económica y política. En los últimos meses hemos visto como se desencadenaban unas tensiones comerciales, pudiendo considerarse una guerra comercial en materia arancelaria, entre las dos principales economías que lideran el mundo hoy. Unas corrientes populistas en las que el proteccionismo primaba sobre la apertura y la cooperación internacional, amenazando así a uno de los principales motores de la economía. Como se puede observar, esto no es un caso aislado. En los últimos días, así como ocurrió con Donald Trump y el auge proteccionista, Londres avanzaba en las negociaciones de Brexit con Bruselas con el fin de lograr un acuerdo. Según declaraciones del Banco de Inglaterra tras el principio de acuerdo con la presidencia, el Brexit habría desencadenado una situación de desaceleración económica en Reino Unido, siendo peor que la propia gran recesión de 2008. Como digo, casos que muestran cómo esta, precipitada e impulsiva, toma de decisiones por parte de “gobiernos progresistas” -como los he denominado- podrían haber desencadenado una serie de efectos negativos para la situación económica y política de los países. Sin embargo, el auge populista que estos generaban y las sensaciones en la ciudadanía los llevaron a hacerse con las urnas. Podríamos seguir citando ejemplos de cómo esto está ocurriendo en un contexto global. Tan solo hace falta echar la mirada a Cataluña, Venezuela o Italia, donde sus líderes políticos siguen vendiendo unas expectativas que, por un lado, contentan a un pueblo que precisa cambios, pero que, por el otro, dañan el estado de bienestar que este posee. Un estado de bienestar que no está incluido en los intereses de estos gobiernos extremistas. Debemos entender que, si hay algo que daña la economía, de una forma muy grave, por cierto, esto es la incertidumbre. Una incertidumbre que no cesa sus amenazas hacia una economía que lo que menos necesita en este momento son incertidumbres. Una incertidumbre que ha llevado a correcciones a la baja a una economía global que prometía crecimientos del 4%. Estamos ante un contexto económico muy incierto. Una deuda que sigue apretando; unas tensiones que amenazan, como he dicho, uno de los principales motores de la economía; una retirada de estímulos cada vez más inminente; una desaceleración en las economías emergentes; en fin, un sinfín de situaciones que atacan la economía global, y, por ende, su crecimiento. Para colmo, ahora aparece un innumerable grupo de corrientes populistas que agravan la situación y que, muy lejos de normalizar la situación, muestran arrebatos sensacionalistas que agravan dicho contexto. Como he dicho, un grupo de “gobiernos progresistas” que, no solo engañan a un pueblo con ansia de cambio, si no que, también, pretenden dañar una economía global amenazada por la incertidumbre. *Director de desarrollo de negocio de HAC Business School de Nueva York.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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