Un grupo de albañiles invade una lujosa casa buscando justicia. Una escritora decide hacer un documental sobre los primeros avisos de Alzheimer que se presentan en su vida. Dos hermanos se reencuentran después de muchos años y despiertan un deseo prohibido. Un muchacho de clase acomodada decide filmar a unos punks de Tacubaya. Y un par de jóvenes amantes intentar mantener vivo su amor en tierra asolada por el narcotráfico. 

Esas son las cinco historias que dotan de columna vertebral a las participantes de México Primero, sección dentro de la programación de la octava edición de Los Cabos International Film Festival, un poker de propuestas mexicanas que buscan destacar en medio del glamour y de los grandes nombres que se darán cita este año en el encuentro cinematográfico. 

A continuación, un breve repaso a todas ellas: 

Los deseos de Ana

Dir. Emilio Santoyo

La ópera prima de Emilio Santoyo, egresado de CENTRO, se construye a partir de seguridades e intimidades que se vulneran. Ana (Laura Agorreca) parece vivir una monótona vida junto a su hijo, Mateo (Ian Garcia Monterrubio), en la Ciudad de México, ella no parece totalmente satisfecha pero esto tampoco luce como un conflicto para su persona. Todo cambia con la llegada de Juan (David Calderón León), el hermano que creyó abandonar cuando dejó su pueblo natal varios años atrás. Su aparición quebrará el cotidiano organizado por Ana, erosionando poco a poco las barreras que impuso con su exilio y despertando un antiguo (y  prohibido) deseo fraternal. 

Los protagonistas de la película viven incompletos porque sus pasiones se encuentran limitadas por los tabúes sociales, situación que los acerca a los hermanos de Shame: deseos culpables (2011), aunque a diferencia de ellos estos no parecen tener una historia de abuso y arrepentimiento que vuelve su atracción un sufrimiento que deben llenar con algún comportamiento obsesivo, como la adicción a la pornografía y el sexo que desarrollaba el personaje de Michael Fassbender en la cinta de Steve McQueen. 

Ana y Juan, al contrario, parecen estar subyugados a la atracción porque no encuentran en otra persona el mismo grado de entendimiento y complemento. Por eso Pedro (Emmanuel Varela), el novio de Ana, no puede ocupar ese espacio aunque lo intente. Si el amor entre dos personas es genuino, ¿puede ser malo?

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Mano de obra

Dir. David Zonana

De entrada, el primer largometraje de David Zonana parece emerger de una fuente temática muy similar a las películas de su productor Michel Franco (Después de Lucía, Las hijas de Abril): un mundo desolador donde la maldad del ser humano parece imperar. Sin embargo, conforme avanzan los minutos de Mano de obra queda claro que estamos ante un realizador muy diferente, aun cuando juegue en una cancha muy similar. 

Francisco (Luis Alberti), uno de los varios albañiles que trabajan en una lujosa casa, es testigo de cómo un accidente laboral termina con la vida de su hermana y de la manera en que sindicatos y dueños se lavan las manos respecto al occiso (lo acusan de estar bebido, cuando era abstemio). Impotente ante la situación y cansado de lidiar con los “detalles” de su vivienda, Francisco decide invadir el lote donde trabaja e invita a su compañeros para formar ahí una pequeña comunidad. 

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Mano de obra recuerda, a momentos, los lances antiburgueses de Luis Buñuel en Viridiana (1961) y la macabra realidad burocrática de Fé, esperanza y caridad (1974), no obstante, Zonana lleva su relato a un terreno más ambivalente, lleno de seres humanos falibles (sin importar su condición de clase), listos para pervertir las reglas de convivencia según les beneficie. Un fresco dedicado a una especie fácilmente pervertible. 

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Observar las aves

Dir. Andrea Martínez Crowther

Lena (la debutante Bea Aaronson) es una escritora especializada en Marcel Proust, recientemente le diagnosticaron alzheimer. Asustada por el proceso y el miedo a perder sus recuerdos, a perderse ella misma, decide grabar un documental sobre su padecimiento. Una carta de despedida en primera persona para todo aquel que busque respuestas como ella.

Andrea Martínez (Cosas insignificantes, Ciclo) ha creado un retrato íntimo sobre el deterioro de nuestra humanidad, de los miedos que nos acosan cuando comenzamos a perdernos a nosotros mismos y de las ansiedades disparadas al no poder identificarnos con los otros. 

Aprovechando algunas de las herramientas propias del falso documental, la realizadora ha filmado una de las películas más atípicas del panorama mexicano. Un largometraje tan personal e íntimo que por momentos lacera y conmueve, siempre manteniendo la dignidad humana de su protagonista. 

Club Internacional Aguerridos (C.I.A.)

Dir. Leandro Córdova 

Nicolás (David Calderón León) vive rodeado de sirvientes y comodidades, tiene una relación estable con una chica de buena familia (cualquier cosa que eso signifique), amor por el documental y hasta una amante extranjera. No obstante, Nicolás sólo puede pensar en una cosa: seguir filmando un documental sobre una banda de punks que recorre las calles de Tacubaya, el Club Internacional Aguerridos

El segundo falso documental de la competencia de Los Cabos International Film Festival propone un descenso a los infiernos, al menos para su protagonista, donde las drogas, el crimen y el sexo son moneda de todos los días. 

La adicción de Nicolás por el peligro es un desafío social acompañado de punk cochambroso y reminiscente de los trabajos de Sarah Minter en los años 80. De esta manera, el proyecto de Córdova se conecta con cintas como Los Caifanes (1967) o La banda de los panchitos (1986), dos épicas urbanas que se sumergen en los rincones olvidados de la ciudad. 

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La paloma y el lobo

Dir. Carlos Lenin

La guerra contra el narcotráfico, iniciada en el gobierno de Felipe Calderón, ha dejado una estela de destrucción en nuestro país, generaciones lastimadas por la violencia, zonas enteras convertidas en fosas y una sociedad cuyo tejido parece estar dañado de manera permanente. ¿Cómo se vive después de eso?

La paloma y el lobo, producida por la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC), tiene como protagonistas a dos jóvenes que, como muchos, vieron su vida transformada por la violencia desatada por el gobierno y el crimen organizado (¿o autorizado?), una pareja en busca de poder conectar no sólo con ellos mismos sino con su entorno, deseosa de hallar la manera de escapar del entumecimiento. 

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La ópera prima de Carlos Lenin recuerda el estilo de cineastas como Tsai Ming-liang o Ulrich Seidl gracias a su atractiva propuesta estético, mediante el que el joven cineasta nacido en Linares, Nuevo León, intenta plasmar el estado de ánimo de sus protagonistas y, además, significar aquellos espacios que la criminalidad se ha apropiado. ¿Pueden las nuevas generaciones amar después de las experiencias vividas los últimos 12 años? La respuesta es todo menos sencilla. 

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