Por Nicola Morfini / IPADE Business School El 2018 se abre bajo el signo de la incertidumbre. Una incertidumbre a la cual, en verdad, ya nos vamos acostumbrando. En menos de dos años, un número impresionante de eventos han cambiado repentinamente el orden mundial. Está claro que estamos viviendo un periodo de transición, pero ¿hacia dónde nos dirigimos? Desde el caos actual, el sistema mundial va delineando dos características. La primera es que no hay, de momento, una superpotencia capaz de hacerse cargo de la seguridad global. Entre los fracasos de Afganistán, Iraq y Siria, y el mal manejo de la cuestión coreana, EU no consigue mantener su pax americana sobre el mundo. La segunda característica es que los países del primer mundo se ven afectados por problemas que hasta ayer definían a los países en desarrollo. Entre el populismo desenfrenado, las tensiones religiosas y étnicas, y el empobrecimiento de la clase media, ya no es el segundo mundo (los países subdesarrollados o emergentes) el que se ha acercado al primero, sino el primero al segundo. Mientras el primer mundo sufre, los países en desarrollo siguen su carrera hacia el crecimiento económico (aunque a distintas velocidades). Estos países parecen haber renunciado definitivamente a cualquier ambición de desarrollo democrático. Ya las transiciones no marchan hacia la democracia y por eso sería mejor definirlos como “regímenes híbridos”, ya que compaginan establemente una democracia imperfecta y con perfiles autoritarios. Además, como el caso de China nos enseña, los derechos liberales y democráticos no son una condición imprescindible para el crecimiento. Se puede crecer a un ritmo muy alto manteniendo una estructura política autoritaria. Sin embargo, América Latina no tiene que ceder a esta tentación. El mero crecimiento a costa de los derechos sociales y ambientales no es sustentable en el largo plazo. Es necesario promover el capital humano y social, y limitar las desigualdades económicas con el fin de garantizar un desarrollo estable. Las políticas de inclusión social no son un capricho de la ética, sino un seguro sobre las inversiones a largo plazo. Al día de hoy, la política se ha vuelto un tema central en el mundo de los negocios, ya que los líderes mundiales están usando los negocios como arma en sus luchas de poder. La miope política proteccionista de EU, junto a sus políticas migratorias hostiles nos lleva a plantearnos una pregunta: ¿estamos seguros de que EU sea el único, sino el mejor partner para América Latina? Los mercados asiáticos ya han seducido a emprendedores de Europa y África. Ya es tiempo de que también América Latina aproveche las oportunidades que brinda el mundo asiático. Puedes leer también La herramienta (gratuita) que evalúa la gestión del talento en las empresas India y China son dos gigantes que no paran de crecer, y no solo en el plano económico. China ha adoptado una regulación medioambiental muy estricta, limitando la industria del carbón y la industria pesada. Como consecuencia, se prevé también en China el desarrollo de la economía verde. Además, en los últimos años, China se ha vuelto un exportador de trenes, barcos y gasoductos. Lo que demuestra que China ya no solo ofrece mano de obra a bajo costo, sino también un alto nivel tecnológico y un capital humano muy calificado. Mientras tanto, India sigue creciendo a pesar de las tensiones sociales. Muchos temían que el presidente Narendra Modi, acusado de simpatizar con grupos racistas hindúes, habría inflamado las tensiones interétnicas en el país. Sin embargo, Modi ha conseguido mantener la cohesión social y gracias a esto, hoy India tiene la ambición de volverse la primera economía del mundo en dos décadas. China e India no deben dejar en segundo plano los logros de la región del sureste asiático. Vietnam resulta el estado más sólido de la región. Con su paz social, alto crecimiento y su reacercamiento a EU, Vietnam representa un oasis de estabilidad en una región amenazada por la avanzada del Estado Islámico. Filipinas, Malasia e Indonesia tendrán también tasas de crecimiento muy altas. Sin embargo, la instabilidad social debida a la guerra contra la droga de Rodrigo Duterte en Filipinas y la amenaza terrorista podrían minar los proyectos de desarrollo e inversión a largo plazo. China, India y Sureste Asiático representan una enorme oportunidad de negocio para los empresarios latinos. Con su mercado de alrededor de 3,000 millones de personas, estos países ya deben considerarse un territorio fértil para las inversiones y las exportaciones latinoamericanas. El 2018 será un año de grandes oportunidades, pero también de grandes retos ya que el crecimiento en Asia perfila escenarios geopolíticos inéditos. Los empresarios de todo el mundo, no solo latinos, deben tomar conciencia del cambio. Sin embargo, no hay que ignorar que muchos países en desarrollo tienen un dudoso historial de derechos humanos, sociales y laborales. No solo en Asia, sino también en América Latina los valores están perdiendo terreno en favor de un crecimiento ciego. No hay duda de que el sistema liberal democrático ya ha perdido su encanto. A pesar de ello, necesitamos luchar todos juntos, políticos y sociedad civil, para proteger y avanzar en una sociedad pluralista, inclusiva y justa. * Profesor del área de Entorno Político y Social de IPADE Business School

 

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